Tres empleados extranjeros de una empresa francesa que opera en Afganistán fueron secuestrados este jueves cerca de Kabul. Sus cadáveres aparecieron después en un coche. Eran un malasio de 64 años, un indio de 39 y un macedonio de 37. La empresa, Sodexo, se ocupa de repartir comidas en centros oficiales.
Los secuestros de extranjeros, en especial si son occidentales, ocupan los titulares de los medios, pero no son habituales. Son mucho más frecuentes los que sufre la población afgana, así como otros ejemplos de extorsión. En Kabul en los últimos años son una rentable industria criminal que afecta sobre todo a empresarios y gente con dinero, pero también a personas de escasos medios.
Según datos de la misión de la ONU en Afganistán, en los primeros seis meses de este año 1.692 civiles afganos murieron en actos violentos relacionados con la guerra. Es la mayor cifra en ese periodo desde que la ONU empezó a contabilizar las bajas civiles en 2009.
Varios países europeos continúan deportando a afganos de vuelta a su país, aunque hayan pedido asilo político o teman por su vida en Afganistán. Alemania y Suecia están entre los gobiernos que han aumentado las expulsiones por considerar que ese país ya es seguro. El ministro alemán de Interior lo celebró con una broma a principios de julio: «En mi 69º cumpleaños, 69 personas, no fui yo quien lo decidí (el número), fueron enviados de vuelta a Afganistán».
Esta es la respuesta de Amnistía Internacional al plan del Gobierno noruego de deportar a Afganistán a Taibeh Abbasi, estudiante de 19 años, y a su familia.
Everyone knows #Afghanistan is dangerous right now, our research proves it. #Norway still insists on deporting people like Taibeh Abbasi there, instead of keeping her safe at home. pic.twitter.com/VaVuU3W0ua
— AmnestyInternational (@amnesty) 1 de agosto de 2018