Hace unos días, Angela Merkel tiró de números para insistir en la necesidad de medidas más drásticas contra el coronavirus: «En verano, a finales de junio y comienzos de julio, teníamos 300 nuevas infecciones diarias y ahora tenemos días con 2.400 infecciones. Eso significa que en julio, agosto y septiembre, en tres meses, el número de infecciones se ha doblado tres veces, de 300 a 600, de 600 a 1.200, de 1.200 a 2.400. Si eso ocurre en los próximos tres meses, en octubre, noviembre y diciembre, entonces pasaríamos de 2.400 a 4.800 diarios, de 4.800 a 9.600, y de 9.600 a 19.200». A día de hoy, las cifras de contagios no son aún alarmantes en Alemania a diferencia de España y en especial de la Comunidad de Madrid. ¿Cuál es la respuesta en Madrid? El Gobierno de Isabel Díaz Ayuso sostiene que la situación está bajo control y que está mejorando. Sobre la presión del Gobierno central para ampliar las restricciones, el PP madrileño dice que sólo van a provocar «el caos».
El negacionismo en la pandemia no exige sólo afirmar que las cosas no están mal. Como se ha visto en EEUU con la Administración de Donald Trump, la estrategia obliga a criticar a los que opinan lo contrario y denunciarlos como derrotistas, gente que pretende destruir la economía o sencillamente políticos que lanzan conspiraciones sobre el coronavirus para socavar la confianza en el Gobierno.
Este viernes fue otro día en que el Gobierno de Díaz Ayuso metió más carbón en la caldera de su campaña para presentarse como víctima de los oscuros designios de Moncloa. Ante la decisión del Ministerio de Sanidad de restringir por decreto los desplazamientos entre ciudades que cumplan una serie de condiciones negativas, lo que en el caso de Madrid supone tener las peores cifras de Europa, la respuesta ha sido destacar que son innecesarias y que perjudicarán seriamente a la economía.
El Gobierno autonómico ha recurrido ese decreto ante la Audiencia Nacional –a lo que tiene derecho como Administración–, pero además lo ha hecho con un mensaje alarmista. Como gritar fuego en mitad de un cine. «Vamos a intentar paliar el caos que está generando el Gobierno (central) en Madrid», dijo el viernes su consejero de Justicia, Enrique López. La palabra ‘caos’ se repitió varias veces en la rueda de prensa, aunque la única confusión creada ha sido la provocada por los conflictos entre gobiernos, que ya está claro que es la gran excepción española en esta crisis global. Por lo demás, ni el consejero de Justicia ni el de Sanidad dejaron claro qué van a hacer ellos para impedir ese supuesto ‘caos’.
Los titulares afirman que se cierra Madrid, pero no están contando toda la verdad. Las excepciones son tantas que es casi una broma comparar la nueva situación con lo ocurrido en primavera. Las personas que trabajan en un municipio distinto al suyo podrán seguir haciéndolo. Lo mismo para llevar a sus hijos al colegio, además de otras excepciones que ya existían en los meses de abril, mayo y junio.
Lo que no podrán hacer es desplazarse a su segunda residencia o aprovechar el puente del Pilar para hacer turismo por España. Eso es lo que parece preocupar más al PP, el tema por el que habla de la conculcación de derechos fundamentales. Lo de no morir en la pandemia –y la obligación de un Gobierno de preocuparse por la salud pública– es un asunto menor. Esas cosas que sólo molestan a los pobres.
Los consejeros de Justicia y Sanidad destacaron las pérdidas económicas que sufrirá Madrid por las nuevas restricciones: 8.000 millones en un mes. La cifra era de 5.600 millones en dos semanas, según dijo el ABC el día anterior. Es probable que vaya cambiando en los próximos días en función de las necesidades políticas. También se podría afirmar que ha sido la falta de medidas más enérgicas en agosto y septiembre, incluida la contratación de rastreadores, la que va a provocar esas pérdidas.
La realidad es que si no controlas la pandemia, y España no lo está haciendo, no te quedará economía a la que proteger. Miguel Otero, analista del Real Instituto Elcano, destaca un estudio de McKinsey que «muestra cómo las economías que intentaron reducir el contagio al máximo desde el principio sufrieron menos daño económico, mientras que las que más sufrieron son las que quisieron bailar con el Covid». Y algunos quieren que siga el baile y se molestan si cortan la música.
En ese ambiente en que lo importante es que el calamar suelte toda la tinta que lleva encima, nadie podía superar a Díaz Ayuso. Mientras se celebraba la rueda de prensa de sus consejeros, soltó un tuit para solaz de su parroquia. «Desde mañana podrás llegar a Madrid desde Berlín, pero no desde Parla. Gracias por el caos, Pedro Sánchez». Sólo ella es capaz de incluir tanta confusión –¿se le podrá llamar caos?– en una sola frase. Las salidas desde varias zonas de Parla están ya restringidas por una decisión anterior del propio Gobierno madrileño. ¿Desde Berlín? Este sábado, sólo hay un vuelo directo desde Berlín a Madrid y el lunes, ninguno. Las demás opciones son con escalas, lo que indica que no hay mucha demanda para volar entre dos de las ciudades más importantes de Europa. Pero dentro del cerebro de Ayuso, los aviones despegan uno tras otro desde la capital alemana (33 casos por 100.000 habitantes en los últimos siete días) para poner en peligro a los muy sanos madrileños (234 en ese periodo de tiempo).
Quizá el caos se produciría si los madrileños decidieran volar en masa hacia Berlín. El pánico entre los alemanes sería tal que acabarían todos en Polonia, no para invadirla esta vez. El enfermo de Europa vive en Madrid en estos momentos.
Forma parte de la obsesión personal de Díaz Ayuso afirmar que el mayor problema de Madrid está en Barajas, pero no en la propia comunidad. En eso, la presidenta no cambia de argumento, aunque haya sido desmentido por los hechos. No se puede decir lo mismo de otras obsesiones del PP, que van cambiando para ajustarse a sus necesidades. «La competencia en pandemias es del Estado», ha dicho Pablo Casado en varias ocasiones (por Estado el PP siempre entiende el Gobierno central). Ahora el Gobierno madrileño recurre a los tribunales para denunciar la invasión de sus competencias por el Estado, competencias, que al menos según la teoría de Casado, no tiene. No hay manera de entenderse, pero esa es la idea. El caos como forma de comunicación política.
La OMS reconoce no saber qué está fallando en España y eso que lleva semanas analizándolo. Debería pasar más tiempo en Madrid.