En una escala de cero a diez, cuando el ambiente político está muy crispado, Rafael Hernando roza el once. Hay personas que están metidas en el noble arte de la política para redactar leyes, defender ideas o criticar las del adversario. Otros desarrollan una larga carrera haciendo de extras con frase de la ‘boda roja’, es decir, para apuñalar al enemigo entre los omoplatos hasta que se les canse el brazo. El senador del PP decidió hace tiempo que esa era su vocación.
En estos días en que el PP ha decidido centrar sus ataques en Pablo Iglesias, estaba claro que Hernando se iba a superar. Con algo de confusión, eso sí. En un tuit del miércoles, dedicó una breve lista de improperios al vicepresidente con uno que destacaba sobre los demás: «Usa a mujeres al estilo Bernstein».
¿Bernstein? ¿El compositor Leonard Bernstein? ¿El periodista Carl Bernstein? Poco probable. Veamos si es que se equivocó con el apellido. ¿Jeffrey Epstein, el multimillonario condenado por delitos sexuales y que se suicidó en 2019 tras ser detenido en una segunda ocasión y procesado por abusos sexuales a menores? ¿Harvey Weinstein, el productor de cine condenado a 23 años por violación y abusos sexuales?
Va a ser uno de estos dos últimos. En la política española, cabe todo hasta acusar a tus adversarios de los más graves delitos sexuales básicamente porque sí, porque te apetece. Luego siempre puedes decir que era una metáfora o que te han malinterpretado. Si a ti se te ocurre decir algo así en tu centro de trabajo, estás despedido antes de acabar la frase.
Es Vicepresidente de Sánchez, está ilegalmente en el CNI, usa a mujeres al estilo Bernstein, persigue a periodistas no afectos y ha llevado su cloaca a la Mesa del Consejo de Ministros con el aval del dr. Fraude
Ni él podía llegar a más ni España a menos
— Rafael Hernando (@Rafa_Hernando) July 8, 2020
Después de consumir los temas de la manifestación del 8M y el número de muertos en la pandemia –eso no impide que se retomen más adelante si resulta conveniente–, el PP ha decidido que hemos entrado en la semana de los ataques de Pablo Iglesias a los periodistas. Es un partido metódico. No conviene gastar toda la munición a la vez. Hay que dosificarla. La campaña cuenta con la colaboración involuntaria de Podemos, al que siempre le ha encantado hablar en público de los medios de comunicación, mientras el PSOE ve la pelea desde la barrera sin saber muy bien en qué puede beneficiar al Gobierno todo este escándalo veraniego.
No es que esté prohibido criticar a los medios –algunos periodistas creen que sí por razones desconocidas–, pero tiene sus inconvenientes. El PSOE lo sabe bien, porque recuerda lo poco que le sirvió a Felipe González entrar en esas guerras que al final tienden a convertirse en algo personal. Zapatero se lo tomó con mucha más calma. Tampoco es que le fuera muy útil. Le llamaban de todo y lo que hizo fue tener una muy buena relación personal por ejemplo con Pedro J. Ramírez y conceder a las televisiones privadas el mayor regalo económico que podrían desear: la eliminación de la publicidad en TVE. La ofrenda fue tan inmensa que casi debería haber aparecido fiscalmente como donación.
Iglesias sostiene que hay una estrategia promovida por la derecha para sacar a Podemos del Gobierno. A eso, se podría responder en plan gamberro: no shit, Sherlock. Se basa no ya en la discrepancia ideológica que obviamente existe, sino en la idea, correcta o equivocada, de que esa es la forma más rápida de cargarse al Gobierno y provocar elecciones anticipadas. De todas formas, si el PP ya ha acusado a Pedro Sánchez poco menos que de causar la muerte de miles de españoles en la pandemia, todo lo demás queda un poco diluido en la comparación. ¿Qué hay peor que llamarte asesino múltiple? ¿Decir que tus modales en la mesa dejan mucho que desear?
El PP también ha tildado a Iglesias de responsable político de la muerte de miles de ancianos en las residencias. La responsabilidad de la gestión de esos centros reside en los gobiernos autonómicos y la prioridad del partido es salvar la reputación de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad donde el número de fallecimientos ha sido más terrible. La acusación se contradice con las muchas medidas tomadas por Ayuso sobre las residencias, como quitar las competencias al consejero de Políticas Sociales o enviar unas polémicas instrucciones a los hospitales, pero el PP no tiene la intención de que la realidad se interponga ante sus argumentarios.
Fernando Simón podría decir a Iglesias en relación a los ataques personales: ponte a la cola, al fondo hay sitio. Salvador Illa, lo mismo.
En el mitin de Bilbao del lunes, el vicepresidente se refirió a los «cañones mediáticos» del PP, lo que recuerda al concepto de «Brunete mediática» que se popularizó en los tiempos de Felipe González y que Luis María Ansón vino a confirmar unos años más tarde. Pero antes el partido, a través de Pablo Echenique, había puesto nombre a algunos periodistas, como Vicente Vallés de Antena 3, para mover en Twitter un vídeo de un nuevo medio de comunicación que tiene todo el aspecto de haber sido promovido por Podemos con la intención de atacar a otros medios, además de a la oposición.
La última ofensiva contra Podemos tiene que ver con el caso del robo del móvil a Dina Bousselham en 2015, entonces asesora de Iglesias, cuya tarjeta de datos acabó en manos de dos periodistas de Interviú que se la pasaron a sus jefes y al comisario Villarejo. Su empresa se la entregó a Iglesias y este no la devolvió a su dueña hasta pasados varios meses cuando ya había sido dañada para que no se pudieran extraer más datos. Cuando se supo que algunos pantallazos de mensajes de Iglesias en ese móvil habían sido enviados por Bousselham a otras personas, no a Villarejo precisamente, el caso judicial quedó un tanto desbaratado. Pero el magistrado decidió que ahora tenía un caso contra Iglesias en un giro de la trama típico de la Audiencia Nacional, lo que quiere decir que se mantendrá vivo durante muchos meses aunque tenga poco futuro jurídico. El PP no es un partido que desperdicie estos regalos.
Tampoco fueron muy remilgados los periodistas que recibieron una parte del contenido robado de esa tarjeta del móvil de manos de Villarejo y que la utilizaron sin inmutarse. Sin inmutarse no, entusiasmados. Podemos ha hecho circular algunos de esos nombres, porque siguen estando en la pomada publicando artículos para intentar hacer ver que todo el caso del robo de la tarjeta de móvil es una conspiración montada por Iglesias. Son los que siempre defendieron a Villarejo hasta que resultó materialmente imposible seguir haciéndolo. Una periodista de El Mundo dio los nombres de dos –obviamente, uno era Eduardo Inda–, cuando preguntó en la rueda de prensa del Consejo de Ministros por los ataques dirigidos por Podemos. Como si fueran unos héroes de la profesión injustamente atacados. Los héroes de Villarejo.
Pablo Casado ha dicho que suscribe la muy conocida frase de Thomas Jefferson que dijo que prefería un país con periódicos y sin Gobierno a otro con Gobierno y sin periódicos. No hay que tomárselo al pie de la letra. Jefferson también dijo que «un hombre que no lee nada está mejor educado que un hombre que sólo lee periódicos». Otra frase en una carta que envió a un amigo: «No se puede creer nada de lo que se ve en los periódicos. La misma verdad se convierte en sospechosa cuando aparece en ese vehículo contaminado». Como norma general, debemos creer que cuando un político comparte la primera frase de Jefferson está mintiendo, porque en realidad su opinión está más cerca de la reflejada en las citas posteriores.
Ahora que se lleva tanto en el PP denunciar los señalamientos, como se les llama ahora, hechos por Iglesias como un crimen de lesa democracia, lo mismo llaman la atención a Cayetana Álvarez de Toledo, que acusó a La Sexta de «hacer negocio con la erosión de los valores de la democracia». Eso quedó poco jeffersoniano, por la primera cita.
La forma un tanto relajada con la que Iglesias habló de los insultos a políticos o periodistas en la rueda de prensa del martes («creo que hay que naturalizar que en una democracia avanzada cualquiera que tenga presencia pública o cualquiera que tenga responsabilidad en una empresa de comunicación o en la política, lógicamente están sometidos tanto a la crítica como al insulto en redes») no le va a hacer ganar muchos amigos, excepto quizá en su partido, ni le va a conseguir apoyos en el PSOE. Rafael Hernando diría que él lleva ‘naturalizando’ todo eso desde hace tiempo.
Lo que sí es cierto es que para un periodista hay algo peor que los insultos (pónganse cómodos en los comentarios, están en su casa), y es perder el empleo por las presiones de un partido político. Esos son los señalamientos que hacen más daño.
El partido de Casado tiene un largo historial de periodistas ejecutados de forma sumaria a causa de sus amables recomendaciones, que además se han hecho siempre de forma discreta, excepto con los periodistas de TVE a los que se ha amenazado en público sin ningún problema. La acción más efectiva es la que se hace con llamadas al consejero delegado. Algunos como José Antonio Zarzalejos, Esther Palomera, Luis Fernández, Germán Yanke o Jesús Cintora tuvieron la oportunidad de comprobarlo. La lista es mucho mayor, y menos conocida, en medios locales o regionales, donde los cadáveres de periodistas a los que nadie insultó en redes sociales fueron enterrados en fosas comunes laborales que ya estaban bastante llenas. Y eso ocurrió cuando alguien con mando en plaza llamó al medio para advertir que esa publicidad institucional tan jugosa iba a desaparecer si ese periodista continuaba escribiendo lo que publicaba.
Mientras tanto, todas las opiniones sobre si está bien ‘señalar’ a periodistas por su nombre está sirviendo al PP para sostener que la mafia policial que operó en el Ministerio de Interior dirigido por Jorge Fernández Díaz para atacar a los rivales políticos del PP es poco menos que un invento de Iglesias, cuando su existencia ha sido sobradamente probada por este y otros medios.
Ocurre con frecuencia en política que si te insultan, si tus rivales entran en estado de histeria, es una señal de que vas por buen camino y que la vida te sonríe. Esa es una idea demasiado revolucionaria como para que eche raíces en España.