Los apasionados por los números nos recuerdan que el SNP obtuvo menos votos en cifras absolutas que el ‘sí’ a la independencia en el referéndum. El impacto político de que los nacionalistas sacaran 56 de los 59 escaños en disputa en el Norte va más allá del número de diputados.
No es sólo por el sistema mayoritario. El SNP se llevó la mayoría absoluta en las elecciones escocesas en 2011 con un sistema electoral distinto (mezcla de mayoritario y proporcional), concebido en su momento –cuando Blair puso en marcha la devolución de poderes a Escocia– precisamente para impedir que un partido obtuviera la mitad más uno de los escaños.
Los antiguos votantes laboristas que apostaron por la separación en la consulta continuaron confiando en el SNP, esta vez en las generales. Las razones serán muchas, pero el desenlace es inconfundible: los escoceses ven a los laboristas como el Partido de Londres (lo mismo que a los tories desde hace mucho más tiempo). No cambias esa percepción eligiendo a un líder diferente.
Si sólo nos fijamos en la economía, el resultado escocés puede sorprender. Desde la celebración del referéndum, el precio del petróleo se ha hundido, y esa industria sería básica en la prosperidad de una Escocia independiente. Será que esto tiene que ver más con la identidad que con la renta.
Por mucho que la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, haya dicho que la victoria histórica del SNP «no es un mandato por la independencia» o por un nuevo referéndum, hay un factor que está fuera de su control: el futuro referéndum sobre la UE en todo el país. Si los británicos deciden divorciarse de Bruselas, los escoceses no se se resignarán a ese destino.
Ni aceptarán un nuevo tiempo político en el que el nacionalismo inglés sea un factor determinante en Londres, lo bastante relevante como para que se puedan ganar elecciones nacionales con él.
Ya sabemos que dentro de la UE el concepto de soberanía ha quedado muy disminuido. Pero es muy probable que los escoceses prefieran depender de las instituciones europeas que de las británicas. Al menos, en el primer caso, lo harían como Estado independiente.
Por eso, un periodista escocés proUnión como Alex Massie está tan preocupado. La separación es cuestión de tiempo si los términos del matrimonio no son radicalmente alterados. Ingleses y escoceses pueden vivir separados dentro del mismo Estado o en estados diferentes, vecinos y aliados. Vistas así las cosas, la independencia ya no parece un salto hacia lo desconocido, sino un simple cálculo de beneficios. Y ahí el discurso de la identidad tiene todas las de ganar.