Setenta años después de la fundación de su Estado, las autoridades de Israel tienen muy clara cuál es la respuesta necesaria ante sus enemigos o los que protestan contra la ocupación de los territorios palestinos. La respuesta es matar. No hay más consideración política en estos casos que advertir del riesgo que afrontan quienes se atrevan a desafiarles. A partir de ahí, sólo resta apretar el gatillo. Si no os rendís, moriréis. Para que Israel viva, otros deben morir.
Gobiernos, instituciones internacionales y ONG han reaccionado escandalizados ante la muerte de 61 palestinos por fuego israelí en las manifestaciones del lunes en la zona fronteriza de Gaza con Israel. Los francotiradores dispararon a manifestantes, periodistas y personal médico. Entre estos últimos, Musa Yaber Abú Hassanein, de 35 años, que fue enterrado cubierto por el chaleco reflectante rojo que llevaba ese día. O menores de edad como Izzedine Musa Al-Sammak, de 14 años, y Fadel Izzat Khalil, de 15. Doce periodistas resultaron heridos.
En la tarde del lunes, el Ejército anunció que 24 de los 61 muertos eran miembros de «organizaciones terroristas» (no dijo nada de los otros 37). Los periodistas que estuvieron durante diez horas en la zona fronteriza no vieron a nadie enarbolando armas. Ninguno de los muertos o heridos que cayeron tiroteados frente a las cámaras las llevaban.
Amnistía Internacional ha denunciado que la política de disparar a matar contra manifestantes desarmados puede ser un crimen de guerra. No para el Gobierno israelí. Sólo es un problema de balas, y ni siquiera eso. «Las IDF (siglas en inglés de las Fuerzas Armadas de Israel) tienen balas suficientes para todos», dijo el ministro de Seguridad Interior, Avi Dichter, que preside la Comisión de Defensa y Exteriores del Parlamento. Cuando escribió la misma idea después en un artículo en Facebook, hizo un ligero añadido: «Las IDF tienen balas suficientes para todos los terroristas».
El cambio es irrelevante. Todos los que se manifiestan contra la ocupación israelí son terroristas y por tanto deben morir. La embajadora israelí en Bélgica insistió en la idea: «Los 55 muertos en Gaza eran todos terroristas», dijo a Le Soir.
Incluso eran algo peor que terroristas. «El número de muertos no significa nada, de la misma forma que el número de nazis que murieron en la guerra mundial no permite explicar o comprender el nazismo», dijo el ministro de Asuntos Estratégicos, Gilad Erdan. Son todos nazis, se les puede matar sin problemas.
La solución se aplica también a otros países. Tras las elecciones de Líbano en las que Hizbolá y sus aliados obtuvieron un buen resultado (aunque Hizbolá sólo pasó de 12 a 13 escaños), el ministro de Educación y líder de la cuarta fuerza política del país, Naftali Bennett, dio su veredicto: «Los resultados de las elecciones libanesas confirman lo que ha sido nuestro punto de vista desde hace tiempo. Hizbolá es igual a Líbano». Si Israel decide atacar Líbano como hizo en 2008, todos sus habitantes son sospechosos de terrorismo, enemigos a los que se puede matar.
Frases como esta no salen de sectores minoritarios fanáticos sin apoyo de la sociedad israelí. Proceden de los miembros del Gobierno donde están los partidos que ganaron las últimas elecciones y que muy posiblemente ganen las siguientes. Celebrar la muerte de los palestinos no quita votos en Israel.
La militarización del lenguaje político es algo habitual en Israel desde hace muchos años, pero estas declaraciones son un paso más allá. Es una glorificación de la muerte, una celebración de sus efectos, y la mayor parte de la opinión pública no muestra ninguna reticencia.
En una encuesta hecha el 24 y 25 de abril, un 83% de los israelíes judíos (en Israel es habitual que en los sondeos se ofrezcan los datos separados de judíos y árabes) consideraba apropiada la política del Ejército israelí de abrir fuego contra los manifestantes de la Marcha del Retorno que se ha celebrado los viernes desde hace varias semanas. Un 67% no creía que Israel deba tomar medidas que puedan aliviar la situación económica desesperada de Gaza.
Han pasado seis semanas desde que comenzó el 30 de marzo la Marcha del Retorno que tenía culminar el 15 de mayo con el Día de la Nakba. Desde entonces, los israelíes han matado a 97 palestinos y herido a 12.271, de los que 3.598 lo han sido por fuego real. La cifra total de heridos es superior a la que se produjo (11.231) en 2014 en el ataque israelí sobre Gaza.
La cifra de víctimas mortales es superior al número de ciudadanos de la Alemania Oriental que murieron tiroteados entre 1961 y 1989 cuando intentaban superar el Muro de Berlín para cruzar al otro lado.
Forma parte de la convicción del Gobierno de Israel de que la muerte de los otros es la mejor salida para sobrellevar el conflicto palestino.
Al otro lado de las vallas y controles, los palestinos tienen derecho a luchar contra el proyecto israelí de colonización que vulnera las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU en 1948 y 1967 para que se forme un Estado palestino.
La respuesta israelí sale de la boca del fusil de un francotirador porque, como decía un ministro, el Ejército tiene balas suficientes para todos.