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Septiembre 03, 2007
Carpetazo a Abú Ghraib
La noticia ha pasado casi desapercibida. En lo que es sin duda un anticlimax, un teniente coronel ha sido absuelto de los cargos relacionados con las torturas de Abú Ghraib. El mayor escándalo del primer año de presencia militar norteamericana en Irak queda así cerrado. Ya se puede ocultar debajo de una alfombra. Desde el punto de vista jurídico, la única responsabilidad ha quedado restringida a los policías militares que vigilaban la prisión. Las manzanas podridas. Todos los testimonios que señalaban a los generales y oficiales han sido discretamente olvidados. En realidad, nunca fueron considerados.
El teniente coronel Steve Jordan era el número dos de la brigada de inteligencia militar que tenía a su cargo la prisión de Abú Ghraib. En el juicio, sólo ha recibido una amonestación, que constará en su hoja de servicios, por haber desobedecido la orden de un superior de no hablar del asunto. Respecto a las torturas, ha salido inmaculado.
Los fiscales militares no querían llevar a juicio el caso, porque decían no tener pruebas suficientes. Parece que los generales querían que al menos un oficial se sentara en el banquillo de los acusados. Para guardar las apariencias. Todo era por tanto una representación teatral. Durante el juicio, los testigos declararon que Jordan era un oficial excelente y que no había tenido nada que ver con los lamentables hechos.
Para ser más precisos, habría que decir que esos testimonios procedían de los testigos presentados por los fiscales. Como decían en el Post, con una acusación como ésta ¿quién necesita a un abogado defensor?
En teoría, quien tenía que haber estado más preocupado no era Jordan sino su jefe directo, el coronel Thomas Pappas. Pero Pappas sabía demasiado. En su momento, recibió otra amonestación y una multa por valor de la mitad de su salario durante dos meses. Había recibido inmunidad sobre los cargos más graves a cambio de prestar una declaración que curiosamente no sirvió para incriminar a nadie. Sí declaró que el uso de perros en la prisión fue autorizado por el general Miller, el mismo que llegó de Guantánamo para aportar nuevas ideas en la lucha contra la insurgencia. Miller lo negó y ahí se quedó todo.
El teniente general Ricardo Sánchez, jefe de las tropas de tierra norteamericanas en Irak, había entregado a Pappas y Jordan el mando operativo de Abú Ghraib. La prisión no debía ser sin más un recinto en el que encerrar a los detenidos, sino un lugar del que extraer toda la información posible para eliminar a la insurgencia. Por el medio que fuera necesario. Cuando un preso, recién entregado por la CIA, falleció en la prisión, Pappas dejó claro ante varios testigos que él no iba a ser el único que pagaría las consecuencias. Si él caía, otros le acompañarían. Conclusión: nadie cayó.
Antonio Taguba, el general que detalló los abusos en el primer informe oficial que reveló al mundo lo que había ocurrido dentro de los muros de la cárcel, sí que pagó el precio. Ser un valiente no sale gratis en la "guerra contra el terrorismo".
Las fotos de los abusos han quedado grabadas en la memoria como la principal prueba de cargo en otro tribunal, el de la opinión pública. Los soldados que con tanta generosidad llevaron la democracia a Irak terminaron utilizando para sus torturas el mismo penal en el que la Policía de Sadam había cometido los abusos más horrendos que se puedan imaginar. Una siniestra forma de ironía.
Sin embargo, sería un error relacionar Abú Ghraib tan sólo con la guerra de Irak. Human Rights Watch colocó esos acontecimientos en el contexto adecuado:
The abuses of Abu Ghraib did not erupt spontaneously at the lowest levels of the military chain of command. They were not merely a “management” failure, as the Schlesinger investigation suggested. They were the direct product of an environment of lawlessness, an environment created by policy decisions taken at the highest levels of the Bush administration, many long before the start of the Iraq war. They reflect a determination to fight terrorism unconstrained by fundamental principles of international human rights and humanitarian law— even though the United States and governments around the world have committed to respect those principles even in time of war and severe security threats.
El desenlace era previsible. ¿Cómo iban a castigar a los agentes de la CIA en Irak por hacer lo mismo que habían hecho en Guantánamo o en las cárceles secretas desperdigadas a lo largo de los países aliados de EEUU en Oriente Medio? ¿Cómo iban a castigar al general Miller si precisamente le habían enviado a Irak para que pusiera en práctica las lecciones de Guantánamo?
La única y molesta diferencia es que en Abú Ghraib se hicieron fotos. Muchas fotos. En realidad, los policías militares condenados a penas de prisión lo fueron por su macabra idea de los souvenir fotográficos. Si se hubieran mantenido alejados de las cámaras, les habrían ascendido.
Posted by Iñigo at Septiembre 3, 2007 12:09 AM
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Comments
Mackero, es justo lo contrario. Cuando la izquierda denunciaba los crímenes de Sadam, EEUU y sus aliados se ocuparon de silenciarlos y ejercer su veto en NNUU. Rabitos de pasas para la memoria...
Think diferent
Posted by: Juanlu González at Septiembre 3, 2007 04:33 PM