« Ráfagas - 9 agosto | Main | Cheney declara la guerra a Irán »

Agosto 10, 2007

El peligro de apostar por la guerra en Afganistán

Matar moscas a cañonazos nunca ha sido un buen consejo de estrategia militar. Ni siquiera cuando las moscas son realmente peligrosas. Mucho menos cuando entre los escombros se encuentran los restos de las personas que supuestamente tienes la misión de proteger.

Es lo que está ocurriendo en Afganistán. A diferencia de lo que sucede en Irak, no se puede decir que los talibanes gocen de un apoyo popular significativo en la mayor parte del país. Sin embargo, la falta de puntería --por decirlo de forma amable-- de las fuerzas de la OTAN está poniendo en peligro todo el objetivo de la misión. Con razón hay militares que son tan pesimistas.

Las fuerzas occidentales tienen dos prioridades que en principio no deberían ser contradictorias, pero que en la práctica lo están siendo: la reconstrucción de Afganistán y la lucha militar contra los talibanes. Es una batalla en la que no hay posibilidad de elegir. No habrá éxito de ningún tipo si sólo se obtienen buenos resultados en uno de los dos frentes. O se vence en los dos o se pierde.

Para apreciar el riesgo de apostar todas las cartas por la guerra, sólo hay que ver lo que ha dicho al NYT un alto mando militar británico en la provincia afgana de Helmand:

A senior British commander in southern Afghanistan said in recent weeks that he had asked that American Special Forces leave his area of operations because the high level of civilian casualties they had caused was making it difficult to win over local people.

Other British officers here in Helmand Province, speaking on condition of anonymity, criticized American Special Forces for causing most of the civilian deaths and injuries in their area. They also expressed concerns that the Americans’ extensive use of air power was turning the people against the foreign presence as British forces were trying to solidify recent gains against the Taliban.

Los miembros de las Fuerzas Especiales operan en pequeñas unidades --por tanto vulnerables a un ataque enemigo-- y responden a cualquier amenaza pidiendo apoyo aéreo. Cuando creen tener localizados a un grupo de talibanes, solicitan un ataque de aviones o helicópteros, envían las coordenadas y esperan a ver el resultado de la operación.

A lo largo del último año, la escena se ha repetido con una desesperante frecuencia: los portavoces militares anuncian que decenas de combatientes talibanes han sido eliminados. Uno o dos días después, nos llegan las imágenes de entierros de civiles muertos en el ataque. La policía afgana y las autoridades locales denuncian que la mayor parte de las víctimas son campesinos inocentes. El presidente Karzai se queja de que las fuerzas extranjeras no son lo bastante 'eficaces' a la hora de elegir los blancos. Enfrentados a la realidad de que su primera versión era falsa, los portavoces militares acusan a los "terroristas" de ser los responsables de esas muertes, a pesar de que fueron ellos quienes dispararon. La segunda explicación sirve para salir del paso ante las preguntas de los periodistas extranjeros. Es poco probable que pueda consolar a aquellos que han tenido que enterrar a sus familiares.

Evidentemente, el éxito de la misión dependerá de la opinión de estos últimos, no de los periodistas.

El propio secretario general de la OTAN ha reconocido en numerosas ocasiones que el alto número de víctimas civiles en las operaciones militares perjudica a las fuerzas norteamericanas y europeas en su empeño por ganarse la confianza del pueblo afgano. Periódicamente, se dice que la OTAN está revisando sus tácticas y el uso de bombas de gran potencia. Al mismo tiempo, se alardea de que los explosivos están guiados por mecanismos de precisión, con lo que hay que llegar a la conclusión de que los militares no fallan al apuntar. Lo que ocurre es que disparan hacia donde no deberían hacerlo.

Los británicos dicen estar muy satisfechos de sus progresos en la provincia de Helmand, un foco de resistencia talibán y el gran centro de cultivo de opio en Afganistán. De las declaraciones de una diputada por Helmand, se deduce que hay más propaganda que realidad en esta valoración.

"Helmand is one of the restive provinces of Afghanistan. People live in fear of terror and abduction in the capital of that province. The majority of districts are in the hands of the insurgents. There is not 100 per cent rule of law in the four districts under government control. (...)

Unfortunately the Afghan and foreign troops have so far had no coordination in their activities. The lack of coordination and accurate intelligence has caused civilian casualties in air raids in that province. This has created a gap between the people and the government. The lack of attention to people's demands, branding the people as Al-Qa'idah and Taleban members, and the unjust detention of innocent people are other factors behind the gap between the people and the government".

Los casos de civiles muertos en estos bombardeos no son ya una excepción. Revelan que la eliminación de civiles no es --como nunca lo ha sido en las guerras-- una consecuencia que convierta en imposible una operación militar. Ya sólo se trata de hacer unos cálculos. A partir de cierto número de bajas 'no deseadas', el ataque puede ser anulado. Por debajo de esa cifra, no hay problema.

Excepto para los que mueren. Y sus familiares --no los gobernantes cuya permanencia en el poder depende del apoyo que reciben de EEUU-- serán los que decidan si quieren seguir contando con fuerzas militares extranjeras en su país.

Posted by Iñigo at Agosto 10, 2007 12:21 AM

Trackback Pings

TrackBack URL for this entry:
http://www.escolar.net/cgibin/MT/mt-tb.cgi/9353