Ruedas de prensa para presentar su último libro. Aparición en el programa de humor ‘El Hormiguero’. Comparecencia en la comisión de investigación de la operación Kitchen. Mariano Rajoy está teniendo una actividad muy intensa en los escenarios en lo que parece ser su despedida ya definitiva del mundo de la política. Además del interés lógico de vender su libro, el expresidente se ha mostrado como el jubilado que ya no tiene interés en recordar las cosas malas de su pasado, porque a estas alturas qué más da. Y si le aprietan un poco, siempre puede recurrir al humor que consiste en decir a todos que la vida es dura y que no conviene ponerse nervioso. Es un punto de vista cínico, pero le vale para fingir que nunca existió el caso Gürtel ni su juicio, o que el caso Bárcenas tenía que ver sólo con Bárcenas, y no con el Partido Popular. Y para todo lo demás, un chistecillo con el que pasar el rato.
Si no le importaba mucho la realidad cuando era presidente del Gobierno, cómo le va a interesar ahora que se dedica a ganar dinero como registrador de la propiedad y a disfrutar de la familia y los amigos.
En su declaración ante la comisión Kitchen, demostró dos facetas de su pasado como parlamentario: pasar por los temas por encima y sólo endurecer el discurso si le aprietan un poco. Lo tenía fácil en las preguntas sobre las supuestas llamadas o contactos que tuvo con el comisario Villarejo cuando un grupo de policías estaba buscando las pruebas que Luis Bárcenas tenía contra el PP, no para presentarlas precisamente en un juzgado. El policía que ha regado la política española con el contenido de las grabaciones que hizo en secreto nunca ha mostrado una prueba de que esas llamadas existieran.
Otros mandos policiales han declarado en el juzgado detalles sobre la operación Kitchen que confirman su existencia. Son testimonios relevantes al proceder de personas que tuvieron un papel significativo. Ante eso, Rajoy se acoge al derecho a no saber nada sobre asuntos que se están investigando en estos momentos a menos que haya una sentencia firme y corroborada por el Tribunal Supremo, que todavía no existe. Pero sobre hechos delictivos que ya están juzgados ofrece el mismo nivel de negación de la realidad, que sólo es una continuación de lo que llevan tiempo haciendo los dirigentes de su partido.
Es el caso de la existencia de la caja B del PP, alimentada por donaciones de empresarios, que servía para abonar todo tipo de gastos, incluida la costosa rehabilitación de la sede de Génova. «No hay ningún tribunal que haya afirmado que hubiera una caja B del PP», dijo el lunes. El desmentido no puede ser más tajante ni más falso. Hay tres sentencias sobre dos casos (Gürtel y reforma de la sede) que la mencionan como un hecho demostrado. Edmundo Bal, de Ciudadanos, le leyó un fragmento de la página 1.077 de la sentencia del Tribunal Supremo sobre Gürtel que define la existencia de la caja B como «prueba de cargo válida y suficiente». Dio completamente igual.
Su postura se diferencia algo de la habitual en la dirección del PP ante estos casos de corrupción. En primer lugar, se dice que no existió. Cuando se demuestra, se dice que eso pertenece al pasado. Rajoy no puede asumir la segunda posición, porque él es el pasado. Ahí ya sólo queda refugiarse en la mentira o en disquisiciones jurídicas con las que él pega un manguerazo para que el terreno de juego sea impracticable.
A lo largo de la investigación de la corrupción de Kitchen, varios medios de comunicación han citado a fuentes de la actual dirección del PP que afirmaban con otras palabras que no se iban a comer el marrón que habían dejado Rajoy y Jorge Fernández Díaz. Pero este lunes tocaba guardar las formas y arropar a su antiguo líder. Por eso, quien intervino en nombre del partido no fue su portavoz habitual, sino la portavoz del grupo parlamentario, Cuca Gamarra. Hizo lo que el primero ha hecho siempre: despreciar la existencia de la comisión como un intento de manchar la inmaculada reputación del PP.
Que la comisión haya coincidido con la instrucción del caso ya dejaba claro que no iba a servir de mucho. Aun así, tiene que ver con presuntos delitos cometidos por los responsables políticos del Ministerio de Interior y parte de la cúpula policial. A Gamarra no le pareció que eso sea motivo suficiente –»aquí no se busca la verdad»– y eso que ella ha reclamado en esta legislatura que se pongan en marcha comisiones de investigación sobre la hospitalización del líder del Frente Polisario en España y la subvención a la compañía aérea Plus Ultra.
Lo que ocurrió con Kitchen en el intento de acabar con las pruebas que pudiera tener Bárcenas contra el PP es muy grave, pero, con Rajoy en cancha con ganas de no contar nada, era inevitable que intentara reconducir el interrogatorio con rajoyismos o sarcasmos. Le mencionaron que algunos comisarios le llamaban El Barbas o El Asturiano. «A mí, como si me llaman El Chino» (toque de batería después del chiste). Frases retorcidas que intentan ser claras a través de la confusión: «Yo vengo aquí a responder a las preguntas que ustedes me hacen y tengo que decir la verdad. Es muy fácil decir ‘usted dice esto, pero no es verdad’. ¿Y entonces cómo demuestro yo que es verdad lo que digo?» (doble toque de batería).
Sólo se calentó con algunas preguntas de Gabriel Rufián. El portavoz de ERC fue al cuello desde el principio: «¿Por qué miente?». Rajoy pensó que podía responder con las mismas. «Aquí el que miente es usted». El método de interrogatorio duro tampoco fue muy útil. En seguida Rajoy volvió al terreno de la comedia: «No se dé por aludido, que se vive más feliz».
Hubo un momento antes en que el chiste y la política se dieron un abrazo como si fueran solo uno. La portavoz de Unidas Podemos, Sofía Castañón, se refirió a la serie ‘Venga Juan’ en la que Javier Cámara interpreta a un político español tan inepto y mediocre que resulta divertido. Patéticamente divertido. Castañón citó una escena en que alguien destruye un ordenador con una llave inglesa, lo que recuerda a los ordenadores de Bárcenas que fueron formateados a lo bestia en Génova. La serie utiliza lo peor de la política para reírse de ella en un ejemplo típico de humor negro. No estaba muy clara la intención de Castañón al sacar este ejemplo, porque inmediatamente después le preguntó por Villarejo.
Todo lo que estamos viendo, lo que cuenta este artículo, lo que informan los medios, sólo es el borrador de futuras entregas de series televisivas. Hay tiempo para mejorar el guion, pero ya será sin Mariano. Perdemos las risas y entramos en otro mundo. Casado también niega la corrupción que apareció en el PP y lo más gracioso que ha hecho en política es dejarse barba.