El susto de muerte que se llevó el domingo el establishment británico con la encuesta de YouGov que colocaba por delante al sí en el referéndum de Escocia quedó un poco atenuado en la noche del jueves con una nueva entrega de la misma empresa.
Esta vez YouGov puso por delante al no con un 52%, frente al 48% del sí. Es un vuelco considerable en un sondeo cuyo trabajo de campo se hizo entre el martes y el jueves.
Otra encuesta, la de ICM para The Guardian, concede al no una ventaja de dos puntos (51%-49%). En ambos casos, las diferencias no son tan claras como para pronosticar el resultado y es muy posible que esa incertidumbre continúe hasta el final. The Guardian destaca que ICM acertó con el referéndum de la reforma electoral de 2011. Por el contrario, YouGov se quedó muy lejos del veredicto final.
Si el voto femenino vuelve a estar inclinado en favor del no con una diferencia de diez puntos, según ICM, ese puede ser un factor decisivo.
Ambos sondeos se hicieron cuando Londres abandonó cierta complacencia anterior y se lanzó a la batalla, lo que incluye un completo repertorio de anuncios de catastróficas desdichas si a los escoceses se les ocurre votar por la independencia.
Peter Kellner, presidente de YouGov, interpreta que ese mensaje de miedo económico ha empezado a calar en algunos de los votantes: «Ahora los pesimistas (sobre la viabilidad económica de una Escocia independiente), 48% (seis puntos más que la semana pasada), superan claramente a los optimistas, 37% (tres puntos menos). Y la proporción de los que creen que personalmente les irá peor en su economía con la independencia ha subido ocho puntos en una semana, hasta el 45%, la cifra más alta desde diciembre».
Lo que podríamos llamar la campaña del miedo no necesita asustar a la mayoría de los escoceses. En un contexto tan equilibrado de intención de voto, cualquier pequeña variación puede terminar siendo decisiva.
El nacionalista Alex Salmond no ha reaccionado muy bien a las últimas noticias sobre el casi seguro abandono de Escocia por los grandes bancos como RBS y Lloyds que tienen su sede en Edimburgo. En realidad, esa es su sede central oficial, porque la operativa está en Londres, como el propio Salmond ha comentado. El primer ministro escocés acusa al Ministerio de Hacienda de haber filtrado la información y a la BBC de difundirla, aunque en realidad los propios bancos lo han confirmado o no lo desmienten.
Al mismo tiempo que denuncia la actitud de Londres, Salmond ha restado importancia al traslado. Es una respuesta algo contradictoria que muchos votantes encontrarán difícil de entender.
Lo que ocurre en realidad es que a Escocia le conviene que esos gigantes bancarios estén fuera. Todos esos bancos cuentan con activos diez veces superiores al PIB de Escocia. Es un desequilibrio no muy distinto al que tenía Islandia antes del estallido de la crisis financiera.
En otras palabras, si Escocia hubiera sido independiente en 2008, no habría podido rescatar por sí sola al Royal Bank of Scotland (RBS), como se vio obligado a hacer el Gobierno británico.
Si todo se limitara a las grandes corporaciones financieras, el impacto podría ser limitado. Ese es un tema que, con independencia de lo que ocurra con los bancos, tiene que ver mucho más con una cuestión aún por resolver: si una Escocia independiente utilizará la libra o una moneda propia. Salmond afirma que la primera es una opción factible. Desde Londres, se discute esa idea (no van a poner una alfombra roja al camino hacia la independencia) o se recuerda que sin el recurso de la libra un futuro Gobierno escocés estaría obligado a garantizar un superávit presupuestario. Un informe del banco UBS calcula que en ese caso Escocia debería reunir unas reservas de entre 50.000 y 72.000 millones de libras.
En cualquier caso, hay en el posible uso de la libra una paradoja: Escocia tendría la independencia, pero su soberanía financiera sería muy reducida porque dependería de decisiones tomadas por el Banco de Inglaterra (una situación, por otro lado, no muy diferente a la de los países de la eurozona que entregaron su capacidad de decisión al BCE).
La presión desde Londres va más allá de los bancos. Da la impresión de que el Gobierno está utilizando todas las teclas disponibles.
I have learned that PM met supermarket bosses at No.10 this afternoon & urged them to go public on how prices would rise in indie Scotland
— Robert Peston (@Peston) September 11, 2014
Alguno pensaría que Downing Street desmentiría esta información de un periodista de BBC sobre una reunión de Cameron con los responsables de las grandes cadenas de supermercados. Muy al contrario. Sus portavoces dejaron claro que el primer ministro lleva tiempo reclamando a los líderes políticos, sociales y económicos que se manifiesten públicamente en favor de que Escocia siga formando parte del Reino Unido. Claro que una cosa es afirmar eso y otra muy diferente anunciar subidas de precios en los productos que el consumidor encuentra en las estanterías de los supermercados.
Robert Peston explica que la independencia no saldrá gratis. Eso no quiere decir que vaya a tener un precio prohibitivo. La incertidumbre sobre cuál será la política económica de un Gobierno escocés afectará a expectativas de inversiones, empleo y precios. Esas dudas no tienen por qué durar siempre. Las repercusiones serán múltiples. Por ejemplo, en el plano comercial, los productos escoceses ya no serán «británicos», y eso siempre afectará a sus ventas al sur de la nueva frontera. El consumidor, por otro lado, suele tener unas marcas favoritas o de confianza, y tampoco va a cambiar radicalmente de hábitos de compra sólo porque ese producto se elabore o fabrique en Escocia.
Al ser un mercado más pequeño, Escocia dejará de tener las ventajas de formar parte de un mercado mayor (el Reino Unido). Obviamente, el objetivo de un Gobierno escocés consistirá en que en muchos aspectos Gran Bretaña siga siendo en la práctica una sola entidad económica con dos estados separados. No sería muy inteligente empezar a levantar barreras comerciales o de inversiones, porque en ese caso los escoceses sí que saldrían perjudicados.
Lo malo es que no depende sólo de Edimburgo, y por eso los partidarios del no continúan advirtiendo de que la independencia supondrá una penalización económica, y no sólo una etapa de incertidumbre.
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Si hablamos de la evidente apuesta del bloque del no por el voto del miedo, tampoco se puede obviar la descripción con tintes tremendistas de la realidad política del Reino Unido por los partidarios de la independencia. Al escucharles, cualquiera diría que Gran Bretaña es una especie de Estado fallido, mientras Escocia (que es por cierto más pobre que Inglaterra o no tan próspera) es un paraíso bañado en whisky que, libre de ataduras, se convertirá en una de las naciones más prósperas de Europa.
Es el voto del miedo, pero al revés: salgamos del Reino Unido si queremos salvarnos de un destino de corrupción y depravación.
Of course it’s not a «Them» and «Us» thing. pic.twitter.com/PAaY5Oc5Zb
— alexmassie (@alexmassie) September 11, 2014