Esta animación con mapa del NYT explica los acontecimientos ocurridos en Siria en las últimas semanas que han permitido a Erdogan expulsar a las milicias kurdas y árabes del norte del país, al Gobierno sirio recuperar una gran porción de territorio y confirmar la posición de Rusia como la potencia extranjera más influyente sobre el terreno.
EEUU contaba con 2.000 soldados en el norte, una intervención reducida en número de efectivos, pero que le permitía, gracias a su pacto con las milicias kurdas, mantener una importante influencia en los acontecimientos. La situación era de cierto empate estratégico que impedía Damasco aumentar su control territorial. La decisión de Donald Trump de dar luz verde a la última ofensiva turca cambió todo esto. Aún queda por saber cómo se concretará el último paso de Trump con su intención de mantener fuerzas en la zona este del país en torno a los campos petrolíferos existentes allí.
Sin acceso a los fondos por la extracción de ese petróleo, el Gobierno sirio se queda sin el dinero que necesita para afrontar la reconstrucción del país, pero políticamente supone ciertas ventajas para Asad. En unas declaraciones a la televisión de su país, el presidente sirio ha dicho que Trump es «el mejor presidente posible» a causa de su «total transparencia» a la hora de dejar claro su deseo de controlar el petróleo sirio. Eso muestra, según Asad, que EEUU se comporta como la típica potencia colonial que más tarde o más temprano tendrá que abandonar Siria, tal y como pasó en Irak.
Asad se muestra realista sobre los límites de la expansión del poder de su Gobierno en las zonas controladas hasta ahora por las milicias kurdas. De hecho, no exige que estas milicias entreguen sus armas al Ejército ahora mismo, pero «el objetivo final es que se vuelva a la situación anterior, que es el control total por el Estado».
Abandonados por EEUU, las milicias kurdas están abocadas a negociar un acuerdo permanente con Damasco en el que el Gobierno tendrá más posibilidades de imponer su autoridad si hace concesiones a los kurdos sobre un cierto nivel de autogobierno en esas zonas. Los rusos e iraníes se ocuparán de convencer a Asad de que es el momento adecuado para cortar de raíz cualquier posibilidad de que en el futuro los kurdos vuelvan a aliarse con Washington.
El objetivo último del Gobierno sirio es recuperar el control de la provincia de Idlib, dominada ahora por varios grupos insurgentes de los que el más importante es el que hasta hace un año estaba asociado con Al Qaeda. Las relaciones de Rusia y Turquía son el factor decisivo en cualquier estrategia que pase por debilitar a esos grupos antes del asalto final.
Esta semana, representantes del Gobierno sirio, algunas organizaciones de la oposición, en su mayoría sostenidas por Turquía, y de la sociedad civil se reunieron en Ginebra en una ronda de contactos que continúa el proceso iniciado en Astana, apadrinado por rusos, turcos e iraníes. El objetivo es llegar a un acuerdo sobre la futura Siria que saldrá de la guerra. EEUU y la UE tuvieron un papel menor en los contactos anteriores y no parece que eso vaya a cambiar mucho.
Fabrice Balanche, profesor francés y experto en Siria, es de los que creen que Rusia puede utilizar en su beneficio la presencia militar turca en el norte del país: «La presencia turca concede a los rusos capacidad de presión sobre el régimen (sirio). Es similar en parte a la estrategia de Moscú en el Cáucaso, donde hay conflictos estabilizados sobre territorios en disputa. Rusia juega el papel de ‘mediador útil’ entre los ocupados y los ocupantes. Rusia tampoco quiere que Turquía abandone el norte de Siria, porque ve a Turquía como su caballo de Troya en la OTAN. Mientras Turquía esté en Siria, su cooperación militar con Rusia debe continuar», dice en esta entrevista.