Siempre es bueno saber qué nos jugamos en unas elecciones. Por si a alguien se le olvida, los candidatos insisten mucho en recordarlo. A Ángel Gabilondo se le ocurrió en el debate del miércoles poner sobre la mesa una razón que pocos tendrían en la cabeza: «El 4 de mayo no vamos a decidir con quién nos vamos a tomar algo». Es un punto de vista razonable. La gente tiene un montón de ganas de irse de bares, pero no hasta el extremo de quedar con el catedrático para que le comente lo último de Hegel. Para cuando el interlocutor se entere de que no está hablando de alguien que juega en el Bayern de Múnich, han echado toda la tarde. Gabilondo no es el tipo de persona con prisa por contar las cosas.
En el quinto día de la campaña, el candidato socialista se despertó decidido a comunicar un nuevo mensaje. O le llamaron de Moncloa para alertarle. Se acabó eso de tontear con Ciudadanos y de poner caras largas ante lo que se percibía como el «extremismo» de Pablo Iglesias. De repente, todo estaba más claro. «En el debate constaté claramente que Ciudadanos ha vuelto a optar por el Partido Popular, por que Ayuso sea presidenta», dijo en un acto electoral en Alcalá de Henares. Breaking News. Tremenda sorpresa. No se podía saber.
En realidad, llevan diciéndolo desde el primer día, incluso antes del inicio de la campaña, una vez que se recuperaron del susto por la convocatoria anticipada de elecciones. El partido de Inés Arrimadas se apresuró a dejar claro que lo de Murcia era un caso aislado y se comprometió con el PP a mantener los pactos en Andalucía, Castilla y León y el Ayuntamiento de Madrid. Cuando vio que la furia de Ignacio Aguado era incontenible por la jugada que le había hecho el PP –»Díaz Ayuso quiere ser la Reina Sol y juega con la vida de las personas», dijo a mediados de marzo–, Ciudadanos procedió a deshacerse de él rápidamente ofreciendo su cuerpo sin vida a Ayuso como promesa de buena conducta. Luego, se olvidó de los consejeros del partido en el Gobierno regional al elaborar las listas. Y comunicó que su aspiración consistía en repetir el Gobierno de coalición al que Díaz Ayuso había puesto fin.
Como era de esperar por la extracción sociológica del votante de Cs en Madrid, la última encuesta del CIS confirma que como mínimo la mitad de sus votantes irá al PP y el segundo contingente en número se refugiará en la abstención. El caudal de votos que podría recalar en el PSOE sería mínimo. Con el objetivo de alcanzar el 5% de los votos y entrar en la Asamblea, Ciudadanos intenta reducir sus fugas hacia el partido de Ayuso. Mostrarse abierto a pactar un Gobierno con el bloque de izquierdas no sería una forma inteligente de conseguirlo.
Gabilondo explicó el giro con la forma confusa que le caracteriza. Resulta llamativo que una persona con décadas de experiencia de profesor cuente las cosas como si las estuviera pensando en ese momento: «Hasta aquí llegan todos nuestros intentos por lograr también aproximaciones con las dos manos en todas las direcciones», dijo. «Casi empezamos una nueva orientación propiciada por este ‘no’ de Ciudadanos», siguió hablando, antes de dirigirse, ya de forma más directa, a «toda la izquierda» para sumar los votos que permitan elegir un nuevo Gobierno.
En un intento de presentar una rectificación como una hábil jugada política, el PSOE negó que se trate de un giro haciendo circular la versión de que todo estaba previsto. Esta es la respuesta de costumbre que los periodistas suelen recibir con altas dosis de escepticismo. Nadie va a reconocer que ha quemado varios días de campaña persiguiendo un unicornio y ha acabado encontrando un asno.
A estas alturas, Pablo Iglesias no iba a hacer sangre con el giro/nueva orientación/todo está previsto. Le preguntaron en RNE si estamos ante un cambio de estrategia en el PSOE: «Creo que eso lo ha notado todo el mundo». Pero no pasó de ahí: «No caben pullas entre las opciones de izquierda. Eso desmoviliza enormemente». Se limitó a recordar que ya hay gobiernos en los que están PSOE y Unidas Podemos en España, Comunidad Valenciana, Canarias, Rioja o Navarra. Así que no va a exigir a Gabilondo que pronuncie las palabras mágicas ‘Gobierno de coalición’.
Díaz Ayuso no tardó mucho tiempo en entonar un «caretas fuera» con el fin de que parezca que se ha desvelado un secreto oculto. En realidad, la presidenta ya había dado por hecho hace tiempo que se enfrenta a una coalición de tres partidos de izquierdas y que, sin Ciudadanos en la Asamblea, su destino dependerá de Vox. Esto último no lo va a admitir en público.
El día después del debate, Ayuso lamentó que se le reprocharan las cifras de muertos en Madrid en la pandemia. Se sintió molesta al considerarlo una «falta de pudor y de rigor». Lo cierto es que cuando Iglesias le preguntó por el número de fallecidos en la región, ella respondió preguntando por la cifra de muertos en toda España. El jueves, tocaba ponerse digna y afirmar que «hablar de los muertos con esa facilidad me parece insensato e innecesario, porque los fallecidos lo son de todos».
Lo de lanzar los cadáveres al rival, incluso inventándose que se ha intentado ocultar su cifra real, es lo que hace Pablo Casado en el Congreso cada vez que hay que debatir sobre el coste humano y económico de la pandemia.
No tiene tanta gracia cuando te lo hacen a ti.