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Septiembre 10, 2004
El precio de la guerra
Johnson (Michael Gambon) y McNamara (Alec Baldwin) contemplan un mapa de Vietnam en "Camino a la guerra".
Mil soldados norteamericanos muertos en la guerra de Irak. La cifra de iraquíes muertos es, al menos, diez veces superior. ¿Puede soportar la opinión pública norteamericana ese lento goteo de bajas? ¿El objetivo de los militares es derrotar a la resistencia o sólo controlar la situación hasta que el Ejército y la policía iraquíes sean capaces de llevar el peso de la lucha?
Las últimas encuestas revelan que la opinión pública de EEUU puede aceptar esa lista de bajas con más aplomo que el que le suponen los políticos y los periodistas. Hay quienes plantean un análisis más sutil: los norteamericanos aceptarán el precio que suponen estas muertes, siempre que estén convencidos de que la estrategia de sus líderes les llevará a la victoria. ¿Y qué es una victoria cuando te enfrentas a una guerrilla militarmente insignificante pero lo bastante persistente, y violenta, como para que la lucha se prolongue durante años? ¿Cuántos soldados necesitas?
Aunque las diferencias entre Vietnam e Irak son tantas que se necesitaría todo un blog para describirlas, sí se pueden encontrar algunas similitudes en las decisiones de los líderes políticos ante estos conflictos bélicos. Algo de esto pensé hace unos días cuando vi en televisión la película "Camino a la guerra", producida por la HBO y emitida aquí por Canal+. La historia nos lleva a 1965 cuando Lyndon Johnson inicia la escalada militar de Vietnam. Según la web de la película:
"Path to War" is the inside story of how the "best and the brightest" advisors in the Johnson administration convinced the president to pour money and men into Vietnam in 1965, and how these same advisors couldn't figure out a way to end the war once it became clear that the strategies they devised had failed.
La escena que me llamó la atención tiene lugar durante una reunión en la que el secretario de Defensa y el alto mando militar presentan a Jonson la petición del general Westmoreland de doblar el número de soldados en Vietnam, de 75.000 a 150.000 soldados. Johnson duda ante la magnitud de las cifras. No sabe si debe proseguir con una guerra heredada de la época de Kennedy. Pregunta a sus asesores qué hay que hacer para terminar el trabajo. No quiere que la guerra termine destruyendo su presidencia, pero teme que EEUU pierda credibilidad en el mundo si retira las tropas.
Sólo un alto cargo entre los reunidos, el subsecretario de Estado, George Ball, apoya la retirada, porque no ve futuro a la empresa militar, dice que es mejor perder ahora que hacerlo después de enviar a 200.000 soldados: "Los grandes capitanes no dudan en retiradas tácticas cuando las condiciones son desfavorables". Ball dice que el aumento de tropas no servirá porque "ellos no combatirán a nuestro estilo. Su táctica es el terror". Sobre la reunión, sobrevuela constantemente el miedo a la teoría del dominó, a la extensión del comunismo por todo el sureste de Asia.
La escena es un diálogo entre Clark Clifford, asesor del presidente y más tarde secretario de Defensa, y el general Wheeler, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor:
Clark Clifford: Tengo una pregunta para el general Wheeler. Si el presidente autoriza este plan, en su opinión ¿en qué consistiría la victoria?
General: ¿Cómo definiría la victoria en esta contienda?
Clifford: Sí.
General: Una victoria militar, en su acepción tradicional, no es lo que buscamos. Eliminar hasta el último guerrillero del Vietcong podría requerir unos 500.000 hombres y cinco años por lo menos.
Johnson: No, no, no. Nadie plantea semejantes cifras, nadie.
General: Nuestro objetivo es conseguir una situación en la cual inflijamos bajas al enemigo por encima de su capacidad para reemplazarlas. Es lo que se denomina punto de inflexión.
Clifford: ¿Y cuántos hombres se requerirían?
General: Una cifra mucho menor. Dependería de la respuesta de los norvietnamitas.
Clifford: ¿Y podrían responder enviando, digamos, 100.000 soldados?
General: Lo consideramos improbable.
Clifford: Es menos de la mitad de los hombres que tienen alistados.
General: Sí, es posible, ya han destinado 50.000 hombres.
Clifford: Y para alcanzar una relación de 10 a 1, que, según tengo entendido, es el mínimo aceptable para un Ejército convencional en una guerra de guerrilla, ¿cuántos hombres se requerirían para hacer frente a esa posible amenaza?
General: Como he dicho, es muy improbable.
Clifford: Un millón de hombres, ¿no es cierto, general?
Clifford (mirando a Johnson) Ya ve. Necesitamos un millón de hombres en Vietnam.
Donald Rumsfeld se atrevió hace dos días a hacer algo que, hasta ahora, había evitado, dar una estimación de las bajas enemigas. Dijo que los insurgentes habían tenido en agosto entre 1.500 y 2.500 bajas. Quería que quedara claro que también la resistencia está perdiendo efectivos, y mucho más rápidamente que las tropas de EEUU.
¿Malas noticias para la resistencia? Nadie lo sabe. De entrada, no olvidemos que el alto mando militar calculaba hace unos meses que los insurgentes tenían entre 5.000 y 10.000 hombres. Es cierto que por entonces la milicia radical de Moqtada Al Sáder no se había enfrentado aún a EEUU. Ahora algunos portavoces militares calculan que pueden ser cerca de 20.000, pero sigue siendo una estimación imposible de confirmar.
Lo cierto es que los combates están aumentando en intensidad. Y no parece que sea porque los rebeldes estén desesperados ni utilizando sus últimos recursos, según el ex jefe del Ejército norteamericano, John Keane:
"The real issue is the fact that this enemy we have out there has the capacity to regenerate itself," said retired Army Gen. John Keane, who stepped down last year as the Army's vice chief of staff and recently visited Iraq. "It's doing so because of the disenfranchisement of a certain number of Muslims, the despair they feel in lack of quality of life improvement, and the sense of nationalism they also feel."
Con los números en la mano, cabe llegar a la conclusión de que el Ejército de EEUU tiene un grave problema en Irak, no del que se puede solucionar en unos meses. La carta reservada para el 2005 es el Ejército iraquí, en proceso de formación. Rumsfeld ha dicho que ya hay 95.000 soldados iraquíes entrenados y equipados (no 200.000 como se había venido diciendo). Hasta ahora, estos soldados no han tenido ninguna participación decisiva en ninguno de los combates mantenidos en los últimos meses. La crisis de Nayaf fue un buen ejemplo de su casi nula aportación.
Todas las guerrillas (que, como decía Ball, siempre emplean la táctica del terror para desangrar al enemigo), ganan cuando no pierden, mientras que el Ejército pierde cuando no gana. Sobre todo, cuando los altos mandos militares echan cuentas y sacan a colación la relación 10 a 1.
Posted by Iñigo at Septiembre 10, 2004 09:15 PM
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