La rebelión argelina contra la reelección de Buteflika para un quinto mandato obtuvo su primer gran éxito con el anuncio del régimen de que el anciano, y probablamente incapacitado, presidente no volverá a presentarse. Las elecciones se han retrasado junto a una vaga promesa de reformas políticas profundas, por lo que en estos momentos Buteflika continúa siendo presidente de Argelia. Eso no es suficiente para el movimiento de protesta que el pasado viernes volvió a llenar las calles de Argel con una manifestación de centenares de miles de personas, a las que hay otras movilizaciones en otras ciudades del país.
Nadir Djermoune, arquitecta y profesora en la Universidad de Blida, plantea en Jacobin tres hipótesis sobre el futuro inmediato del país en función de las opciones con las que cuenta el régimen. La primera es la que supuestamente está descartada, pero no conviene fiarse:
1. «La coalición presidencial opta por la confrontación y mantiene a Buteflika como su candidato. Esto significaría que las elecciones no se celebrarían. De hecho, ¿cómo podrían tener lugar con el nuevo equilibrio de poder impuesto por la calle? Este resultado implicaría la intervención de los militares para establecer un estado de excepción que permitiera organizar la «transición».
2. «La dimisión (o retirada) de Buteflika antes de las elecciones. Esto crearía un vacío jurídico y supondría en la práctica que se cancelarían las elecciones. Serían retrasadas, incluso sin intervención militar».
3. «Existe la posibilidad de que se extienda la opción de una transición negociada a través de una conferencia nacional sobre la reforma constitucional, antes de que se celebren nuevas elecciones».
‘Le pouvoir’ (el poder) es el término con el que se refieren en Argelia al grupo de generales, políticos y empresarios que dirigen el régimen desde hace años. Un Buteflika de 82 años limitado por el infarto cerebral que sufrió en 2013 era su solución permanente de compromiso para la presidencia (esta foto de EFE es de abril de 2014). La intención inicial era que optara a la reelección sin importarles de que en el momento en que se presentaban los documentos para adquirir la condición de candidato él se encontraba en un hospital de Ginebra en un «chequeo médico» que se prolongó durante una semana.
En el Parlamento, ese poder se expresa a través de un pacto de cuatro partidos –al que Djermoune denomina la coalición presidencial– de los que el más importante es el Frente de Liberación Nacional, o lo que queda del histórico FLN que participó en la guerra de independencia.
El anuncio de la no reelección vino acompañado por el de la formación de un nuevo Gobierno. El primer ministro designado fue Noureddine Bedoui, que era hasta ahora ministro de Interior. El viceprimer ministro es Ramtane Lamamra, un consejero diplomático de Buteflika. Hombres del régimen que no suscitan ninguna confianza en la calle. Bedoui dijo que pretende formar un Gobierno de «tecnócratas» dando a entender que ese gabinete será temporal.
Al mantenerse la protesta, sus protagonistas indican que la retirada de Buteflika no vale por sí sola para poner fin a las movilizaciones. El intento del régimen por presentarse como única salvaguarda para que no se repita una matanza como la guerra civil que se inició en 1992 (la ‘década negra’), con no menos de 100.000 muertos, parece haber fracasado. Sirvió para que las manifestaciones de 2011, coincidiendo con la Primavera Árabe, fueran fácilmente controlables, pero no está ocurriendo lo mismo ahora. Con un 45% de habitantes con menos de 25 años, el recurso al pasado reciente no tiene tanto peso, en especial si esos jóvenes sufren un índice de desempleo superior al 30%.
«No estamos sólo contra el Gobierno. Estamos contra el Gobierno y todos los aspectos del sistema, tanto en el aparato económico como el industrial. Todas esas personas que nacieron dentro de los clanes del sistema y se hicieron ricos gracias a él», dijo a Al-Monitor el periodista Mahraz Rabia. Eso incluye al principal sindicato y la mayor asociación de empresarios.
Las fisuras en el sistema ya han comenzado a producirse. Hocine Kheldoun, un dirigente del FLN que fue portavoz nacional del partido, dijo que Buteflika «ya es historia» y que el FLN debe apoyar las reivindicaciones de los manifestantes. Un exministro comentó a Reuters que el presidente no tiene más alternativa que dimitir.
Si el régimen supiera quién puede defender sus intereses desde la presidencia, ya habría anunciado el nombre del candidato que sustituirá a Buteflika. No lo ha hecho, lo que hace pensar que las distintas fuerzas de ‘el pouvoir’ no han encontrado un nombre que les satisfaga a todas.
Varios de los candidatos a las elecciones presidenciales se retiraron antes del anuncio de Buteflika para apoyar a los manifestantes. Por ejemplo, el ex primer ministro Ali Benflis (que ya perdió antes dos elecciones ante Buteflika), el islamista Abderrazak Makri y la izquierdista Louisa Hanoune. Pocos quieren conceder ahora legitimidad al sistema político.
Quien sí se presentó fue el general retirado Ali Ghediri. En su caso, se combina un lenguaje crítico con el régimen al que da por finiquitado con las sospechas de que es cercano al general Mohamed Mediène, probablemente el militar más poderoso del país en los 90 durante la guerra como jefe de los servicios de inteligencia. Mediène, de 79 años, fue forzado a dimitir en 2015 cuando el Ejército y Buteflika impusieron su poder sobre el del espionaje argelino.
En las únicas imágenes de Buteflika distribuidas por el Gobierno a su regreso de la estancia en Suiza, se ve a un presidente con no muy buen aspecto y al general Ahmed Gaid Salah, jefe del Ejército desde 2004.
El general, de 79 años, ha medido sus declaraciones públicas durante las manifestaciones. Siempre ha apoyado a Buteflika, pero esta vez ha preferido no forzar la situación ni dar ningún paso que hiciera intuir una intervención militar inminente. Personas cercanas al jefe del Ejército se han ocupado de atacar a Ghediri destacando que su etapa activa como general no fue en un puesto relevante para alentar los rumores de que sólo puede ser un hombre de paja controlado por alguien más importante, alguien como Mediène.
Los generales no son el único centro de poder del régimen. Al mismo tiempo, es poco probable que se puedan dar pasos políticos trascendentales sin su apoyo.
La opción 1 que explicaba Nadir Djermoune supone un paso similar al que dio el Ejército egipcio con el derrocamiento de los Hermanos Musulmanes. Obligaría al régimen a forzar un consenso entre los sectores políticos que le han apoyado hasta ahora, a los que habría que sumar aquellos que formalmente se han mantenido en la oposición sin crear muchos problemas y a los que ahora se podría intimidar, como ocurrió en Egipto.
Pero un autogolpe o la represión masiva de las concentraciones serían malos para los negocios, incluidos los del hijo del general Ahmed Gaid Salah y de la casta dirigente. Hay muchos hombres con poder que tienen mucho que perder en Argelia.
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— Ennahar Tv النهار (@ennaharonline) 15 de marzo de 2019