La carta de Manolis Glezos y las declaraciones del ministro de Energía sobre las privatizaciones pendientes han hecho pensar que el sector más izquierdista de Syriza puede poner en problemas al Gobierno de Alexis Tsipras. Algunas informaciones que indican que Syriza ha abandonado sus promesas electorales en su primer envite serio con la troika abonan esa teoría.
A corto plazo, es difícil de creer, excepto para los que piensan que el Gobierno griego podía revertir la situación del país a las pocas semanas de ocupar los despachos. Y se equivocan. Hay que recordar la frase ya conocida que dice que no es lo mismo tener el Gobierno que tener el poder (aunque para llegar a la segunda etapa suele ser necesario pasar por la primera).
Tsipras se ha pasado diez horas reunido con el grupo parlamentario de Syriza para convencerle de que apoye el acuerdo con la Comisión Europea. Por lo que cuentan las primeras crónicas, el primer ministro ha sido lo bastante hábil como para citar una teoría que circuló durante la campaña electoral: la idea de que Nueva Democracia no estaba tan preocupada por una derrota en las urnas porque un Gobierno de sus rivales izquierdistas tendría una esperanza de vida muy reducida (la «derrota dulce» que dijo Felipe González en 1996). Sería un «Gobierno de paréntesis» con una mayoría parlamentaria escasa que no podría digerir las contradicciones internas de Syriza.
«Quiero saber si aceptáis o no el acuerdo. Si hay alguien que votará contra el acuerdo, quiero que lo diga ahora», dijo Tsipras. 132 votaron a favor, y sólo cinco en contra. Syriza salió de las elecciones con 149 escaños.
Panayiotis Lafazanis, ministro de Energía, ha sido uno de los críticos, y no es una sorpresa porque ya ha dado los primeros problemas al ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, al afirmar que se va a detener o revisar, o ambas cosas, las privatizaciones que prometieron los conservadores. El Gobierno se ha comprometido a no anular los procesos de privatizaciones de algunas empresas públicas ya en curso, aunque eso no quiere decir que vaya a iniciarlos en otros casos. Lafazanis ha dicho que se detendrán las privatizaciones ya iniciadas en PPC, la mayor compañía pública eléctrica del país, pero está por ver que pueda hacerlo. Si encontrara algún caso de corrupción en ese proceso, lo tendría más fácil, pero si no es así, es poco probable que Tsipras le permita saltarse el acuerdo con la Comisión Europea.
Varias promesas de Syriza, como la de subir el salario mínimo, tendrán que esperar y se llevarán a cabo en distintas etapas. El Gobierno no lo tiene tan mal ante la opinión pública en el caso de que pueda demostrar que ha puesto en el congelador medidas que estaban en el programa de rescate y que incluso Nueva Democracia se había negado a aplicar, como una nueva subida del IVA y la reducción de las pensiones. Cuando ND vio que se acercaba la posibilidad de unas elecciones anticipadas empezó a dilatar la aprobación de esas medidas. La troika lo sabía y no montó ningún escándalo. Se limitó a continuar las negociaciones.
Los comunicados del FMI y del BCE revelan claramente que el nuevo acuerdo con Grecia que la Comisión Europea y el Gobierno alemán aceptan no les satisface por completo precisamente porque faltan esos compromisos.
No parece que el Gobierno griego esté muy preocupado por eso ahora. De momento ha conseguido un acuerdo para los próximos cuatro meses. Más adelante, tendrá tiempo de sobra para ver si Alemania se pone del lado del FMI y del BCE o acepta continuar apoyando la actitud ligeramente más dialogante de la Comisión Europea. Mientras tanto, seguirá vigilando la salud financiera de sus bancos.
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¿Qué opinan los votantes de Syriza? Las primeras encuestas indican que el Gobierno de Tsipras goza de un apoyo superior al registrado el día de las elecciones. Suele ocurrir después de unos comicios que han supuesto un cambio de gobierno. En la web Keep Talking Greece hay un reportaje interesante con opiniones de gente que votó al partido de izquierdas. No es que tenga que ser representativo, pero encontramos ahí opiniones de gente que de momento se siente muy satisfecha, incluso orgullosa, de que un Gobierno se enfrente en la medida de sus posibilidades al diktat que ha llegado en los últimos años desde la UE.
«Me siento otra vez orgullosa. Hemos recuperado algo del orgullo perdido. Ahora la gente habla de que Grecia no inclina la cabeza y acepta sin objeciones lo que otros quieren imponerle», dice una señora de 82 años.
«Mostrar que eres duro, que insistes en negociar y que no aceptas todo lo que te dicen es importante como primer paso», comenta una chica de 20 años.
En un primer momento, restaurar la dignidad de un pueblo de sentimiento muy nacionalista es algo que espera ver la gente. No sirve por sí solo para revertir una catástrofe financiera, pero sí da tiempo al Gobierno para afrontar los primeros meses. Y eso vale para los votantes de Syriza e incluso para los de otros partidos.
Evidentemente, la situación dentro de un año puede ser muy diferente. Pero eso es una incógnita para la que nadie tiene una respuesta.