Un debate sobre inmigración en el que el mejor mensaje sólo necesitó 20 segundos

La política parlamentaria española lleva a medio gas desde las elecciones de abril y mayo. Sólo ha despertado en los últimos días de agosto por uno de los asuntos que provoca más tensión y recelos en Europa –la cuestión migratoria– con la comparecencia de la vicepresidenta Carmen Calvo. Podía haber sido un motivo para salir de la sesión con ganas de cambiar de país. No lo fue, con la inevitable excepción del discurso racista de Vox.

El Gobierno no reiteró sus insinuaciones de semanas anteriores contra la ONG Proactiva Open Arms, que estuvieron en la línea de ataques similares, aunque más agresivos, que la extrema derecha europea dedica a las organizaciones que se dedican a salvar vidas. El PP y Ciudadanos criticaron al Gobierno, pero no cuestionaron la obligación que tienen los países europeos de rescatar a las personas que están a punto de morir en alta mar. Ninguna de sus portavoces utilizó la expresión «efecto llamada», lo que sí hizo Pablo Casado tras la llegada del ‘Aquarius’.

Quizá no parezca un logro excepcional. Podría haber sido peor. En otros países de la UE, lo es.

Calvo se presentó para dar cuenta de una situación no creada por el Gobierno, pero ante la que no reaccionó hasta que era inevitable. Dejó pasar el tiempo hasta que la situación límite del barco ‘Open Arms’, a causa de la negativa del Gobierno italiano, le forzó a ofrecerle refugio, primero en Algeciras y luego en Valencia. En ese momento, la Fiscalía italiana intervino en el asunto y se produjo un acuerdo entre países europeos por el que España acogerá a la extraordinaria cifra de quince personas.

«Me molestan los abanderados de la humanidad», había dicho el ministro José Luis Ábalos, «los que no tienen que tomar nunca una decisión». En realidad, los responsables del barco español sí tomaron varias decisiones. Volver a la costa italiana, donde no lo quiere ese Gobierno, rescatar a 124 africanos –perdón por la redundancia, 124 seres humanos– y esperar durante días en una situación que terminó siendo desesperada con algunos jóvenes saltando al agua para intentar llegar a nado a la isla de Lampedusa.

Parece que esos «abanderados» lo pasan mucho peor en un barco que los ocupantes de despachos con aire acondicionado.

Calvo no entró en una deriva de ese tipo. Defendió el principio de rescatar a los migrantes en peligro de muerte («si todas las vidas son iguales, lo son también todas las vidas de los migrantes»). Presentó como aval el trabajo constante de Salvamento Marítimo en el sur de España. No admitió ataques demagógicos con los migrantes menores de edad que se encuentran en España, que cifró en unos 14.000: «Para este Gobierno, primero son menores y luego son migrantes».

«Nadie (en el Gobierno) ha demonizado el trabajo de las ONG», dijo Calvo, lo que es un avance con respecto a la opinión personal de Ábalos. También precisó que «el rescate debe ser público», responsabilidad de los estados. Eso es cierto, pero la actitud del Gobierno italiano y de su ministro de Interior, Matteo Salvini, han dejado un agujero en el centro del Mediterráneo. Proactiva Open Arms ha decidido presentarse allí, porque la alternativa es permitir que muera más gente.

Era el día de los estrenos parlamentarios de las portavoces de PP y Ciudadanos. El duelo entre Cayetana Álvarez de Toledo e Inés Arrimadas es uno de los escenarios a los que hay que prestar atención en lo que dure esta legislatura por ser un símbolo de la disputa por hacerse con el control del territorio de la derecha. Ahí tiene algo de ventaja Toledo, que no tuvo ningún problema en empezar su intervención insultando a Calvo, o como mínimo burlándose de ella. Se refirió a todas las veces «a lo largo de su trayectoria que ha ofendido a los españoles, al diccionario, la inteligencia, incluso la Wikipedia». Hola, me llamo Cayetana y te voy a arrancar la cabeza.

Todo esto porque le había molestado que Calvo presumiera de los rescates hechos por Salvamento Marítimo y de lo que se hizo con el Aquarius. Desarrolló la singular teoría de que «el sanchismo y el salvinismo son las dos caras de la misma moneda porque utilizan a los migrantes para ganar votos». Como si los votos nunca hubieran pasado por la mente de los dirigentes del PP cuando hablaban de inmigración en la última década. ¿Hacen algo los partidos sin pensar en el apoyo que les genera, en especial en las urnas?

Pero Toledo no tuvo dudas sobre el tema central de la discusión: «Un barco a la deriva debe asistirse siempre».

Arrimadas también fue clara sobre ese punto, que está en la base de la actuación de las ONG como Proactiva o Médicos sin Fronteras y de su petición de ayuda cuando necesitan llegar a un puerto. Rescatar a los barcos es «algo que para nosotros no tiene discusión», dijo la portavoz de Cs. Por esa misma razón, lo que no hizo Arrimadas fue referirse a su compañero de partido Marcos de Quinto que publicó el tuit racista del mes insultando a los desesperados migrantes del ‘Open Arms’ al llamarlos «bien comidos». Quién querría acercarse a mensajes más propios de las conspiraciones promovidas por Vox.

Inés Arrimadas incidió en un tema favorito de la derecha cuando se habla de la inmigración. La culpa es de las mafias, como si los migrantes arriesgaran su vida durante meses o años en su peligroso trayecto a lo largo de varios países africanos porque existen las mafias, y no al revés. «Lo que hay detrás de este drama humano son las mafias», dijo y luego insistió en ello.

La mejor respuesta que recibió vino de Ana Oramas. «Detrás del drama de la inmigración, no están las mafias», le dijo la diputada de Coalición Canaria. «Están los campos de la muerte de Siria y el hambre. Están los millones de refugiados en Jordania y Turquía, donde Europa no está cumpliendo. Está el hambre y la sequía, y que cuando una mujer se mete (en un barco) con su chiquillo, con su bebé, imagínese lo que deja detrás».

Arrimadas asentía desde su escaño al escuchar a la diputada canaria. Una y otra vez. Daba la impresión de que admitía de que la diputada canaria tenía razón.

Oramas no necesitó más que veinte segundos para dejar claro por qué es absurda la idea que se escucha en tantas ocasiones de que si fuera posible acabar con las organizaciones que se lucran con el desplazamiento por mar de esas personas, se terminaría la inmigración irregular. De hecho, no es absurda. Es una estupidez descomunal que no se basa más que en los prejuicios de la gente que vive en países ricos. El tipo de personas que piensan que, a pesar de lo que enseña prácticamente toda la historia de la humanidad, la inmigración es algo que se puede controlar o incluso eliminar.

A veces, los políticos no necesitan mucho tiempo para justificar su sueldo. A Oramas, con veinte segundos le vale.

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