La televisión pública rusa ha emitido un fragmento de un discurso de Vladímir Putin en una reunión con altos cargos del Gobierno. En el día en que las declaraciones de los negociadores rusos y ucranianos apuntaban a un cierto optimismo sobre los avances conseguidos, el durísimo discurso del presidente revela mucho acerca de su personalidad y de sus intenciones. En especial, de lo que piensa sobre los que se oponen a la invasión de Ucrania o a su Gobierno. Los tacha de traidores con el lenguaje más despectivo posible, gente dispuesta a aliarse con los enemigos del país para destruirlo.
Los califica de quintacolumnistas al servicio del plan de Occidente que busca destruir Rusia de los que los rusos sabrán como ocuparse. Y se refiere a la necesaria «autopurificación de la sociedad», un lenguaje de reminiscencias claramente totalitarias al describir a los enemigos internos de Rusia como insectos que deben ser eliminados.
Putin los describe como una minoría decadente que no puede prescindir de los lujos (foie gras, ostras) o de sus ideas extranjerizantes («las llamadas libertades de género», es decir los derechos de la mujer y del colectivo LGTBi, que son intolerables para la Rusia ortodoxa y tradicional).
Es un anuncio sin ambigüedades de una represión masiva contra todo disidente. Ni siquiera se refiere a las fuerzas de seguridad, quizá porque lo que quiere decir es que son los propios ciudadanos rusos los que se tienen que ocupar de acabar con esos traidores.
La intervención puede verse en la web de la TV rusa. Ha sido traducida al ingles aquí. Esta es la traducción de los dos minutos que dura el mensaje emitido por televisión:
«Desde luego que ellos (Occidente) apostarán por la llamada quinta columna. Por los traidores nacionales. Por aquellos que ganan dinero aquí, con nosotros, pero viven allí. Y viven (fuera) no en el sentido geográfico, sino según su pensamiento, según su conciencia de esclavos. Yo no juzgo a aquellos que tienen una villa en Miami o en la Riviera francesa. Los que no pueden vivir sin el foie gras, las ostras o las llamadas libertades de género.
El problema aquí no es ese, sino el hecho de que muchas de estas personas por su propia naturaleza están situados mentalmente allí, no aquí, no con nuestro pueblo, no con Rusia. En su opinión, eso es una señal de que pertenecen a una casta superior, a una raza superior. Esas personas están dispuestas a vender a su propia madre, aunque sólo sea para que les permitan sentarse en el vestíbulo de la casta más elevada. Quieren ser como ella e imitarla en todos los sentidos.
Sin embargo, olvidan o no comprenden que si esa llamada casta elevada les necesita, sólo es porque son material prescindible con el objetivo de utilizarlos para infligir el máximo daño a nuestro pueblo.
Occidente está intentando dividir a nuestra sociedad, está especulando con nuestras bajas (en la guerra) y las consecuencias socioeconómicas de las sanciones, y está provocando una confrontación civil en Rusia y utilizando a esa quinta columna para conseguir ese objetivo. Y hay un solo objetivo, del que ya he hablado, la destrucción de Rusia.
Pero cualquiera, y en especial el pueblo ruso, podrá distinguir a los auténticos patriotas de la chusma y los traidores, y simplemente los escupirá como si fueran una mosca que ha entrado en la boca.
Estoy convencido de que esa necesaria y natural autopurificación de la sociedad fortalecerá a nuestro país, nuestra solidaridad, nuestra cohesión y nuestra capacidad para responder a cualquier desafío».
En los últimos días, han aparecido pintadas en puertas de domicilios de personas que se han posicionado contra la guerra. Este es un ejemplo. En primer lugar, la Z, que se ha convertido en símbolo de los partidarios de la invasión. Luego, la frase: «No traiciones a tu patria, Dima».