Patrick Cockburn amplía el asunto del Ejército fantasma de Irak, del que ya hablé por aquí, con algunas cifras concretas sobre la corrupción entre los militares iraquíes:
«Preguntado por qué el Ejército iraquí se desintegró en Mosul, un general retirado de cuatro estrellas dijo que la explicación era «corrupción, corrupción y corrupción». Contó que todo eso se había institucionalizado cuando EEUU puso en marcha el nuevo Ejército iraquí después de disolver el anterior en 2003. El Pentágono insistió en que el abastecimiento de comida y otras necesidades se contratara a empresas privadas. El general dijo que como consecuencia el Gobierno iraquí podía estar pagando por un batallón con una dotación supuesta de 600 hombres que en la práctica sólo tenía 200 soldados.
Otra fuente de ingresos para los oficiales son los controles en las carreteras, que actúan como barreras de aduanas dentro de las fronteras del país. Todos los bienes transportados deben pagar un arancel y eso también acaba en los bolsillos de los oficiales. Estos tienen que pagar grandes cantidades para conseguir ascensos, con el soborno para convertirse en coronel tasado en 200.000 dólares, y dos millones en el caso del jefe de una división. Este dinero se consigue a través de préstamos que luego se van devolviendo con los ingresos» (de la corrupción).
Pagar esas cantidades supone obviamente una inversión. Es lo que tiene ser un emprendedor en Irak. Ahora imaginemos cuánto dinero tiene que robar un general iraquí si ha tenido que pagar dos millones para conseguir el puesto.