Macron y su primer ministro han decidido suspender durante seis meses el aumento en el impuesto de los combustibles después de la revuelta contra el Gobierno, especialmente intensa en zonas rurales y pequeñas ciudades. La rectificación acerca un poco más a la actual Administración al modelo político tan habitual en las últimas décadas en Francia con la llegada de un nuevo presidente al poder: promesas de reformas estructurales, adopción de medidas concretas, fuerte reacción en la calle, caída de la popularidad del presidente, rectificación. A esta última ha sucedido en algunas ocasiones la destitución del primer ministro con la intención de salvar la reputación del jefe de Estado.
Se ha escrito mucho sobre la dificultad de aplicar impuestos medioambientales a unos ciudadanos a los que resulta difícil prescindir del vehículo particular. También de la crisis de credibilidad de muchos gobiernos de Europa occidental ante una opinión pública cada vez más impaciente ante un futuro de precariedad económica.
Luego, está el factor diferencial de cada país. En Francia, eso se traduce en una política fiscal de Emmanuel Macron que pretendía atraer a grandes fortunas con una política fiscal favorable hasta que los sectores sociales abandonados han decidido que ya han tenido suficiente. Financial Times:
Los manifestantes afirman que el aumento fiscal en los combustibles era la gota que colmaba el vaso con un presidente que llegó al poder con la promesa de ayudar a aquellos que habían quedado abandonados económicamente, pero que ahora dicen que ha favorecido a los ricos.
Incluso economistas que apoyan las reformas laborales de Macron y otras reformas estructurales critican la forma en que se han aplicado sus políticas fiscales, cuyo impacto inicial castigará a los hogares más pobres mientras hace más ricos a los ricos.
Aprobar una subida de impuestos indirectos no mucho tiempo después de reducir los impuestos directos al 1% no parece una medida que favorezca la cohesión social. No es extraño que sea entendida como una provocación que termine originando una coalición de enfurecidos por distintas causas dispuestos a salir a la calle y enfrentarse a miles de policías.
Ese porcentaje del 1% no es aproximado. Este gráfico del FT indica que son precisamente esos contribuyentes los más beneficiados por las medidas fiscales, que incluyen reducir el impuesto a las fortunas (ISF en sus iniciales en francés). El 20% de los hogares más pobres se verán además perjudicados por el recorte de las ayudas sociales, todo dentro de las decisiones tomadas para reducir el déficit presupuestario en línea con las órdenes de la Comisión Europea. Hay muchos de los manifestantes que reciben el nombre de ‘chalecos amarillos’ que están por encima de ese nivel bajo de ingresos, pero eso no quiere decir que no se vean afectados por una época de estancamiento de salarios de trabajadores o ingresos de los autónomos.
No es extraño que esta situación refuerce la imagen ya conocida de Macron como ‘el presidente de los ricos’.
Los disturbios de la pasada semana han hecho que Macron baje algún escalón de la posición arrogante que mantiene como monarca republicano. Nada está descartado ahora, ni siquiera la idea de reintroducir el ISF. «Si la medida que hemos tomado no funciona, no somos idiotas, la cambiaremos. Pero primero debemos estudiarlo», ha dicho el portavoz del Gobierno, Benjamin Griveaux.
La última encuesta de Ifop reduce a un 23% el nivel de apoyo a Macron en la opinión pública francesa. Los que rechazan su política son ya el 76%. El presidente pierde seis puntos con respecto al anterior sondeo y se coloca al nivel de François Hollande en el mismo momento de su presidencia. Del hundimiento tampoco se libra el primer ministro Édouard Philippe, que cae diez puntos hasta el 26%.
La oposición no escapa de este nivel de descrédito de la clase política, según este sondeo. Los partidos que tienen mejores números son La Francia Insumisa (34%) y Agrupación Nacional, el partido de Marine Le Pen (33%) que es el que más sube desde la encuesta anterior. Mucho más abajo están los dos grandes partidos del pasado, Los Republicanos (20%) y el Partido Socialista (10%).
La Francia airada ha perdido la confianza en los partidos, pero sobre todo en su presidente.