My cartoon Saturday @TheTimes. Isis is a barbaric death cult…what about some of our allies? #syriaairstrikes pic.twitter.com/QkA4QLp9kq
— Peter Brookes (@BrookesTimes) November 28, 2015
La viñeta de Peter Brookes, de The Times, ha circulado mucho estos días. ¿Puede compararse la aplicación de la pena de muerte por un Estado con las ejecuciones de un grupo insurgente que utiliza el terror para controlar a la población civil?
Muchos países, cada vez menos, cuentan con la pena capital en su sistema de justicia. ¿En qué se distingue Arabia Saudí? En primer lugar, por la forma de aplicar las sentencias. La decapitación por espada en un lugar público es el sistema elegido. La realiza un verdugo profesional, lo que no siempre garantiza la muerte por un solo tajo. ISIS –y también en algunas ocasiones el Frente Al Nusra– emplea el mismo método. Su estilo es más bárbaro, pero la intención es la misma que en Arabia Saudí: cortar de raíz cualquier desviación de las conductas sociales impuestas y de su interpretación del Islam. También se lleva a cabo en un lugar público para que sirva de aviso terrorífico al resto de la población.
¿Qué delitos se castigan con la muerte? En la justicia saudí, por ejemplo, el adulterio, la traición, las relaciones sexuales entre homosexuales, el tráfico de drogas, la apostasía o la «brujería» (sic) pueden acabar con el reo en el patíbulo. Todas esas transgresiones suponen el mismo destino en el territorio controlado por ISIS.
Un Estado siempre garantiza más derechos a un acusado que un grupo terrorista. Pero en el sistema saudí las organizaciones de derechos humanos han denunciado en numerosas ocasiones que los enjuiciados carecen de los derechos más elementales tanto en la investigación del delito como en la celebración de la vista. Tienen limitado el derecho a presentar testigos en su favor y el tribunal tiende a suscribir por defecto el criterio del fiscal. Cuando el acusado es un trabajador inmigrante, sus esperanzas de salir indemne son escasas, en especial si no habla árabe y no le traducen los procedimientos judiciales.
El aumento del número de ejecuciones en Arabia Saudí ha originado algunos titulares, según los cuales en ese reino los ajusticiamientos han doblado este año a los realizados por ISIS en Siria e Irak. Eso es improbable, entre otras cosas porque no conocemos todos los que se producen en zonas controladas por los yihadistas.
Pero los datos saudíes son estremecedores por sí solos. Este año han sido ejecutadas 151 personas, la mayor cifra de los últimos 20 años. Esto ocurre poco después del relevo en la Corona, lo que se interpreta como un intento de la monarquía de reforzar sus credenciales ante el establishment religioso en este tiempo de transición.
En los últimos días Amnistía Internacional ha dado la voz de alarma ante la posibilidad de que sean ejecutadas muy pronto más de 50 personas por delitos supuestamente relacionados con el terrorismo. El dato no está confirmado por el secretismo habitual en Arabia Saudí en estos temas y porque es habitual que los medios sólo informen de las sentencias cuando son aplicadas. Amnistía teme que muchos de estos reos sean activistas políticos chiíes de la región de Awamiya.
Entre los condenados está el poeta palestino Ashraf Fayad, condenado a muerte por apostasía por la denuncia de un vecino que en un primer juicio fue rechazada. La acusación consiguió que otro juez reanudara el caso.
La principal diferencia entre la visión religiosa saudí y la yihadista de ISIS y otros grupos similares viene simplemente del contexto de cada país o conflicto. Los yihadistas de ISIS pretenden derrocar a gobiernos para instaurar su «califato», los religiosos wahabíes están aliados con la dinastía saudí desde los orígenes del Estado para imponer su visión de la religión en ese país. Obviamente, los wahabíes nunca aceptarían un califato extranjero, que supone un liderazgo religioso, sobre el Estado saudí.
Al igual que otros grupos insurgentes y que el Ejército sirio, ISIS ha cometido múltiples crímenes de guerra en Siria, así como en Irak. Centenares de prisioneros iraquíes han sido fusilados. Los soldados sirios capturados han sufrido el mismo destino.
En Yemen, la Fuerza Aérea saudí ha cometido otros crímenes de guerra, según las organizaciones de derechos humanos, en la campaña de bombardeos sobre Yemen. La ofensiva sobre las milicias chiíes huzíes, no contra Al Qaeda que controla buena parte de la deshabitada zona oriental del país, no ha conseguido eliminar a estos grupos y ha terminado convirtiéndose en una sucesión de bombardeos indiscriminados contra zonas civiles.
Las agencias de la ONU calculan que 5.700 personas han muerto desde que esta guerra comenzó hace ocho meses. De ellos, 2.577 son civiles, y de estos últimos 637 son niños. Las milicias huzíes son responsables de centenares de estas muertes, pero la mayoría ha caído en los bombardeos de los saudíes y sus aliados.
La Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU afirmó en septiembre que el 60% de las bajas civiles se produjo en ataques aéreos. Otro informe de ACNUR elevó ese porcentaje a dos tercios.
Los saudíes mantienen además un bloqueo de las costas de Yemen para impedir la llegada de suministros, lo que ha dejado sin alimentos a la mayor parte de la población del que es el país más pobre de Oriente Medio.
La gran diferencia entre Arabia Saudí e ISIS proviene de las relaciones radicalmente diferentes que mantienen con Occidente. La monarquía feudal de Riad es aliada estratégica de EEUU desde los años 40, como también de Europa Occidental. Los contratos de armamento y las obras civiles en el país saudí son fuente de innumerables beneficios comerciales para norteamericanos y europeos.
Recientemente, Washington autorizó al Pentágono para que exporte munición avanzada por valor de 1.200 millones de dólares con la que Arabia Saudí repondrá la utilizada en Yemen. Al mismo tiempo, entrega a los saudíes información en la que se valora el alcance y progresos de los bombardeos. Ni EEUU ni Arabia Saudí han firmado el tratado internacional de 2008 contra las bombas de racimo, con lo que hay que suponer que esos proyectiles han formado parte de los envíos.
El apoyo militar británico a los saudíes, incluida la venta de 200 misiles Paveway IV, ha alcanzado tal nivel que los consejeros legales del Ministerio de Exteriores no descartan que algún día el país deba enfrentarse a una acusación ante el Tribunal Penal Internacional por el suministro de estas armas para su destino en ataques deliberados contra la población civil.
Pero al final para los gobiernos occidentales Arabia Saudí es un aliado político, estratégico y económico en Oriente Medio, e ISIS un grupo terrorista que pretende formar un Gobierno en Siria e Irak que será, si no lo es ya, una amenaza directa para muchos gobiernos de la zona y occidentales. La ideología que inspira al Estado saudí es tan destructiva como la de los grupos yihadistas, pero con los primeros hacemos negocios.