Ucrania está en bancarrota. Depende económicamente del FMI y los gobiernos occidentales para subsistir pero a cambio de durísimas reformas que incluyen, entre otras cosas, el fin del subsidio al suministro de gas en hogares. Parte del este del país está fuera de su control. Pero hay cosas que no cambian. La guerra de los oligarcas que comenzó a mediados de los 90 sigue gozando de buena salud. A veces, cambian los protagonistas, pero no las normas de combate. Una de ellas: un oligarca necesita un ejército privado en caso de emergencia.
El último protagonista es Igor Kolomoiski, que en sus ratos libres es también gobernador de la región de Dnipropetrovsk, fronteriza con la zona controlada por las milicias prorrusas, cargo para el que fue nombrado por el Gobierno. Pero su prioridad está en los negocios. Controla la empresa Ukrtransnafta, operadora de oleoductos de gas, de la que el Estado tiene el 50% de las acciones (él, un 42%). Ahora el Gobierno ha nombrado una nueva dirección y eso es algo que Kolomoiski no podía tolerar. Ocupó de noche las oficinas de la sede central de la compañía en Kiev con un destacamento de hombres vestidos de ropa de camuflaje. Seguridad privada, se supone, o quizá miembros de la milicia de su provincia que paga de su bolsillo.
Kolomoiski en persona estuvo en la operación. Comentó a un periodista que se encontraba allí para «liberar» el edificio de los «subversivos rusos» que lo habían ocupado. ¿Subversivos rusos al servicio del Gobierno de Kiev? No tiene sentido hacer cábalas sobre sus palabras. En la Ucrania actual, cuando hay que desacreditar a alguien se le llama ruso y problema solucionado.
Photos of the Kolomoisky-ordered raid on Ukrnafta building on March 22 http://t.co/Y2Lc2gLYtH pic.twitter.com/HAUVgLUmko
— Kyiv Post (@KyivPost) marzo 23, 2015
El presidente Poroshenko, él mismo un oligarca pero al menos elegido para el cargo en las urnas, ha dicho que el Gobierno no permitirá que «ningún gobernador tenga su propio ejército de bolsillo». Eso es toda una noticia, ya que varios gobernadores y empresarios han financiado brigadas de voluntarios para enfrentarse a las milicias prorrusas, y está claro que esos grupos armados están también disponibles para defender los intereses particulares de sus dueños. Nadie desperdicia un grupo numeroso de guardaespaldas con armas automáticas.
De momento, el ministro de Interior ha dado un ultimátum que se cumple este martes para que los milicianos de Kolomoiski abandonen las instalaciones de Ukrtransnafta. Veremos si cumple la amenaza o se negocia alguna componenda para salir del paso.
Kolomoiski lo vio venir hace unos días, lo que le llevó a pedir en público una medida que tiene que haber puesto muy nerviosos a los otros multimillonarios del país: pedir que se revisen las privatizaciones realizadas en los últimos años por haber sido el resultado de una conspiración criminal para robar bienes al Estado con su venta por un precio inferior al real. Se refiere a las realizadas en la época del presidente depuesto Yanukóvich, que tenía a sus propios oligarcas en nómina (aunque en realidad era al revés porque en Ucrania siempre ha sido más habitual que los políticos estén a sueldo de los empresarios), y que son los mismos que se vieron favorecidos por las privatizaciones. Entre ellos, está el hombre más rico del país, Rinat Akhmetov, gran amigo de Yanukóvich hasta que descubrió que el presidente había perdido la partida y decidió marcar distancias con el antiguo patrón/cliente. No es alguien que el actual Gobierno quiera incomodar.
En pocas palabras, Kolomoiski está diciendo: si tocáis mis privilegios, voy a armar un escándalo y contar a todo el mundo que sois tan sinvergüenzas como yo.
A estas alturas, a nadie puede sorprender que el primer ministro, el liberal Yatseniuk, que da la casualidad de que es el mismo que nombró gobernador a Kolomoiski (eso fue antes de que Poroshenko fuera elegido presidente), dijera al FT que aceptar la propuesta del oligarca rebelde «abriría una caja de Pandora». Traducción: a nadie le interesa abrir esa caja.
Si toda esta historia parece complicada de seguir, hay que recordar que eso es lo que ha ocurrido en Ucrania desde mediados de los noventa. Ya lo escribí una vez. Cambian los gobiernos, se producen insurrecciones que parece que van a instaurar una nueva forma de hacer política, Rusia y Europa reaccionan para intentar aprovecharse de la situación, pero Ucrania sigue siendo el mismo país que antes.
Foto: Poroshenko, vestido de uniforme militar, visita el frente militar en noviembre de 2014.
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Miércoles
Al final, el Gobierno ucraniano sí ha impuesto su poder sobre Kolomoiski. El desafío era demasiado fuerte como para permitirlo. Los milicianos del oligarca tuvieron que abandonar las oficinas de la empresa objeto de la discordia. Además, Kolomiski ha sido destituido como gobernador de la región de Dnipropetrovsk. Lo que no quiere decir que se haya puesto fin a su poder sobre esa zona del país.