Hubo un tiempo hace décadas en que la falta de canales diplomáticos operativos entre EEUU y la URSS puso al mundo en situaciones de máxima tensión. La crisis de los misiles de Cuba es un ejemplo conocido. En una época anterior, la Primera Guerra Mundial demostró lo que podía pasar cuando los países enfrentados desconocían el potencial militar real de sus adversarios y, en el caso del imperio austriaco, incluso el propio. El mundo de hoy es diferente. Todo se retransmite en directo, cada declaración pública recorre el planeta en cuestión de segundos a lomos de internet, pero persiste el riesgo de que la apuesta por las soluciones militares en algunos conflictos termine por neutralizar los intentos bien publicitados por resolverlos por la vía de la diplomacia. Eso vale para la confrontación actual entre Rusia y la OTAN, y también para comprobar su impacto en la política española.
Lo ocurrido en los últimos días ha resucitado uno de los factores de división que han existido desde los años ochenta entre el PSOE e Izquierda Unida y que se han trasladado al interior del actual Gobierno de coalición. Los socialistas siempre han sido atlantistas desde que Felipe González convocó el referéndum para que España continuara dentro de la OTAN. A su izquierda, en la posición que ahora ocupa Unidas Podemos, siempre se ha rechazado la participación en las estructuras de la Alianza Atlántica y la colaboración militar con EEUU a través de sus bases en España. Hasta ahí, todo normal y hasta rutinario.
Lo llamativo de la crisis que se produce en estos momentos es que todos los partidos españoles apuestan por reclamar que se resuelva con argumentos diplomáticos, es decir, hacer todo lo posible para que no termine solventándose con el uso de la fuerza. Pero eso no quiere decir que todos piensen igual, ni siquiera dentro del propio Gobierno.
«Este conflicto sólo puede resolverse a través del diálogo, la distensión y el convencimiento de que la paz es el único camino», decía el comunicado que firmaron el viernes varios partidos de izquierda, incluido Unidas Podemos, con el que rechazaban «el envío de tropas españolas al Mar Negro y Bulgaria». Pedro Sánchez habló este fin de semana con el secretario general de la OTAN. Según Moncloa, le transmitió «su apuesta por el diálogo y su confianza en que la diplomacia es el camino para la desescalada».
Moncloa difundió cuatro fotografías del presidente hablando por teléfono para ilustrar sus llamadas a Jens Stoltenberg y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Este es un truco de imagen que usan mucho los líderes mundiales. Foto con el teléfono en la mano (¿estaba posando o le hicieron la foto durante la llamada?). Mirada de preocupación. Ropa informal si es en fin de semana. Muy poca información. He llamado a (inserte nombre de jefe de Estado o de Gobierno) para hablar del conflicto de (inserte nombre de país en problemas). Lo hizo por ejemplo David Cameron por una llamada de Obama y eso dio lugar a una broma genial en la que participó el actor Sir Patrick Stewart. Ya se sabe que la gente le saca punta a todo.
Es sencillo hablar en favor de la paz. De hecho, es imprescindible. Sin embargo, todo cambia cuando se explica cómo conseguirla. En ese punto, los gobiernos no suelen ser tan precisos y al ciudadano le falta información sobre cuál es la posición esencial que justifica adoptar un despliegue militar. El Gobierno afirma que España debe cumplir sus obligaciones como miembro de la OTAN y colaborar con sus aliados. Eso es lo que justificaría la salida esta semana de la fragata Blas de Lezo con destino al Mar Negro para participar durante dos meses en una misión de la OTAN cuyo objetivo es mantener la presión sobre Rusia.
Centrado en la crisis económica de hace una década, el Gobierno de Mariano Rajoy no ocultó su falta de interés por implicarse en las crisis de Europa del Este. Sánchez quiso hacer ver que pretendía tener un papel en esa zona a la altura de sus aspiraciones de contar con influencia en los temas europeos. En julio de 2021, se desplazó a Letonia y Lituania en el viaje en que una rueda de prensa con el presidente lituano tuvo que ser finalizada de forma abrupta por el despegue de emergencia de una patrulla aérea.
Lo que no ha hecho Sánchez es explicar qué opina su Gobierno sobre el asunto que está en la base de esta crisis. ¿Está a favor de un futuro ingreso de Ucrania en la OTAN? ¿Cree que la UE debe plantar cara a Rusia y negarse a su veto a futuras ampliaciones de la organización militar? Quizá el ministro de Exteriores arroje algo de luz al respecto en su comparecencia de este martes en la Comisión de Exteriores del Congreso. También es posible que se mueva en una zona ambigua para no ofender a EEUU o a Rusia, una de las opciones a las que recurre la diplomacia española para no tener que definirse.
El comunicado de Unidas Podemos y otros partidos como ERC, EH Bildu y Más País sí se refiere a esos asuntos polémicos. Se opone a una futura integración de Ucrania en la OTAN por ser «una ruptura de los compromisos de la propia organización». Esto es algo que siempre ha sostenido Rusia sobre el acuerdo con que Washington y Moscú pactaron la reunificación alemana.
Nunca se firmó ningún tratado en el que la OTAN renunciara a su ampliación hacia el Este. Pero lo que sí ocurrió fue que los dirigentes de EEUU, Francia y Reino Unido prometieron a Mijaíl Gorbachov que no se produciría.
«Antes de pronunciar unas pocas palabras sobre el asunto alemán, quiero destacar que nuestras políticas no pretenden separar a Europa del Este de la Unión Soviética. Ya tuvimos esa política antes. Pero hoy estamos interesados en construir una Europa estable y hacerlo junto a ustedes», dijo el secretario de Estado norteamericano, James Baker, a Gorbachov en mayo de 1990. Baker había dicho en febrero de ese año que la OTAN no se iba a mover «ni una pulgada hacia el Este».
EEUU y los países europeos estaban concentrados en poner en marcha una nueva relación con la URSS –y después con Rusia– que permitiera la reunificación de Alemania. Años después, se olvidaron de esos compromisos verbales. La imagen de Rusia en los países occidentales cambió además por completo cuando Vladímir Putin tomó decisiones en países como Georgia, Moldavia o Ucrania que dejaban claro que no permitiría que esos países abandonaran la esfera de influencia rusa.
Podemos también pide medidas «que satisfagan a ambas partes en la frontera entre Rusia y Ucrania». Eso a día de hoy es imposible, porque Ucrania exige poder extender su soberanía a las regiones orientales que perdió en 2014 por la intervención militar rusa, así como la península de Crimea anexionada por Rusia, mientras que Moscú no renunciará a ese control si la OTAN no se compromete a impedir la entrada de Ucrania en la alianza.
Las próximas semanas pondrán a prueba la apuesta del Gobierno y el PSOE por las vías diplomáticas. El camino irreversible hacia una guerra aún no se ha iniciado por muy alarmantes que sean las informaciones de los medios de comunicación. Aun así, puede ocurrir que Washington o Moscú, o ambos, decidan que una intervención militar, por limitada que sea, es una opción inevitable para obtener sus objetivos. Es seguro que Sánchez se sentirá obligado entonces a mantenerse junto a sus aliados. Sólo entonces empezará a tener claro el precio político que tendrá que pagar en España.