Sheldon Adelson dijo en febrero que está “en contra de que la gente muy rica intente influir en unas elecciones”. Pero como otros lo hacen, él no está dispuesto a quedarse atrás. El promotor de la posible instalación de Eurovegas en España se ha convertido en uno de los principales donantes de la campaña republicana en las elecciones en EEUU, el mayor adversario que tiene Barack Obama en el mundo del dinero. Porque si algo le sobra es precisamente eso, dinero. Menos conocida es su influencia en la política israelí, donde se ha convertido en un baluarte fundamental del primer ministro Netanyahu. Sus ideas sobre el conflicto palestino son claras: no tienen derecho a ninguna reivindicación sobre la tierra que reclaman para su Estado.
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Menudo elemento, ahivadiós.
De momento ya va pidiendo exenciones de impuestos, que no se pida el DNI a la entrada del casino para que los ludópatas y los incapacitados judicialmente para administrar sus bienes puedan entrar sin problemas a gastarse el dinero que no tienen, que no se le aplique la ley antitabaco dentro de sus instalaciones y una legislación laboral a medida para que sus empleados no se desmanden pidiendo lujos como cobrar las horas extra, domingos libres o poder elegir a sus delegados sindicales.
Y la lideresa Esperanza Aguirre ya ha respondido: «Por supuesto, Sheldon. Aquí está el culo de los madrileños y tú tranquilo, que el tarro de la vaselina corre de mi cuenta».