París, 17 de octubre de 1961. De Gaulle está a un año de conceder la independencia a Argelia y de poner fin a más de un siglo de colonialismo francés en ese país. La tensión domina la capital francesa por la amenaza de atentados de la OAS –formada por militares y civiles que se oponen a renunciar a Argelia– y del FLN argelino. Ese día, la ciudad vivirá escenas inauditas en una capital europea en los años sesenta. La represión policial se ceba en una manifestación y desencadena una caza al hombre en la que los agentes asesinan a decenas de personas. Nunca se sabrá cuántos murieron, pero la cifra más probable es de entre cien y doscientas.
La matanza queda cubierta por el silencio y la censura. Los principales medios de comunicación se limitan a dar la versión oficial, que reduce los incidentes a hechos violentos aislados que causan la muerte de cinco personas. Durante semanas, los cuerpos van apareciendo en el río Sena. Había sido la forma más fácil de deshacerse de los cadáveres.
Unos meses antes, los ultras se lo han jugado todo a la carta de un golpe de Estado contra De Gaulle en el país norteafricano que incluía la toma de bases militares en suelo francés. La intentona fracasa. Después del referéndum de enero en que se ha aprobado conceder la «autodeterminación» a la colonia, el Gobierno ha entrado en negociaciones con el brazo político del FLN argelino.
El FLN había puesto fin a los ataques contra policías franceses en París al iniciarse las conversaciones, pero en realidad han aumentado ese año, sin que esté claro si han sido ordenados por miembros de la cúpula del grupo o por las células del FLN parisino fuera del control del movimiento. Veintidós policías han sido asesinados ese año (nueve habían muerto el año anterior).
El ambiente entre los policías es de máxima tensión. Reclaman a sus jefes una política de mano dura contra los independentistas. El prefecto de Policía, Maurice Papon, promete en un funeral de un agente que «por cada golpe que reciban, devolverán diez». Cada vez se producen más palizas a detenidos en las comisarías. Después del verano de 1961, aumenta el número de cadáveres de argelinos que aparecen en el Sena.
Papon y el Gobierno decretan un toque de queda nocturno en París a partir de las 20.30 para todos los argelinos, una medida claramente discriminatoria al tratarse de ciudadanos franceses. La medida se centra fundamentalmente en los que conducen un vehículo desde esa hora. Los ocupantes son detenidos y los coches, confiscados.
El decreto es contestado por partidos de izquierda y organizaciones de argelinos. Estas últimas organizan una manifestación de protesta para el 17 de octubre, con el apoyo del FLN. La cita es un éxito de asistencia. Se calcula que 25.000 personas recorren las calles de París. Es una manifestación pacífica a la que asisten hombres, mujeres y niños hasta que se desencadena la represión.
Miles de ellos fueron detenidos. Las cargas policiales obligaron a los manifestantes a huir a la carrera para salvar la vida. La actuación de los agentes fue de una violencia indiscriminada. Algunas víctimas fueron tiroteados. Otros sufrieron palizas mortales. La mayoría de los cadáveres fueron lanzados al río. En las comisarías y centros de detención improvisados, continuaron las palizas.
Los ataques se produjeron en lugares tan céntricos como Saint Germain-des-Prés, la Opéra, la Plaza de la Concordia o los Campos Elíseos. Un periodista contó treinta cadáveres amontonados cerca de su oficina en el centro de la ciudad. Sus jefes en la agencia de prensa le dijeron que se atuviera a la versión oficial. Las únicas imágenes que ofreció la televisión pública fue la de grupos de argelinos que fueron deportados en barco. Fue una forma rápida de deshacerse de los testigos presenciales.
Diarios como L’Humanité o Libération empiezan a ofrecer algunas informaciones que contradicen la información de las autoridades. Pasaron años antes de que se ofrecieran investigaciones que contaran realmente lo que sucedió. A finales de octubre, diputados de izquierda cuestionan la información oficial y las mentiras que salieron del Ministerio de Interior. Una solicitud de poner en marcha una comisión de investigación es rechazada en la Asamblea Nacional. Papon afirma que la policía «hizo lo que tenía que hacer». El ministro de Interior denuncia una campaña de difamación contra la policía.
De Gaulle tuvo que ser informado de los hechos. No mencionó la matanza en sus memorias.
Papon inició una carrera política que le llevó a la Asamblea como diputado durante más de una década y ministro en una ocasión. En 1981, Le Canard Enchaîné publicó documentos que revelaban su colaboración en el Holocausto. Había sido responsable de la deportación de 1.645 judíos a Alemania desde su puesto de la prefectura de Gironda dentro del régimen de Vichy. No fue condenado hasta 1998 por crímenes contra la humanidad a diez años de cárcel.
En 2001, el alcalde de París, el socialista Bertrand Delanoë, asiste a la colocación
de un placa en el puente de Saint-Michel dedicada «a la memoria de los numerosos argelinos asesinados durante la sangrienta represión de la manifestación pacífica del 17 de octubre de 1961». Hay que esperar a 2012 para que un presidente de la República, François Hollande, reconozca los hechos y los defina como «una sangrienta represión»: «La República reconoce claramente estos hechos. Cincuenta y un años después de esta tragedia, rindo homenaje a la memoria de las víctimas». Lo hace a través de un simple comunicado.
Al cumplirse hace unas semanas el 60º aniversario de la matanza, Emmanuel Macron deposita una corona de flores en el puente de Bezons, en Nanterre. Acompañado de familiares de los fallecidos, guarda un minuto de silencio en el lugar en que aparecieron algunos de los cadáveres.
«Los crímenes cometidos esa noche bajo la autoridad de Maurice Papon son inexcusables para la República. Francia mira toda su historia con lucidez y reconoce las responsabilidades claramente establecidas», afirmó un comunicado del Elíseo. El texto asume la responsabilidad de la masacre en nombre del Estado francés, aunque restringe la autoría a Papon.
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Foto superior: una pintada en un puente de París después de la matanza: «Aquí ahogamos a los argelinos».