El 4 de diciembre, un ataque con misiles destruyó varios edificios de una base militar siria, construida supuestamente por los iraníes, situada a unos 13 kilómetros al sur de Damasco. El Gobierno sirio informó del ataque, no así el israelí, hasta que unas imágenes vía satélite reflejaron los daños. No siempre el Gobierno israelí ha informado de sus bombardeos sobre territorio sirio, sí cuando se trataba de objetivos muy concretos relacionados con Hizbolá y un ataque más profundo dirigido contra unas instalaciones presuntamente dedicadas a la fabricación de armas químicas.
La versión oficial israelí consistía en negar su implicación en la guerra civil siria, pero sí dejar claro que aprovecharía cualquier oportunidad para impedir que Hizbolá recibiera armamento que pudiera utilizar contra Israel. Obviamente, la prioridad de las milicias chiíes no era en esos momentos iniciar un nuevo conflicto con Israel, sino defender al Gobierno de Damasco frente a sus adversarios.
Lo que es un hecho indudable es que Israel lleva años atacando objetivos situados en territorio sirio, además de colaborar con grupos insurgentes sirios para que controlen la zona del Golán situada en el sur de ese país.
La derrota de los insurgentes sirios en casi todos sus frentes –excepto la provincia de Idlib en el norte y los suburbios del sur de Damasco– han cambiado el panorama estratégico de la guerra en un país totalmente destrozado. Algunos de los países que han intervenido militarmente, y por tanto han hecho posible que se prolongara durante años, han decidido que Siria es el lugar en el que van a dirimir sus conflictos bilaterales, como lo fue Líbano en los 80 y 90.
Los ataques de los últimos días se resumen así: un dron iraní no armado penetró el sábado en espacio aéreo israelí. Fue derribado con facilidad por un helicóptero Apache. En una reacción rápida, sin esperar a que se hiciera de noche, aviones israelíes destruyeron el aeródromo desde el que se operaba el dron, una base cerca de Palmira controlada por fuerzas iraníes. Los sirios lanzaron decenas de misiles antiaéreos y alcanzaron a uno de los aviones que terminó cayendo en territorio israelí, la primera vez que ocurría algo así desde 1982.
En la segunda respuesta, se atacó varios objetivos sirios, tres baterías de defensa antiaérea y cuatro objetivos relacionados con Irán, según la versión del Gobierno israelí.
En otro hecho sin precedentes, es la primera vez en que se sabe con una cierta seguridad de que un ataque israelí ha acabado con bajas iraníes.
«Israel e Irán están implicados por primera vez en una confrontación total sobre territorio sirio», escribió en Haaretz Amos Harel. «Ese es el principal significado de la jornada de combates del sábado en el norte. A largo plazo, la situación estratégica ha cambiado: «Israel quedará obligado a afrontar una serie de circunstancias relacionadas. La disposición de Irán de atacar, la creciente confianza del régimen de Asad en sus posibilidades y, lo más importante de todo, el apoyo parcial ruso a la política agresiva adoptada por los otros dos miembros del eje».
En otras palabras, Israel ya no puede disponer del espacio aéreo sirio a su antojo.
Los comentarios de medios y analistas no ocultaban la gravedad de los hechos. En realidad, lo único nuevo es que sólo había dos datos que podrían considerarse nuevos. Por un lado, la entrada del dron iraní, que pudo deberse a un error de navegación o a un intento de provocar a la Fuerza Aérea israelí a una incursión para la que sus adversarios estaban preparados. El otro hecho es el que más ha llamado la atención en Israel: uno de sus aviones acostumbrados a volver intactos a sus bases había acabado destruido y con un piloto gravemente herido.
Todo el mundo dice ahora que no se espera que se produzcan más enfrentamientos en los próximos días. Al mismo tiempo, se extiende la idea de que no serán los últimos. Como ha ocurrido otras veces en la guerra siria, una de las grandes incógnitas es el papel jugado por Rusia. ¿Necesitan Siria y sus aliados abrir un nuevo frente cuando las cartas juegan ahora en su favor en la guerra? ¿Los rusos autorizaron la operación o fueron otros los que aprovecharon la oportunidad? Después de años en que el Gobierno de Damasco se había limitado a lanzar amenazas mientras veía impotente cómo los aviones israelíes entraban en su espacio aéreo, ¿era este el momento de demostrar que puede hacerles pagar esos ataques?
Sólo unos días antes un avión ruso fue derribado en la provincia de Idlib. Resulta tentador pensar que Moscú decidió que ellos no van a ser los únicos de pagar las consecuencias de que varios grupos cuenten con sistemas portátiles de defensa antiaérea, pero no hay pruebas de momento que lo demuestren. En la guerra, correlación tampoco es sinónimo siempre de causalidad.
Las relaciones de Israel y Rusia son buenas, y de hecho Netanyahu pudo hablar por teléfono con Putin poco después de los enfrentamientos. Si el primero piensa que el segundo autorizará los ataques israelíes contra sirios e iraníes, es muy probable que acabe decepcionado. La prioridad de Rusia es mantener su presencia militar en Siria y asegurar que Asad siga en el poder. No puede impedir que Irán sea el segundo aliado militar imprescindible para Asad.
En asuntos de defensa, los militares israelíes saben que la primera batalla ante la opinión pública es la de la reputación. El jefe de la Fuerza Aérea afirmó que parten de la hipótesis de que no se trató de una emboscada preparada por los iraníes (eso supondría que fueron engañados), sino que pretendían que el dron no fuera detectado (algo difícil de creer a menos que los iraníes piensen que los israelíes no vigilan con todos los medios posibles su frontera con un país en guerra). El general Amnon Ein Dar dijo que probablemente el dron es una copia iraní del modelo norteamericano RQ-170 Sentinel, un aparato de al menos 20 metros de envergadura.
El general también comentó que los militares israelíes llevaron a cargo miles de operaciones en territorio sirio el año pasado. Parece indudable que sirios e iraníes quieren impedir que eso siga ocurriendo. Es lo que se llama una situación volátil, es decir, aún más de lo que es habitual en Oriente Medio. Cuantas más declaraciones públicas escuchemos de que nadie quiere otra guerra, más debemos preocuparnos.