No sabemos si la locura de Donald Trump se llevará por delante al Partido Republicano, pero está claro que durará mucho tiempo. El multimillonario ya no es la broma del arranque de las primarias presidenciales, sino el candidato mejor colocado en las encuestas, y además por amplia diferencia. El último sondeo de Fox News le da un espectacular 26% de apoyo entre votantes republicanos (Jeb Bush es segundo con un 15%). En una carrera que ya tiene 17 contendientes, es increíblemente difícil llegar a esos números, y de hecho ningún candidato ha alcanzado esa cifra en esa encuesta en estas primarias. En la de Bloomberg tiene ahora un 21%, y un 19% en la del WSJ. En ambas, está en primer lugar.
Por eso, Trump será uno de los diez protagonistas del primer debate de candidatos, que emitirá el jueves Fox News (habrá uno de consolación para el resto).
La explicación habitual en los medios de comunicación es que Trump no tiene ningún futuro en estas primarias. Otra cosa sería si se presentara después a las elecciones como independiente, algo que ha dicho que está dispuesto a hacer. Dan por hecho que los votantes harán como en 2004 y 2012. Elegir de entre un nutrido grupo de portavoces de la caverna al político menos ultra y con más posibilidades de llegar a la Casa Blanca (como John McCain y Mitt Romney en esos años).
Puede ser otro caso en que la apuesta de los medios por los políticos tradicionales del establishment resulta ser fallida, como a otro nivel se ha podido apreciar en varias elecciones europeas. Pero aquí no se trata de que un partido nuevo consiga un 20% de los votos y cause un terremoto en el sistema político, sino de ganar unas elecciones presidenciales con más votos que el rival, es decir, en torno al 50%. Todo aquel candidato que suscite una hostilidad especial en el electorado (en primarias y luego en las urnas), que cuente con un alto porcentaje de gente que nunca le votaría bajo ningún concepto, está condenado a perecer.
Trump sería un ejemplo de manual de esto. La atención que le dan los medios y sus extravagantes propuestas le permiten ganar minutos de televisión y un apoyo inicial alto, pero eso mismo terminará matándole.
Esa es la teoría que la evolución de un sondeo puede haber tirado por la borda. Su conclusión es que en el periodo entre abril y julio ha obtenido una ganancia neta de 45 puntos entre los republicanos al pasar de una valoración negativa de 28 puntos a una positiva de 17. Es un salto sin precedentes, en especial al tratarse de alguien que no era un desconocido para la opinión pública. Los puntos negativos de Trump siguen siendo muy altos comparados con otros candidatos menos ‘famosos’. Incluso así, les supera con facilidad en la valoración positiva.
Sus rivales en la zona más derechista de los republicanos tienen un problema. No importa lo radicales que sean sus ideas, Trump siempre doblará la apuesta. Varios de ellos, entre los más importantes, han decidido congraciarse con los sectores más reaccionarios (por ejemplo, opuestos al aborto) con su promesa de quitar la financiación pública a Planned Parenthood, una organización sin ánimo de lucro que da información y asistencia sobre planificación familiar, en especial a las mujeres sin recursos.
Recibe fondos del Estado desde 1970, en la época de Nixon. Su presupuesto actual depende en un 40% de la ayuda del Estado federal y de los estados. El año pasado, recibió 528 millones de dólares por esa vía. En sus clínicas se llevan a cabo abortos, pero en eso no se utilizan fondos públicos federales.
¿Qué ha hecho Trump? Decir que estrangular económicamente a esa ONG es motivo suficiente para forzar un cierre de la Administración federal, como los republicanos han hecho antes por el tema de la deuda. Cerrar un Gobierno con un presupuesto de 3,8 billones de dólares por un gasto de unos 500 millones. Eso sí que es matar moscas con misiles nucleares.
En política exterior, no se diferencia mucho de la mayoría de los candidatos, pero su nacionalismo económico extremo suena muy bien en los oídos de los votantes republicanos más xenófobos (con su idea de construir un muro entre EEUU y México, y obligar a pagarlo –no se sabe cómo– al Gobierno mexicano) y los que creen que otros países han ‘robado’ los empleos industriales del país con los acuerdos de libre comercio. En ese sentido, Trump es un político antiglobalización, pero el mejunje de sus ideas económicas es tan denso que es difícil llegar con él a una conclusión. Contra toda evidencia, sostiene que China, Japón y México están mucho mejor que EEUU («nos están matando económicamente»).
Un 56% de los republicanos cree que Trump haría un buen papel como presidente en relación a la política económica, según un sondeo de Gallup. No es una mala base sobre la que asentar unas primarias.
Obviamente, ese porcentaje no es el mismo para el resto de votantes. En unas elecciones presidenciales en las que los demócratas sí suelen movilizar a su electorado natural, a diferencia de las legislativas, un candidato republicano especialmente delirante es una estupenda forma de movilizar a tu propia base. Y no olvidemos que a estas alturas de la campaña de 2012 (es decir, julio de 2011), alguien mucho más loco que Donald Trump –la congresista Michele Bachmann– llegó a encabezar un sondeo con el 21%.
Ezra Klein se ha rendido a la evidencia y, como otros periodistas, ha decidido que hay que empezar a tomarse en serio a Trump. Con la coletilla habitual en otros artículos con la que demostrar al lector que no ha perdido la cabeza («personalmente, no creo que vaya a ganar» las primarias), admite que el millonario tiene sus opciones y debe ser analizado no como un fenómeno de circo, sino como un candidato que, al menos según el sondeo de Bloomberg, recibe apoyos en sectores diferentes del Partido Republicano, y no sólo en el más extremista.
A fin de cuentas, ofrecer apariencia de cordura y sentido común nunca ha sido una garantía de éxito en las primarias republicanas.
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Como ejemplo de la división, y los nervios, que Trump provoca entre los republicanos, véase este ‘focus group’ montado en un programa de Fox News. Todos son republicanos, todos son conservadores, pero hay que ver cómo se sacuden cuando hablan del candidato que encabeza las encuestas.