Olivier Roy pasa revista a varias de las medidas que Emmanuel Macron pretende que el Parlamento apruebe en su ley contra el islamismo político. En un artículo en El País, destaca algunas de las contradicciones del discurso oficial sobre la radicalización religiosa y el paso a la violencia terrorista.
«Basta enumerar las medidas previstas para comprender el abismo que hay entre las dos cosas. La ley quiere prohibir la educación en el hogar y tener un control estricto de los colegios religiosos privados. Quiere prohibir la poligamia y los certificados de virginidad. Muy bien. Demos la vuelta a la pregunta: si se hubieran tomado estas medidas hace 20 años, ¿nos habríamos ahorrado atentados terroristas? La respuesta, vista la trayectoria de los implicados, es no. Todos los que han cometido atentados en Francia proceden de la escuela pública; ninguno se educó en casa ni procede de una familia polígama. En cuanto a los “certificados de virginidad”, no veo la relación con el terrorismo: las jóvenes radicalizadas y activas (cuyo número va en aumento desde 2012) no son nunca modelos de virtud (todas suman parejas y maridos). Además, ninguno de los autores de atentados en Francia posee una formación religiosa adquirida en un colegio religioso o una mezquita. Ninguno procede de las asociaciones de musulmanes conocidas. Son individuos que se han radicalizado con un pequeño grupo de ‘colegas’, a menudo, hermanos, y que buscan en Internet los textos y las imágenes que alimentan su rebelión. Es dudoso que el contacto con un ‘imán moderado’ hubiera podido desviarlos de su búsqueda de lo absoluto. Por otra parte, desde 2016, los autores de atentados son personas aisladas, que viven al margen de cualquier comunidad musulmana y entre los que hay muchos conversos».
Macron presume de que su ley permitirá una defensa activa de los llamados valores de la República, entre los que está el laicismo. Roy destaca que la laicidad no se incluyó en la Constitución hasta 1946: «No hay un vínculo entre la forma republicana del Estado y un sistema de valores».
Al igual que intentó Sarkozy, Macron afirma que los ciudadanos franceses, con independencia de sus ideas, deben defender los valores republicanos. Pero, comenta Roy, la laicidad no es un valor, sino un principio jurídico. Es decir, hay que respetarla porque está en las leyes, que aprueba el Parlamento. Los valores no son artículos de fe que se puedan forzar sobre los ciudadanos.