El Gobierno kurdo ha hecho un último intento por frenar la ofensiva militar que Bagdad ha lanzado sobre el norte del país y en la que ya ha perdido la ciudad de Kirkuk. Ha propuesto un alto el fuego, la suspensión del resultado del referéndum por la independencia y el inicio de negociaciones. El llamamiento estaba condenado al fracaso y la primera reacción de Bagdad lo confirmó. Las operaciones militares continuarán hasta que el Gobierno iraquí consiga sus objetivos, y eso es una muy mala noticia para el Kurdistán iraquí.
Los kurdos están a punto de perder algo con lo que contaban de una manera u otra desde los tiempos de Sadam Hussein en 1991: el control de la frontera con Turquía. A partir de 2003, los kurdos aumentaron ese control, lo que se tradujo en mayores ingresos. Cuando se hicieron con Kirkuk y los campos petrolíferos de la provincia, los fondos se multiplicaron.
No parece que los iraquíes vayan a parar hasta llegar al puesto fronterizo de Fish-Khabur, en la zona por donde pasa el oleoducto que lleva a Turquía el petróleo que procede tanto de Kurdistán como de zonas controladas por el Gobierno iraquí. Es la llave del norte que dará un gran poder a aquel que pueda abrirla o cerrarla a su gusto.
Más allá del campo de batalla, las cosas no pintan bien para el Gobierno kurdo de Barzani. Su viejo aliado ya está haciendo cuentas en su contra. El primer ministro iraquí estuvo este miércoles en Ankara para recibir todo el apoyo de Erdogan. Si los combates se intensifican, esta vez muy cerca de suelo turco, no parece que Erdogan vaya a poner inconvenientes. Podría cerrar la disputa rápidamente si cerrara por completo la frontera con Kurdistán. Supondría la asfixia económica para toda la zona norte del país.
Quizá no sea necesario llegar tan lejos. El viejo caudillo Barzani está a punto de abandonar la presidencia. El puesto quedará en manos de su clan familiar. Le sustituirá en el poder su sobrino, Nechirvan Barzani, actual primer ministro. No es que se vaya a convertir de inmediato en presidente, porque las elecciones presidenciales han sido retrasadas ocho meses por el Parlamento kurdo.
La política kurda es un asunto familiar para los Barzani. Mientras ellos se pongan de acuerdo, las cosas no irán a mayores. La democracia es un asunto relativo para ellos. Barzani tenía clausurado el Parlamento desde 2015 hasta que se reunió esta semana. En la calle, la situación no está mucho mejor. Los funcionarios sólo cobran como mucho la mitad de sus salarios desde hace tiempo.
Se dice que Nechirvan Barzani no estaba a favor del referéndum por considerarlo una iniciativa temeraria en la que los kurdos saldrían perdiendo por muchas papeletas que hubiera en las urnas. Eso fue precisamente lo que ocurrió. El viejo Barzani no le escuchó.
El plan más razonable es permitir que Bagdad controle la frontera con Turquía por primera vez desde los 90, y que ambos gobiernos compartan los ingresos de la exportación de petróleo en una zona que los kurdos habían monopolizado gracias a la ofensiva del ISIS en 2014. Ya no es sólo suya.
Sería una muy buena noticia para el futuro de Irak.
—
¿Y Estados Unidos? El secretario de Estado, Rex Tillerson, cometió esta semana un error de principiante. Exigir en público algo que no te pueden conocer. Tillerson reclamó al Gobierno iraquí que las «milicias iraníes» abandonen el país una vez que ISIS ha sido derrotado.
El problema es que esas milicias chiíes están compuestas en su gran mayoría por iraquíes. Y además Bagdad no va a renunciar ahora al apoyo militar iraní que le ha permitido recuperar Mosul y este mes Kirkuk. No es extraño que el Gobierno de Bagdad respondiera a Tillerson en un comunicado: no, gracias.
Los norteamericanos continúan acumulando derrotas políticas en Irak.