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Marzo 30, 2008

El Estado minusválido de Irak

Hay cierta paradoja que se repite con una alarmante frecuencia en la guerra de Irak casi desde sus inicios. Los norteamericanos empiezan todas las jugadas sobre el tablero y al final siempre terminan ganando los iraníes. Los dirigentes iraquíes gustan de utilizar un lenguaje bélico similar al de la Administración de Bush, pero sus decisiones nunca incomodan a Teherán.

Los dos principales partidos del Gobierno de Irak (el Consejo Supremo Islámico de Irak, CSII, y Al Dawa) no hubieran sobrevivido a la dictadura de Sadam sin el apoyo iraní. Las milicias del CSII fueron financiadas y entrenadas durante años por sus vecinos del otro lado de la frontera, y quizá lo sigan siendo ahora. La prioridad de los partidos chiíes, y de sus padrinos de Teherán, consiste en asegurarse de que nunca más Irak sea gobernada por los suníes. El partido de Alí (el yerno de Mahoma que perdió la batalla por suceder al profeta ante el clan de los Omeya y que es en cierto modo el padre fundador de los chiíes) nunca volverá a las catacumbas de la sociedad iraquí.

La guerra civil de baja intensidad que ha comenzado esta semana en el sur del país es otro capítulo catastrófico de este proceso. Irak es un Estado minusválido que depende de la asistencia permanente de Washington y Teherán –cada uno con sus objetivos opuestos– y que carece de instituciones nacionales que merezcan ese nombre. La partición del país, aún conservando sus fronteras y cierta ficción institucional, es el horizonte más probable y terminará siendo el mayor legado de la ocupación norteamericana.

Como se suele decir medio en broma, a los chiíes no les importa demasiado que los kurdos conserven su afición a las bebidas alcohólicas. No hay ortodoxia islámica que mantener en el norte. Su gran objetivo es modelar el país en forma de una confederación que les asegure el control de todo el sur, y eso incluye evidentemente los campos petrolíferos, y de la capital, Bagdad.

Con los suníes incapaces de presentar un programa político común, la única voz nacional que se opone a este proyecto es la de Moqtada Al Sáder, el autoproclamado defensor de las clases bajas iraquíes. Su mensaje nacionalista iraquí no conviene a los intereses de EEUU e Irán. Los sectores más radicales del régimen iraní lo han utilizado en ocasiones para desgastar al Ejército norteamericano, por aquello de que cuanto más tiempo estuviera enfangado en el avispero iraquí menos opciones tendrían los neocon de dirigir sus cañones hacia Irán. La apuesta iraní, sin embargo, pasa por reforzar al CSII y Al Dawa para que sean estos partidos los que consoliden el poder shií en Irak.

Las brutales milicias de Al Sáder estuvieron detrás de la limpieza étnica que sacudió Bagdad en 2006. Por entonces, al Gobierno iraquí le interesaba que fueran otros quienes realizaran el trabajo sucio. Ahora las tornas han cambiado. El esfuerzo de Al Sáder por blanquear a su movimiento a través de una tregua lo estaba convirtiendo en un rival político preocupante a largo plazo. Y lo será aún más cuando el debate sobre una hipotética retirada norteamericana comience en el momento en que Bush abandone la Casa Blanca. Al Sáder se opone a cualquier presencia militar permanente de EEUU en Irak, un asunto del que se hablará mucho el próximo año.

Resulta casi divertido el intento de la mayor parte de la prensa de EEUU por pintar a Al Sáder como el nuevo chico malo de la película (al que por otra parte no le faltan méritos: es tan cruel y despiadado como el resto de dirigentes iraquíes). Una parte de la confusión con la que políticos y periodistas norteamericanos afrontaron las matanzas de 2006 es que ya no tenían a una figura maligna a la que achacar todos las desgracias. Sin Sadam o Zarqaui en la trama, no parecía sencillo vender una narrativa sólida. Al no poder presentar al nuevo Hitler del momento, ¿cómo puedes definir como decisiva su futura eliminación?

La única opción es presentar estos combates como otro intento por asentar la autoridad del nuevo Estado iraquí. Lo que en este caso exige apostar por la victoria de la milicia personal del primer ministro Maliki (el Ejército) y de la milicia del CSII sobre la milicia de Al Sáder.

La milicia más poderosa y mejor organizada, más conocida como el Ejército de los Estados Unidos de América, ya se ha visto obligada a intervenir en Basora con ataques aéreos, más aún desde que han aparecido las primeras noticias de deserciones en las tropas iraquíes. No parece que Maliki esté en condiciones de aplicar a Basora la misma receta que sufrió Faluya –destruir la ciudad para poder salvarla del mal–, y por eso se ha apresurado a decir que él no ha pedido la colaboración norteamericana.

El enigma iraquí tiene una explicación deprimente: el país se ha convertido en una lucha de clanes armados infiltrados a su vez por todos sus enemigos. Como en Somalia, pero con mejores uniformes.

Posted by Iñigo at Marzo 30, 2008 04:22 PM

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Comments

En esta zona del tablero de ajedrez, los movimientos de Occidente(USA) tienen pocas variantes posibles.

El cambio de piezas es inexorable.

Posted by: mazuste at Marzo 30, 2008 09:53 PM

Me gusta la comparación con Somalia, creo que habría que añadir como diferencias que esta vez la guerra civil practicamente la han creado ellos, y que al contrario que en Somalia, en Irak hay algo valioso por lo que merece la pena quedarse y que te maten unos millares de chavalotes.

Posted by: Gutiérrez at Marzo 31, 2008 09:10 PM