Romney ha elegido un mal momento, a poco más de una semana de las elecciones, para difundir un anuncio casi unánimemente calificado como una distorsión de la realidad. Bueno, algo más que eso, porque esa definición incluye a la mayor parte de la propaganda electoral. Presentarse como salvador de la industria automovilística y acusar a Obama de vender Chrysler a los italianos (Fiat) para que fabriquen los Jeep en China tiene el mérito de ser falso en ambos sentidos.
En pocas palabras, nadie sabe cuál es el plan de Romney para conseguir el objetivo y la decisión de la Administración de Obama de imponer una suspensión de pagos a estas empresas y de financiarlas con fondos públicos resultó ser su salvación, aunque hay otros puntos de vista sobre la posibilidad de que se hubieran encontrado otras salidas a la crisis menos onerosas para el contribuyente.
El veredicto general no es muy alentador para Romney. Por eso, la campaña de Obama no ha tardado ni un día en responder con otro anuncio.
¿Está demasiado desesperado el republicano en su intento de conseguir los votos de Ohio? No es extraño, porque sin ellos Romney lo tiene casi imposible para ganar.
Hasta la llegada del huracán Sandy puede jugar en favor del presidente, aunque eso depende de múltiples factores bastante imprevisibles. Una reacción insuficiente de las autoridades –no necesariamente tan patética como en la época del Katrina– no sería precisamente un bonus en, por ejemplo, Virginia. Pero mientras tanto lo único que tiene que hacer Obama es fotografiarse con gesto preocupado o calado hasta los huesos para demostrar que está haciendo su trabajo, mientras su rival dudará en cómo enfocar la campaña durante los dos o tres próximos días cuando la atención del país esté centrada en el huracán.
Qué difícil es derrotar a un presidente.
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La verdad es que esta campaña ha sido algo desafortunada y contiene errores de fondo. Habrá que ver cómo se desarrolla el final de la campaña y la jornada de mañana.