Si hay algo que une a los grupos yihadistas con independencia de su país de origen, es la idea de que el Islam está inmerso en una guerra de supervivencia contra Occidente. Para ellos, liberalismo y socialismo forman una amalgama indistinguible cuyo único nexo de unión es el ateísmo y la agresión permanente al auténtico Islam. Eso no impide que la mayoría de sus víctimas sean musulmanes.
En Occidente, no es difícil encontrar a los que quieren responder al fuego con fuego, los que viven en la ilusión de que la violencia se acabará por completo si el recuento de cadáveres se inclina a tu favor.
Por eso, como se ve en la portada de ABC, la operación policial para detener a los autores de la matanza de Charlie Hebdo y al asesino de cuatro personas en el supermercado kosher de París, a los que mató sólo porque eran judíos, es un acto legítimo de venganza del que es de suponer que todo el país estará orgulloso.
No importa que las imágenes del asalto al supermercado revelen que Coulibaly se lanza disparando sobre los policías que están en la puerta. No había ninguna posibilidad de que lo atraparan vivo. Pero es una muerte violenta y así se satisfacen los deseos de venganza.
La guerra es el escenario más habitual para esos sentimientos. Matar antes de que te maten. No tener piedad con el enemigo porque él no la tendrá contigo y vigilar con cuidado a los que no quieran unirse a la masa que pide sangre.
Da igual que ya hayamos visto esas portadas antes. No por ello hay que dejar de denunciarlas, como hay que cuestionar a aquellos que convierten en actos de guerra lo que son actos criminales. El primer ministro francés ha dicho que estamos en «una guerra contra el terrorismo, contra el yihadismo, contra el Islam radical, y contra todo lo que buscar acabar con la fraternidad, la libertad y la solidaridad».
No es una guerra porque los que dispararon a los trabajadores de Charlie Hebdo no son combatientes de ningún Ejército. Utilizar un fusil de asalto para disparar a civiles no te convierte en soldado de ninguna causa. No es un acto de guerra, como afirman intelectuales despistados o desquiciados por el dolor como Sami Naïr, porque la solución no está en poner a trabajar a los ejércitos, sino a las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia.
Algunos notorios representantes del Partido de la Venganza estarán el domingo manifestándose en París por la libertad de expresión. La lista encierra todas las ironías posibles. Estará el primer ministro turco, Ahmet Davutoğlu, de uno de los países que más periodistas tiene encarcelados. Estará el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, denunciado por imponer una visión autoritaria antiliberal en el país. Estará el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, de un Estado que detiene a los activistas de la oposición que se manifiestan en la calle. Estará el ministro israelí de Exteriores, Avigdor Lieberman, que no sólo apoya la ocupación militar de Palestina, sino que considera unos traidores a los representantes electos de los palestinos de Israel.
No es para nada extraño que Netanyahu se apresurara a reiterar que los países occidentales no se enteran de lo que está en juego y cuál debe ser la respuesta. «El terror de Hamás, Hizbolá, ISIS y Al Qaeda» no acabará «hasta que Occidente luche contra él físicamente, en vez de luchar con argumentos falsos». También ha dicho que «el auténtico objetivo del terror islámico es destruir nuestras sociedades y nuestros países. Acabar con nuestra cultura, que se basa en la libertad y una cultura de la libre elección e imponer en su lugar una dictadura fundamentalista».
Netanyahu pretende hacernos creer en definitiva que el colonialismo israelí forma parte de esos valores occidentales, como también los ataques indiscriminados contra los civiles de Gaza para responder a la violencia del otro lado. Pero hay más, porque en Israel los hay que piensan que Europa ya está ocupada por el Islam (y quien lo dice no es un ultra, sino un periodista que fue dos veces asesor de Rabin). Aparentemente, nos faltan deseos de venganza y ganas de matar.
También estará en París Mariano Rajoy que pretende apoyar en el Parlamento una ley que aumentará el castigo económico (porque la Constitución no le permite aumentar el castigo penal) a los que luchan contra su política en la calle. Y que ahora aprovechará la matanza de París para reformar el Código Penal y reinterpretar a su gusto el concepto de terrorismo. Pobres de los que creen que sólo se utilizará contra los que quieran cometer atentados.
Por eso, y por el aprovechamiento de los crímenes por la extrema derecha europea, Bernard Holtrop, dibujante de Charlie Hebdo conocido como Willem, ha escrito que le dan ganas de vomitar sobre esos nuevos y supuestos aliados frente a los asesinos.
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Inicialmente, se dijo que Netanyahu no viajaría el domingo a París por razones de seguridad. Horas después, el Gobierno anunció que el primer ministro israelí sí asistirá a la manifestación. También lo hará Naftali Bennett, ministro de Economía y líder del partido ultranacionalista La Casa Judía.
Très bel hommage à l'esprit de #CharlieHebdo pic.twitter.com/UNlOGZH8Pk
— Vie De Prof (@Letenco) January 11, 2015
«Es duro ser amado por idiotas» (la misma frase que Charlie Hebdo puso en boca de una caricatura de Mahoma).
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Muslim populations are often a lot smaller than the average person would guess http://t.co/2lxAuQvolO pic.twitter.com/DeZd8AmaXm
— Conrad Hackett (@conradhackett) January 8, 2015
Lots of data about Islam in Europe, including how it is perceived, packed into one chart http://t.co/90z0dlLfov pic.twitter.com/Rom7ZudcQr
— Conrad Hackett (@conradhackett) enero 10, 2015