Alí Abdulá Salé era el último superviviente de la convulsa política de Yemen de las últimas décadas. Dictador durante 22 años (antes otros doce años al frente de Yemen del Norte), propulsor de la reunificación del país y, según muchos, creador del Yemen moderno, firme aliado de EEUU y Arabia Saudí en la guerra contra Al Qaeda, feroz enemigo de las tribus hutíes del norte, derrocado por la movilización popular de la Primavera Árabe, aliado de las milicias hutíes de confesión chií para expulsar a su sucesor en la presidencia y después frente a la invasión promovida por Arabia Saudí, y hace tres días protagonista de su último cambio de alianzas.
Ordenó el sábado a su milicia, que forma lo que queda del Ejército regular de Yemen, que atacara a los hutíes y los echara de la capital, Saná. Dos días después, estaba muerto a manos de sus anteriores socios. Con 75 años, no encontró ya red para su último salto y acabó como terminaron antes muchos de sus enemigos.
#Yemen is the only place where a former president leads a #coup against those who led a coup against a president who replaced that same former president.
— Abdulwahab Alkebsi (@AbduAlkebsi) 4 de diciembre de 2017
Los aviones saudíes se apresuraron este fin de semana a colaborar con bombardeos de Saná sobre las posiciones hutíes. A Salé no le sirvió de nada y pereció en un ataque al convoy en que huía de la ciudad. Un vídeo mostraba una profunda herida en su cabeza rapada y no dejaba dudas sobre la noticia de su muerte, rodeada por la confusión en las primeras horas del lunes.
Salé sobrevivió a tantas guerras que la noticia de que abandonaba a los hutíes se consideró al principio que podía ser un hecho clave en el actual conflicto. El presidente apoyado por Arabia Saudí y los Emiratos, Abd Rabbuh Mansur al-Hadi, ha pasado casi todo este año en territorio saudí, por lo que se cree que desde febrero sus anfitriones no le permiten volver a Yemen. Nunca ha estado a la altura del puesto y no ha pasado de ser una marioneta controlada por los saudíes.
Ahí es donde entraban los emiratíes, aliados de los saudíes pero con sus propios clientes locales y su propia estrategia militar. El príncipe heredero de los Emiratos, que es el gobernante de facto del país, había destinado al conflicto tropas de tierra (las cifras oficiales admiten 122 emiratíes muertos en combate), a diferencia de los saudíes, además de un contingente de centenares de mercenarios, en su mayoría de origen colombiano.
Según este análisis, procedente de conversaciones con altos cargos de Emiratos, su Gobierno llevaba tiempo intentando convencer a los saudíes de que la carta por la que debían apostar era la de Salé, a pesar de su alianza con los hutíes. Dinero, armas y poder eran las bazas con las que los emiratíes pretendían reclutar a Salé. De él les interesaba su carisma en algunas zonas del país y su capacidad probada en el pasado de negociar con las principales tribus de Yemen.
Las décadas de gobierno autocrático de Salé no pueden separarse de la guerra actual por más que la intervención exterior de varios países haya contribuido de forma decisiva a alargar el conflicto. El grupo académico The Yemen Peace Project recordaba desde EEUU su responsabilidad en la guerra y que el Gobierno de Salé lanzó siete brutales ofensivas contra los hutíes a partir del año 2000: «En vez de derrotarlos, los radicalizó aún más y aumentó su base de apoyo popular entre el noroeste de Yemen».
En 2004 el fundador del movimiento hutí, Hussein al-Houthi, fue asesinado por soldados yemeníes por orden de Salé. Ahora se han cobrado la venganza.
Las décadas de dictadura de Salé se caracterizaron por la violencia y la corrupción, que debilitaron las instituciones del Estado e impidieron un normal desarrollo social y económico del país.
Tras su destitución, gracias entre cosas a un acuerdo por el que nunca sería juzgado por sus crímenes ni su fortuna tocada por una investigación, se dedicó a desestabilizar a su sucesor, Hadi. Con la alianza con los hutíes, aspiraba a regresar al poder o legarlo a su hijo mayor. Los saudíes no estaban dispuestos a permitirlo por la conexión, supuesta o real, de los hutíes con Irán.
Se dice que cuando Salé llegó al poder en Yemen del Norte en 1978, el jefe de la CIA en Yemen predijo que estaría muerto en seis meses, al igual que antes habían caído otros como él. Está claro que subestimó su capacidad de supervivencia y de progresar gracias a la guerra.
The next few days will be hell. Either Houthis will take full control of Sanaa or coalition & Hadi forces will push into city with full force in coordination with GPC. Both scenarios will likely involve many civilian casualties. Hearts and minds with Sanaa. #Yemen
— Nadwa Dawsari (@Ndawsari) 4 de diciembre de 2017
Nadie sabe con seguridad qué ocurrirá ahora en Yemen. Si acaso, la mayoría de los pronósticos son pesimistas. Con independencia de los sangrientos antecedentes de Salé, algunos creían que su último giro obligaría a los hutíes a refugiarse en el norte. No sería el fin de la guerra civil, pero sí un paréntesis en la campaña de bombardeos saudíes y emiratíes en buena parte del país y la llegada de ayuda sin restricciones para atajar la hambruna y la epidemia de cólera que se han cobrado la vida de miles de personas en lo que es el mayor desastre humanitario en estos momentos en el planeta.