En abril de 2014, los responsables del Gobierno de coalición griego estaban eufóricos. En un intento por convencer a la opinión pública de que todos los sacrificios habían servido para algo y de que el país había abandonado su estatus financiero de paria, llevaron a cabo una salida de bonos al mercado.
Era un primer paso para tantear el terreno con el objetivo de adelantar el momento en que Grecia pudiera abandonar la tutela de la troika. La emisión no fue del todo mal, lo que hizo que Nueva Democracia (ND) y el Pasok cantaran victoria. La iniciativa había sido “un gran triunfo porque Grecia no se ha convertido en Argentina o Venezuela”, dijo Evangelos Venizelos, líder del Pasok y ministro de Hacienda.
Fue un paso en falso, como pronto se pudo apreciar. La arrogancia era prematura.
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