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Mayo 11, 2008
La voluntad imperial de McCain
Los senadores estadounidenses Pete Domenici, John Cornyn y Chuck Grassley tienen dos cosas en común. Todos ellos son del Partido Republicano y todos han sufrido los efectos de la incontenible ira de John McCain. El candidato republicano a la Casa Blanca tiene esa clase de boca que las madres de antes prometían lavar con jabón.
A Domenici, que presidía el Comité de Hacienda del Senado, le dijo que “sólo un gilipollas” habría redactado un presupuesto como el que estaban discutiendo en esa sesión. A Grassley le llamó en público “jodido imbécil”. Con Cornyn fue más rotundo: “¡Que te jodan!”. Y no era la primera vez que se lo decía.
No hay combinación posible de la palabra fuck en todas sus variantes que McCain desconozca. El senador sirvió en la Armada durante sus años de Vietnam y conserva desde entonces el lenguaje cuartelero. Ni siquiera los modales aristocráticos del Senado le han aligerado el carácter.
¿Qué se puede esperar de la política exterior de McCain si llega a la Casa Blanca y demuestra su habitual falta de paciencia con la gente que él cree que no está a su altura? Ese carácter irascible ¿es conveniente para un político que tiene acceso al botón nuclear y al mayor Ejército del planeta?
Por muy palabrotero que sea, pocos pueden dudar de la experiencia de McCain en asuntos internacionales. Incluso los que no votarán por él sentirán de entrada un cierto alivio si este senador de Arizona vence en las elecciones. Por aquello de que cualquier cosa es mejor que Bush.
Con McCain en la Casa Blanca, los adultos volverían a tomar las riendas del poder en Washington. El presidente no despreciaría a las instituciones internacionales que EEUU ayudó a fundar. Los aliados de Washington sentirían que tienen derecho a respirar delante del emperador. Y –noticia importante para Moncloa– es probable que Zapatero tendría derecho a ser invitado a conocer el despacho oval de la Casa Blanca. Es más, es muy posible que hasta le dejarían hacerse una foto.
La satisfacción al ver a Bush, Cheney y el resto de sus secuaces abandonar Washington no debe ocultar la realidad. John McCain promovió el “cambio de régimen” en Bagdad mucho antes de la presidencia de Bush. Nunca ha aceptado que la invasión de Irak haya sido una aventura típicamente imperial de nefastas consecuencias para toda la región. Nunca ha sostenido que es imposible propagar la democracia a lomos de un cazabombardero.
McCain no cree que la respuesta histérica de EEUU ante la amenaza de Al Qaeda haya puesto en peligro las bases de la democracia en EEUU (aunque sí ha denunciado con valentía el deshonor que supone aceptar ciertas formas de tortura).
Al igual que los neocon, el candidato republicano apuesta por una especie de guerra eterna contra las fuerzas del mal y la oscuridad cuyo gran objetivo es la expansión de la democracia, lo que traducido al lenguaje del común de los mortales significa mantener la hegemonía de EEUU en Oriente Próximo, el sostenimiento de dictaduras árabes y el apoyo a Israel con independencia de su falta de respeto a las normas de derecho internacional.
Hay algunos indicios que revelan que McCain abandonará el unilateralismo que ha marcado la política exterior de EEUU en los últimos ocho años. En un discurso reciente en Los Angeles, habló de escuchar y respetar “la voluntad colectiva de nuestros aliados democráticos”.
Sin embargo, cuando se han acercado los momentos decisivos y Washington no ha podido imponer su voluntad, la ira de McCain ha hecho acto de aparición, bien que sin necesidad de recurrir a los insultos. Antes de la invasión de Irak, llamó “nuestros adversarios” a franceses y alemanes. Predica una política de confrontación con Rusia y China que puede tener efectos imprevisibles. En el caso de Irán, ha dejado claro que la opción de la guerra es mejor que la de permitir que Teherán pueda fabricar un arma nuclear que aún nadie sabe si existe.
Muchos temen que McCain piense como Cheney y que crea que aunque las posibilidades de que esa amenaza sólo lleguen al 1%, eso ya sería un porcentaje que no se puede tolerar.
McCain siente una admiración especial por Teddy Roosevelt, el impulsivo neoyorquino que fue presidente de EEUU entre 1901 y 1909. Roosevelt, gran partidario de la guerra contra España, creía en las virtudes curativas de los conflictos bélicos (“ningún triunfo de la paz es tan grande como el supremo triunfo de la guerra”) de la misma forma en que McCain parece creer que el estado de guerra permanente es un requisito ineludible para una superpotencia.
No es probable que echemos de menos a Bush. Sí resulta preocupante intuir que un presidente McCain sería otra excelente noticia para el complejo industrial militar que tanto ha progresado en esta década.
Posted by Iñigo at Mayo 11, 2008 09:11 PM
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Comments
El ex presidente Eisenhower debe estar maldiciendo en arameo y con peores palabras que McCin "boca sucia" la buena racha que lleva su temido complejo industrial militar, al que le llueven los dólares del Washington y Bagdad como sangre de "insurgente" en Ramadán.
Eso si hay un sitio donde los Presidente Americanos vayan después de muertos, en cuyo caso creo que este enfado debe ser una nimiedad frente al que causará tener como vecino en la eternidad a George W. Bush.
Rafael.
Posted by: R. Assiego at Mayo 11, 2008 10:50 PM
The New Republic tiene un interesante artículo desmintiendo el supuesto interés de McCain por ser más menos "unilateral".
http://www.tnr.com/politics/story.html?id=ab15aa4c-568a-4000-ad7d-7cda6d2b2695
Saludos
Posted by: Orihuela at Mayo 12, 2008 05:13 AM
Vistos los precedentes de otros presidentes como Reagan, Nixon o el mismo Bush Jr., no deberiamos precuparnos mas de lo que deberiamos haberlo estado estos años.
Posted by: pecha at Mayo 12, 2008 11:01 AM