George Osborne se ha llevado un buen abucheo esta tarde en el Estadio Olímpico de Londres durante la entrega de medallas de una prueba de los Juegos Paralímpicos. Los ministros de Hacienda raramente son muy populares en el Reino Unido. Con el país en recesión, aún menos. Si el ministro es responsable de la reducción de los subsidios a las personas con incapacidad permanente o parcial, imagínate. Y si encima los sondeos dicen que su popularidad es un concepto inexistente, en ese caso lo raro es que no le hayan lanzado nada.
Curiosamente, la bronca llega hoy el día antes de que se conozcan los cambios en la remodelación del Gobierno de Cameron, que en principio parece que afectará sólo a ministros conservadores (y no a Osborne). En las próximas horas es probable que se conozcan algunos nombres. Cheryl Gillan se ha adelantado a los cambios eliminando de su perfil en Twitter las palabras «ministra de Gales». Eso se llama tener prisa en empezar una nueva vida.
Según la portada de la primera edición del FT, la intención del primer ministro es rejuvenecer el Gabinete. Quizá por eso varios periodistas han comentado en Twitter que una víctima obvia será Kenneth Clarke, de 72 años, el ministro de Justicia. Clarke es casi el último europeísta que queda entre los dirigentes tories.
No es que Clarke, fumador de puros y aficionado al cricket y a echarse una cabezada en algunas sesiones del Parlamento, vaya a sufrir mucho. Esta noche se ha ido a cenar a un restaurante indio seguido por una cámara de televisión.
Durante el primer año de Gobierno, los tories mostraron una resistencia en los sondeos mayor de la que ellos mismos esperaban en el arranque de la era de la austeridad. Eso ya es historia. Todos los sondeos les sitúan en desventaja frente a los laboristas. En el último, de ComRes, están siete puntos por detrás. A finales de agosto, ICM –una empresa con mejores credenciales– dio el 39% a los laboristas y el 34% a los conservadores.