El flanco izquierdo de Syriza envía el primer aviso al Gobierno

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El eurodiputado de Syriza, Manolis Glezos, ha publicado un comunicado en el que critica con dureza al Gobierno de Alexis Tsipras por el resultado de la última reunión de ministros de la eurozona. Grecia ha obtenido una prórroga de cuatro meses en las condiciones del rescate a expensas de que el lunes presente su programa de reformas.

Glezos es una leyenda de la izquierda griega desde que en 1941 retiró junto a un compañero la bandera nazi que los alemanes habían izado en la Acrópolis. Su carta es una demostración de que la dinámica de las negociaciones, desde una posición muy vulnerable, en la que se ha metido Tsipras puede provocar tensiones dentro de Syriza.

Este es el comienzo de la carta, según la traducción de Greek Analyst.

«Renombrar a la Troika como «instituciones» y al memorándum como «acuerdo», y a los prestamistas como «socios», de la misma forma que llamas pescado a la carne, no cambia la situación anterior. Tampoco cambia desde luego el sentido del voto del pueblo griego en las elecciones del 25 de enero de 2015.

El pueblo votó lo que Syriza había prometido. Anulamos el statu quo de la austeridad, que no es sólo la estrategia de la oligarquía alemana y de los prestamistas europeos, sino también de la oligarquía griega. Anulamos el memorándum y la troika, así como todas las leyes de la austeridad. Al día siguiente de las elecciones, con una sola ley anulamos la Troika y sus consecuencias.

Sin embargo, ha pasado un mes y esto no se ha convertido aún en realidad. Una pena, una auténtica pena.

Por mi parte, PIDO DISCULPAS (en mayúsculas en el original) al pueblo griego, porque yo también tomé parte en la creación de esta ilusión».

Glezos reclama que se celebren «asambleas de emergencia» de los partidarios de Syriza para tomar una decisión sobre los pasos dados por el Gobierno. Afirma que no puede haber compromisos entre el opresor y el oprimido, del mismo modo que no los puede haber entre «el esclavo y el conquistador».

Un importante economista de Syriza ha tuiteado el mensaje de Glezos, lo que no quiere decir necesariamente que apoye su petición. Es seguro que hay sectores del partido que están en contra de negociar con la Comisión Europea. Las cuestiones terminológicas en los comunicados sobre no llamar troika a la troika no les habrá convencido demasiado.

Por otro lado, el Gobierno de Tsipras ha anunciado que llevará al Parlamento algunas de sus promesas electorales, como la subida del salario mínimo y la contratación de funcionarios despedidos ilegalmente, así como conceder la nacionalidad a los hijos de inmigrantes.

Tsipras tiene que mantener el equilibrio entre los militantes del partido, que era hasta 2009 una coalición, y sus votantes. Entre estos últimos hay muchos antiguos votantes del Pasok, que están en contra de abandonar la eurozona o la UE. Tsipras ya ha dicho que se ha ganado «una batalla, no la guerra».

En la reunión del viernes, se vio claramente que en el ‘chicken game’ en que parecía situada la pugna entre Alemania y Grecia, los segundos se encuentran en una posición de desventaja. Los alemanes juegan en público con la idea de que la salida de Grecia de la eurozona es una alternativa que no les asusta. Algunas de sus declaraciones dan a entender que incluso la desean.

El flanco vulnerable de Syriza son los bancos griegos. Desde diciembre, se había producido una fuga de depósitos de esos bancos que, sin ser irrelevante, podía ser asumida. Lo que ocurrió el viernes, según Reuters, o el jueves y el viernes, según otros medios, era otra cosa. Una retirada de 1.000 millones de euros en tan corto espacio de tiempo era ya una cifra mucho más preocupante. Y Draghi dejó claro ese día que el BCE no iba a estar siempre ahí para completar las arcas de los bancos de Atenas.

Si el Gobierno griego se viera obligado a imponer controles de capital para impedir esa fuga de dinero, eso desencadenaría una serie de acontecimientos de desenlace imprevisible. En ese caso, la salida traumática de la eurozona sería algo más que una hipótesis. La introducción de medidas más creativas, como emitir ‘euros de consumo interno’ se contemplaría como un paso previo al regreso de la dracma.

Sobre si Tsipras y Varufakis tiraron la toalla o si obtuvieron el mejor acuerdo posible dadas las circunstancias, hay tantas opiniones como analistas. En los primeros artículos del viernes, se destacó que los griegos se habían visto forzados a ceder en sus reivindicaciones: el programa del rescate continuará hasta su conclusión con las condiciones ya conocidas. Todas las nuevas ideas manejadas por Varufakis en su gira europea habían acabado en la papelera.

La intrasigencia alemana no impidió que su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, reaccionara con rencor: «Los griegos lo tendrán difícil para explicar el acuerdo a sus votantes». Parece que no se trataba sólo de vencer a Syriza, sino de humillarla.

Robert Peston, de BBC, es de los que piensan que Grecia obtuvo el mejor resultado posible dadas las circunstancias. Lo más importante es que gana tiempo a la espera de negociar en los próximos meses su relación con la eurozona (Krugman opina lo mismo).

En el plano interno, Syriza está mucho más fuerte que el día después de las elecciones. Hay sondeos que muestran que ahora mismo las ganaría con una amplia mayoría absoluta. Pero la situación financiera del Estado sigue siendo la de antes. Como se ocupó de recordar Varufakis en su gira, Grecia es un Estado en bancarrota.

Peston destaca que si bien las condiciones del rescate no han cambiado, incluido el compromiso a pagar una deuda del 175% del PIB, Grecia tiene derecho ahora a presentar su propio programa de reformas y aspira con él a reducir el superávit primario pactado con el anterior Gobierno, del 3% este año y el 4,5% al siguiente, a una cifra menor, lo que le dará fondos para cumplir sus promesas electorales y aumentar el gasto social con el que reducir el terrible impacto del hundimiento de su economía.

El acuerdo del eurogrupo del viernes indica que para cuantificar ese superávit primario (la diferencia entre ingresos y gastos en el presupuesto sin contar el pago de la deuda) se tendrán en cuenta las «circunstancias económicas» («The institutions will, for the 2015 primary surplus target, take the economic circumstances in 2015 into account»). Veremos el lunes qué entienden por eso los ministros europeos. De momento, la carta de Glezos nos permite saber que Tsipras tiene que negociar con un ojo puesto en Berlín y el otro en Atenas.

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