El loco mundo de los republicanos

–Mitt, olvídate de tu mujer y de Paul Ryan. También de los panegíricos sobre la convención republicana y de las ovaciones y el confeti. Si quieres que los norteamericanos te voten, tienes que gustarles. Dentro de unas horas, el candidato republicano pronuncia su discurso en la convención. Será el primer paso en un camino cuesta arriba: convencer a los votantes de que no es un robot programado para pronunciar las frases correctas.

Su nivel de apoyo en los sondeos no está en un nivel tan penoso como en la época de las primarias. No es suficiente. A los norteamericanos les cuesta mucho decirle a un presidente en ejercicio que se vaya a su casa después de sólo un mandato. Para llegar a eso, tienen que darse dos situaciones: el presidente debe ser un símbolo del fracaso y el aspirante debe ser alguien en quien se pueda confiar.

Dos ejemplos característicos: Reagan y Clinton. El primero parecía un loco exaltado dispuesto a comenzar una guerra nuclear si los soviéticos movían una ceja. El segundo era un político de muy poca experiencia al que le crecían las amantes como setas. Ambos llegaron en el momento adecuado a las elecciones y derrocharon carisma, empatía o como queramos llamarlo.

Es muy raro que los norteamericanos den la victoria a un político del que no se sepa muy bien cuáles son sus convicciones más profundas. Eligen a una mezcla de presidente, rey y emperador. Es lógico que la personalidad cuente tanto como las ideas. No para todos los votantes desde luego, pero sí para aquellos que están dudando y que podrían desequilibrar el resultado.

Dicen que en las distancias cortas Romney es una persona agradable y con ideas consistentes. Esto suele ser un poco sospechoso, porque se dice de demasiados políticos. Pero puede que sea cierto en su caso. Luego sale la veterana columnista del WSJ Peggy Noonan y escribe lo que todo el mundo está pensando:

I have just spent the past two and a half days talking to people who’ve known Mitt Romney well for ten, twenty and thirty years, even more. They love him, and in all their conversations they say either literally or between the lines, “If only you knew him like I do.” It is their mantra. They mean it, and they are so frustrated. They believe he is a person of unique and natural integrity, a kind man who will give you not only his money but his time, his energy. They see him as a leader. They know the public doesn’t see this. They don’t understand why. And, actually, I don’t blame them, because it really is a bit of a mystery. If he’s so good why can’t his goodness be communicated?

Pues eso, si es tan bueno como dicen, ¿por qué después de dos campañas presidenciales no se nota por ningún lado?

–No sé si es masoquismo o preferir morir con las botas puestas. La campaña de Romney crea varios anuncios para destacar lo buena que era su antigua empresa, Bain Capital. Idolatrar a un fondo de inversiones que finiquitaba las empresas que consideraba no viables (con el consiguiente despido de trabajadores) debe de ser una forma de enseñar las duras lecciones del capitalismo.

–Cuando hasta un columnista de Fox News dice que tu relación con la realidad es cuando menos discutible, ¿qué puedes esperar de un político como Paul Ryan? Eso mismo, que mentirá tantas veces como sea necesario para conseguir su objetivo. Hay que olvidarse de todas esas tonterías sobre el chute de pasión que ha supuesto la elección de Ryan como candidato a la vicepresidencia. No será por ahí por donde Romney obtenga la victoria, y al final ya se ocupará el propio Ryan de convertirse en una carga. ¿Carisma? Claro, con menos espectadores que Sarah Palin hace cuatro años.

–La campaña de Romney celebró un acto con donantes en un yate con la bandera de Bermuda (no de las islas Cayman, como dice ABC). Brillante gesto. Los paraísos fiscales están con Romney no es un mensaje que dé muchos votos.

Aquí hay un gráfico muy interesante sobre el impacto positivo que tienen las convenciones de cada partido en las encuestas (el rojo es el color de los republicanos y el azul, el de los demócratas). Lo que cuenta es la diferencia neta. No sirve de nada que tu convención te conceda un extra de puntos si ocurre lo mismo en la del rival.

En la mayoría de los casos, las diferencias son escasas. La media de bonificación es de cinco puntos, aunque ni siquiera eso es un dato definitivo. En 1992, ese impulso fue decisivo para Clinton. A Al Gore en el año 2000, no le sirvió de mucho. Según The Economist, Romney sólo necesita una diferencia neta en su favor de dos o tres puntos para llegar a los debates en muy buen estado.

–El partido aprueba su programa y luego el candidato hará con él lo que le parezca. Aun así, el programa de los republicanos incluye algunas ideas singulares: reforzar las leyes contra la pornografía (cómo no), acabar con la dependencia de la importación de fertilizante extranjero y estudiar la vuelta al patrón oro. No hay idea anacrónica que los republicanos no estén dispuestos a considerar.

–De las profundidades del Tea Party: ¿qué hay que hacer para estimular el crecimiento en la economía y crear puestos de trabajo? Efectivamente, construir más portaaviones con todos sus buques de apoyo. Fuck Yeah!

 

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