Varios políticos y altos cargos han tenido que dimitir por distintos errores a lo largo de la pandemia. Pocos habrán demostrado el nivel de descaro del consejero de Salud de Murcia, que ofreció el miércoles la frase que debería colocarle en todos los manuales sobre cómo no afrontar una crisis de estas características. «Mis documentos ponen que soy médico. No político, ¿entiende?», dijo Manuel Villegas en una rueda de prensa catastrófica. Gracias a una información del diario La Verdad, se había sabido que se vacunó en secreto, junto a decenas de altos cargos y funcionarios de su departamento. Hubo barra libre en la Consejería para apuntarse. Al saberse, pidió disculpas de aquella manera y se negó a dimitir. El número dos del PP, que es también de Murcia, lo respaldó. El presidente de la Comunidad enmudeció durante más de ocho horas.
En el día en que se celebró otra reunión del Consejo Interterritorial de Salud, cuando los gobiernos autonómicos iban a presionar al Gobierno con el fin de tener más capacidad para adoptar medidas drásticas, el Partido Popular ofreció un auténtico regalo a Moncloa y Sanidad. El principal partido de la oposición mostró una evidente ceguera en un caso de privilegios evidentes.
Villegas es médico, con amplia experiencia en cardiología, pero tuvo acceso a la vacuna por ser el mayor responsable político de la sanidad murciana. Podría argumentarse que ministros y consejeros realizan una labor esencial, siempre que se explique bien y se restrinja esa condición a un número concreto y conocido de personas. Poco que ver con el festival de la jeringuilla que se celebró en Murcia.
«La gente que se ha vacunado es la gente que ha querido vacunarse» (en la Consejería), explicó Villegas. En total, unas 400 personas de la lista VIP murciana. Y mientras, el ciudadano piensa que hay que esperar a que te llamen.
Algunas de las explicaciones del consejero eran de esas que hay que leer más de una vez para asimilarlas: «Es difícil decidir quién es esencial y quién no en la lucha contra la pandemia». Hay un protocolo nacional de vacunación y está bastante claro. La vacunación está reservada en la primera fase al «personal que de manera específica realiza actividades que exigen contacto estrecho con personas que puedan estar infectadas por SARS-CoV-2». Los políticos no están en esa categoría. El personal de centros sanitarios y residencias, sí.
Una vez que el PP se había hecho todo el daño posible, Villegas presentó a media tarde la dimisión. Antes, García Egea había negado la evidencia –y eso que él corrió a contar en Twitter hace unos días que unos alcaldes socialistas se habían vacunado–, la dirección nacional del partido se mantuvo en un silencio avergonzado y el PP murciano denunció «una cacería política de partidos que tienen mucho que callar». Su socio en el Gobierno, Ciudadanos, no se calló y definió como «una forma de corrupción política» lo que había hecho el consejero.
Fue otro día en que muchas comunidades, incluidas varias gobernadas por el PP, reclamaron margen para endurecer las medidas contra la Covid. El Gobierno ya dijo en su momento que las CCAA podían ir más lejos, pero el decreto del estado de alarma es el que es. No es lógico que un obstáculo jurídico se convierta en infranqueable si se puede enmendar y votar en el Congreso.
El ministro de Sanidad dijo que se van a estudiar esas peticiones. No sonó muy convencido. «No se trata de añadir medidas de golpe, sino de aplicar bien las que se han adoptado y esperar a que surtan efecto», dijo Salvador Illa.
El gran aumento de contagios en las últimas tres semanas no permite tener mucha paciencia. Volvemos a estar en una situación de emergencia. Si en una semana no se frena la deriva alcista, el ministro tendrá que dar unas cuantas explicaciones, y no le va a ser fácil. Es posible que la ampliación del toque de queda no sea la medida milagrosa que creen algunos, pero ¿cómo casa vetarla con la insistencia de Moncloa de que son las CCAA las que llevan la iniciativa?
La Comunidad que no estaba interesada en ir por esa línea fue –como era de esperar– Madrid. Otra vez Madrid se desmarcaba de la posición de otros gobiernos del PP. Isabel Díaz Ayuso ya había marcado a fuego que no le interesa la idea de restringir el acceso a los locales de entretenimiento por las sospechas de que están aumentando la propagación de la enfermedad. «Para arruinar aún más a la hostelería en España, conmigo que no cuenten», dijo.
Eso dejó en el barro a sus colegas de otras CCAA que han tomado o van a tomar medidas sobre bares y restaurante. Gracias a su amiga Isabel, los hosteleros de esas zonas les acusarán de ser el motivo de su ruina.
Con la pandemia descontrolada, el derecho a tomar una cerveza en Madrid se coloca por encima de la imperiosa necesidad de reducir los contagios.
Ayuso está más interesada en hacer propaganda de su hijo más querido, el hospital Isabel Zendal. El lunes, improvisó una visita al centro para hacer una declaración sin preguntas de corte dramático. Fue un toque de trumpismo en estos días finales del poseedor del copyright de ese estilo en el poder. Evidentemente, denunció una campaña de desprestigio y noticias falsas. Alegó que los pacientes están «sugestionados» por las noticias negativas y acusó a las redes sociales de «machacar psicológicamente» a los enfermos.
Para este miércoles, reclutó la ayuda del ABC, que, como buen soldado, dedicó su portada al hospital, con la noticia de que ya ha atendido a 800 pacientes. El director del periódico tituló su artículo ‘El hospital de Ayuso’, porque a estas alturas no merece la pena disimular. Defendió al Gobierno madrileño «al que se le echaron encima supuestos profesionales que no eran más que cuatro liberados sindicales y activistas de la progresía». Es típico de los que hacen la labor de fans de un Gobierno acusar a los críticos de ser cuatro gatos resentidos que no pegan ni golpe.
Es una forma de despreciar por ejemplo a cerca de 30 profesionales sanitarios que no quieren ser trasladados al Zendal con los que habló Isabel Valdés, periodista de El País. Ya tienen mucho trabajo en sus centros, donde forman equipos compenetrados, y lo que saben del nuevo hospital no les tranquiliza: «Este lunes no hubo dexametasona durante toda la mañana, el fármaco más usado por los profesionales y el único, hasta ahora, que ha demostrado reducir la mortalidad entre los pacientes muy graves».
Los ‘supuestos profesionales’ pelean para salvar vidas todos los días. No quieren más homenajes, sino medios y, si no es mucho pedir, que no les insulten.