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Febrero 03, 2008
La guerra es el mejor afrodisíaco
El informe de la comisión Winegrad sobre la guerra del Líbano en el verano de 2006 ha sido “un terremoto” para la cúpula militar israelí. Eso dicen algunas fuentes militares citadas por el diario Haaretz. Habrá que creerles. El esperado informe sobre el fracaso del asalto contra Hizbolá es en realidad la confirmación de un principio sacrosanto de la política israelí: no hay ningún problema que no pueda solucionarse con el uso de la fuerza. Es el único lenguaje que entienden los árabes. Es el único lenguaje que somos capaces de articular.
Todo eso queda claro en el veredicto de la comisión de investigación, tanto por lo que dice como, sobre todo, por lo que no dice. La guerra fue “una oportunidad perdida”. La ofensiva con tropas del Ejército, desencadenada 60 horas antes del fin de las hostilidades –cuando en la ONU se avanzaba hacia la declaración de un alto el fuego–, era “esencial”. No fue un error estratégico, según el informe, porque concedió al Gobierno la “flexibilidad política necesaria” para continuar las negociaciones. Esa “flexibilidad” le costó a Israel una cuarta parte de sus bajas totales.
El país fue a la guerra sin haber discutido antes las alternativas y sin contar con planes definidos. La comisión, en definitiva, condena el desastre que hizo, utilizando sus propias palabras, que “una organización paramilitar pudiera hacer frente durante semanas al Ejército más poderoso de Oriente Medio”.
Lo que no hizo la comisión Winograd fue cuestionar la misma decisión de responder a la captura de dos soldados por Hizbolá con un asalto a gran escala sobre Líbano. No se atreve a decir que la invasión no estuviera justificada. Hasta valora con sumo cuidado el uso indiscriminado de bombas de racimo, por las que sigue muriendo gente en el sur de Líbano. Aunque admite que su uso no es conforme al derecho internacional, tan sólo recomienda que se reconsidere en el futuro si deben continuar utilizándose en una guerra.
La ausencia más flagrante es la falta de interés en valorar el daño causado a Líbano y a su población. La sistemática destrucción de su infraestructura civil, incluso en zonas sin presencia de Hizbolá, no parece haber alarmado a la comisión. Los 1.200 libaneses muertos, la mayoría de ellos civiles, quizá aparezcan en alguna anotación a pie de página, pero no muchos la han detectado. Por eso, el primer ministro libanés ha dicho que el informe “no menciona las matanzas de civiles (…) ni la inmensa destrucción de la infraestructura, la mayor parte de la cual eran hospitales, colegios, centros religiosos, puentes y viviendas”, ha dicho Fuad Siniora.
¿Por qué no se habla de esto? “No creemos apropiado tratar de asuntos que son parte de la guerra de propaganda contra el Estado”, reza el informe.
Hay algo intrínsecamente inmoral en enjuiciar una acción militar sin reparar en sus consecuencias sobre la población civil. Es lógico que los miembros de la comisión presten más atención a la suerte de los civiles israelíes que sufrían el ataque de los cohetes Katyusha que a los habitantes de un país extranjero. Pero negarse a cuestionar los efectos de una campaña indiscriminada de bombardeos aéreos revela que los distinguidos integrantes de la comisión presidida por Eliyahud Winograd, juez retirado del Tribunal Supremo, consideran que esas bajas civiles supusieron un coste asumible o inevitable, un punto de vista no muy diferente al de los dirigentes de Hizbolá que justifican sus ataques sobre las poblaciones del Norte de Israel.
¿Era imprescindible ir a la guerra? El Gobierno de Ehud Olmert engañó a los israelíes haciéndoles creer que utilizaría a decenas de miles de tropas para encontrar a dos soldados a los que no podía localizar. Su auténtico objetivo era acabar con Hizbolá como fuera. La misma razón que dieron Begin y Sharon en la invasión de Líbano de 1982. Entonces destruyeron medio país para expulsar a la OLP y eliminarla hasta el fin de los tiempos. También vendieron a su opinión pública que la victoria estaba garantizada y que Israel no albergaba deseos de ocupar territorio libanés. El último soldado israelí no abandonó Líbano hasta 18 años más tarde.
La triste realidad es que el problema no se reduce a la actitud de los gobernantes ni de su mando militar. La militarización de la política israelí cambia de protagonistas y de escenario, pero no desaparece. Como ha explicado el periodista israelí Amnon Levy, la guerra fue una “operación suicida colectiva”, dirigida por el Gobierno, apoyada por los medios de comunicación y alentada por la mayoría de la opinión pública: “Todo el país se vio arrastrado a una fantasía absurda y pidió sangre. Y cuando la gente quiere sangre, el Gobierno se la concede”.
El informe Winograd ha aceptado el discurso oficial beligerante. Sólo le ha molestado que esta vez no fuera efectivo. Por eso, es el primer disparo de la próxima guerra que inicie el Estado de Israel.
Posted by Iñigo at Febrero 3, 2008 01:23 PM
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Comments
en alguna parte lei:
"la guerra es una consecucion de errores y gana el bando que comete menos"
pero en este caso todos los errores los cometio israel.
asesino civiles inocentes a mansalva e injustificadamente fuera del area de combate, destruyo medio pais del libano desperdiciando municion a lo inbecil sin conseguir ningun resultado militar tangible con esto, 34 dias para avanzar 25km mas no controlar nada en absoluto del terreno.
muchos hablan del puñado de cohetes lanzados por hezbollah pero nadie dice nada del cañoneo diario que sometio israel al sur del libabo llegando a lanzar 15,000 obuses por dia.
y los secuestrados aun no se sabe nada.
Posted by: mexicano at Febrero 3, 2008 09:15 PM
Es una estrategia muy antigua del discurso propagandístico de guerra, enmarcada en el juego de la "deshumanización": hablar sólo de los aspectos militares y técnicos de los conflictos sin hacer mención de las víctimas. Al ser obviadas, éstas aparecen retratadas como la "cara inevitable", la consecuencia que, por supuesto, toda guerra debe tener. Bajo este discurso subyace el argumento: "estamos analizando la actuación de un Gobierno en guerra,no estamos hablando de víctimas. Ya sabemos que hay víctimas, lo damos por hecho, pero ése no es el asunto en cuestión aquí".
Te quitas así de un plumazo la "mosca cojonera", la horma del zapato que te impide actuar de la manera más "efectiva" en un conflicto y, de paso, el flanco fácil por el que Instituciones Internacionales (como el Tribunal de la Haya) podrían juzgarte.
Creo que más de uno teníamos esperanzas en que el Informe Winograd trajera un poco de justicia, que aliviara, si quiera levemente, el sentimiento de impunidad que reina sobre toda suerte de conflictos actuales. De todas maneras, la opción deseada (la celebración de elecciones y la victoria, quizá, de Ehud Barak) también ha perdido ya un poco de sentido, a tenor de la actuación del ahora Ministro de Defensa en el bloqueo de la franja de Gaza y el recrudecimiento de sus ataques a la zona...
La historia se repite testarudamente. Si Sharón volvió tras Sabra y Chatila, no va a tener este cuento un final distinto...
Enhorabuena por el blog, Íñigo, es genial.
Un saludo
Posted by: adriahna at Febrero 4, 2008 01:07 AM
4000 cohetes son pocos cohetes. No veis lo que no os interesa ver.
Posted by: Anonymous at Febrero 4, 2008 04:00 AM
Hola y disculpa, he pensado que la viñeta localizada en el post que enlazo te haría gracia por demoledora: la política de Bush contra el terrorismo es la misma que proponían los supervillanos de la Marvel hace treinta años.
http://amanecerensalada.blogspot.com/2007/12/dj-vu-retro-futurista-en-vietas-uno.html
Posted by: absence at Febrero 4, 2008 12:20 PM