En muchos artículos sobre la visión alemana de la crisis de Grecia y de la eurozona, es habitual encontrar referencias al punto de vista nacionalista y xenófobo del diario sensacionalista Bild, para quien todo se reduce a que los griegos son unos perezosos y manirrotos a diferencia de los serios y austeros alemanes.
Definir lo que piensa un país por los arrebatos de los tabloides no es, desde luego, un criterio muy sólido, por muy influyentes que sean esos medios. Lo que ocurre con Alemania es que no es extraño descubrir opiniones tan maniqueas como esas entre los miembros de la élite económica del país.
El historiador Jacob Soll asistió a principios de julio a una conferencia económica sobre la deuda griega en Munich. No es el tipo de público o participantes que extrae sus análisis de las páginas del Bild. La virulencia de las opiniones de los economistas de ese país le sorprendió («Germany’s Destructive Anger»). Creyó ver en sus intervenciones un «mensaje moral»: los alemanes son gente honesta mientras que los griegos son «corruptos, nada fiables e incompetentes».
«Clemens Fuest, del Centro de Investigación Económica Europea y que ha asesorado a Schäuble, seguía recitando números sobre la deuda y el crecimiento griegos, y dijo que los griegos habían fracasado a todos los niveles en los últimos años al gestionar su deuda. Creía que deberían ser expulsados de la eurozona. Henrik Enderlein, del proeuropeo Instituto Jacques Delors, dijo que Grecia debería continuar en la eurozona, pero sólo si aplicaba más austeridad y mejor dirección (a su política económica). Daniel Gros, director del Centro de Estudios Políticos Europeos, teorizó que la deuda y los problemas económicos griegos podían solucionarse con mejores cifras de exportación.»
En sus intervenciones, nunca aceptaban que Alemania tuviera alguna responsabilidad en la crisis griega, como si el dinero con el que los gobiernos anteriores en Atenas construyeron una falsa prosperidad tras su entrada en el euro hubiera llegado de Marte. Tampoco por su insistencia en aplicar políticas de austeridad que no han funcionado desde 2010.
«Cuando comenté que muchos veían la austeridad como una nueva versión del Tratado de Versalles de 1919 del que saldría un Gobierno «caótico y nada fiable» en Grecia en el futuro –uno parecido al que Enderlein avisó que podía producirse en un ensayo en The Guardian–, respondieron que estaban furiosos por haber sido comparados con nazis y terroristas».
Esa reacción viene a ser como una Ley de Godwin, pero al revés.
Soll se pregunta cómo puede liderar Europa una Alemania que se considera la víctima de todas estas discusiones. Cuando se trata de uno de los países más prósperos del continente y el arquitecto de las políticas que impone Bruselas.
Si las élites políticas y económicas están difundiendo un mensaje similar al escuchado en esa conferencia, ¿cómo podemos sorprendernos de que los estereotipos sobre el sur de Europa se extiendan entre los ciudadanos alemanes, lean o no el Bild?
Esa negación de la realidad se extiende hasta la cúpula del poder, y a ese nivel no hay muchos que estén por encima de Wolfgang Schäuble. En una entrevista con Der Spiegel, el ministro de Hacienda niega que exista un dominio alemán sobre el resto de Europa (y dice que no existe tal «supremacía» porque Alemania no es miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU), y luego consigue contradecirse unas pocas respuestas después.
En primer lugar, vende la idea de idea de que todo es culpa del actual Gobierno de Syriza: «Hace medio año, Grecia estaba preparada para volver a los mercados financieros (y emitir su propia deuda). Hoy, la economía del país está arruinada».
Esa es la versión oficial que muchos gobiernos europeos sostienen sobre la responsabilidad de Alexis Tsipras. Pero poco después el periodista le pregunta si cree que Grecia se va a convertir ahora en un «protectorado de la eurozona» a causa de las medidas que se van a imponer con el tercer rescate. Su respuesta completa a esa pregunta:
«No. En su mayor parte, los elementos del nuevo programa fueron acordados en 2010. Simplemente, nunca fueron llevados a la práctica, desgraciadamente. Hasta ahora, la economía y la sociedad griegas apenas han caminado en la dirección correcta. Lo que ha cambiado de forma dramática desde principios de este año es la necesidad de financiación adicional. Según las previsiones más conservadoras, se necesita ahora al menos 80.000 millones de euros. Para mucha gente, esa es una suma inimaginable».
No voy a decir que en la segunda parte de la respuesta Schäuble esté equivocado, pero con respecto a la primera hay algo claro. No puede decir antes que toda la culpa es de Syriza y luego decir que las nuevas condiciones no son tan extraordinarias porque a fin de cuentas entre 2010 y enero de 2015 no se hizo nada por cambiar la economía griega, es decir, que los anteriores gobiernos no cumplieron lo prometido. Y no lo hicieron, a pesar de que supuestamente, según Schäuble, hace medio año Grecia podía poco a poco empezar a financiarse en los mercados por su cuenta.
¿Cómo fue posible tal milagro si antes los gobiernos de Papandreu y Samarás se olvidaron de llevar a cabo reformas supuestamente tan importantes?
Estas cosas pasan cuando uno se cree que una política económica se impone por razones estrictamente económicas, como si fueran unas cuentas que tienen que cuadrar, y que sólo cuando se hace eso se puede salir del agujero. En realidad, son razones políticas las que están detrás de todo esto, y los trucos son también políticos cuando de lo que se trata es de castigar a los otros. Por decirlo de otra manera, cuando el delantero se prepara a lanzar el penalti, se mueve la portería para que nunca pueda marcar el gol. Y luego se le echa la culpa al delantero.
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Y ahora algo de humor para contar lo mismo de otra manera. Es del mismo programa televisivo que hizo esa parodia tan buena de Varufakis. En la configuración se pueden poner subtítulos en inglés.