Escribí en 2013 con bastante pesimismo sobre cómo hacer frente a la explotación laboral en la industria textil de Bangladesh y otros países asiáticos. En la carrera por bajar los costes, las grandes empresas han llegado a tal nivel que los clientes se han acostumbrado a adquirir productos a precios irrisorios. Y un dato: desde 1990 el precio medio de la ropa se ha incrementado en EEUU en un 10% cuando los alimentos han subido una media del 82%.
Eso no quiere decir que no se pueda hacer nada al respecto.
Ahora John Oliver cuenta esa historia con humor, y con mucha más contundencia (sólo tarda un minuto en decir «go fuck yourself»). Más datos: un habitante de EEUU compra de media 64 prendas de ropa al año. Sólo el 2% de ellas se confeccionan en el país. ¿Y qué hay de las promesas de las grandes corporaciones sobre impedir la explotación infantil o controlar a las empresas a las que contratan en el sureste asiático y a las empresas a las que se subcontrata ese trabajo? Llevan haciendo esas promesas desde los años 90.