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Noviembre 29, 2008
Pakistán, el enfermo de Asia
Quizá sea una casualidad, pero no ha habido muchas en la guerra secreta y no tan secreta que mantienen India y Pakistán desde hace décadas. El ataque masivo sobre la ciudad de Mumbai ha coincidido con declaraciones realmente alentadoras procedentes de Pakistán. ¿Hay grupos que intentan boicotearlas o es que la dinámica de violencia no se detendrá hasta que haya auténticas negociaciones entre estos dos enemigos históricos?
Las medidas del Gobierno de Asif Alí Zardari cuentan con pocos precedentes. Ha propuesto firmar un tratado de no proliferación nuclear con su vecino e iniciar un proceso de unión económica, además de renunciar a un ataque nuclear preventivo. En el plano interno, ha ordenado la disolución de la unidad de los servicios de inteligencia (ISI) dedicada al espionaje interno, un signo de que intenta poner bajo su control al organismo cuya función consiste en alimentar a la insurgencia que lucha contra India en Cachemira.
La identidad de los agresores serviría para medir cuál será la respuesta de India a este devastador ataque a su capital financiera y económica. Las primeras pistas señalaban a un grupo local llamado Los Muyahidines de India, pero el Gobierno de Nueva Delhi sostiene que las pruebas apuntan a Lashkar-e-Taiba, un grupo armado paquistaní, apoyado por el ISI, que cuenta con miles de insurgentes en Pakistán y que ha protagonizado varios atentados en territorio indio.
En ambos casos, las dimensiones del ataque cuestionan la fiabilidad de las fuerzas de seguridad del país, incapaces de defender una ciudad que es un objetivo recurrente de varios grupos terroristas. Por mucho que se haya hablado de la complejidad de la operación –mayor que en el caso de un atentado suicida–, desde el primer momento quedó claro que la protección que tenían los lugares atacados era casi inexistente. La Policía fue incapaz de vigilar objetivos bastante previsibles (hoteles de lujo frecuentados por extranjeros, una estación de tren y un hospital) y los servicios de inteligencia no alertaron del peligro de una infiltración masiva.
India dista de ser un Estado militarizado pero los gobiernos nunca han ahorrado en gastos de defensa ni en alimentar el conflicto clandestino con Pakistán. En la Cachemira india, que los paquistaníes reclaman como propia, el Ejército tiene desplegados a un número enorme de soldados, que probablemente no baje de 300.000. Los servicios de inteligencia también tienen su propia unidad clandestina –al igual que el ISI–, una de cuyas funciones ha consistido históricamente en financiar a grupos insurgentes paquistaníes enfrentados a Islamabad en las regiones de Punjab y Baluchistán.
Siempre en las sombras. India se sabe más poderosa y no cree necesitar una respuesta inmediata a los ataques inspirados por su vecino. Disfruta de mayor comprensión en Occidente, que nunca ha denunciado los excesos de la represión en Cachemira.
Todo eso cambiará si echan raíces los llamamientos a la venganza. Una película de acción de bajo presupuesto ha sido uno de los grandes éxitos del cine indio de este año. Su mensaje es que los ciudadanos están hartos y deben tomarse la justicia por su mano contra los terroristas.
Por frágil que sea su posición, la inciativa de Zardari debería ser un camino de no retorno. Ahora que, una vez concluida la era de Musharraf, el Ejército paquistaní está adoptando un perfil más discreto, los partidos políticos están obligados a demostrar a los ciudadanos que aún quedan esperanzas en que el país tenga un Gobierno limpio y eficaz. Para ello, es imprescindible que abandonen la corrupción endémica en sus filas y se impongan sobre los grupos extremistas que quieren llevar al Estado a una guerra contra India que Pakistán nunca podrá ganar.
Pakistán es el enfermo de Asia. Ahora que está al borde de la bancarrota es el momento para que sus dirigentes se convenzan de que la guerra permanente contra sus vecinos le ha convertido en un paria indeseable.
Aún peor, es una especie de mendigo que sólo puede alardear de un puñado de armas nucleares y de contagiar sus problemas a Afganistán y India. La ayuda de la Administración de Bush le sirvió a Musharraf para financiar la agenda secreta del Ejército. La próxima entrega debería apostar por la recuperación económica y la financiación de un sistema educativo libre de extremismos. Sólo llevan unas cuantas décadas de retraso.
Posted by Iñigo at Noviembre 29, 2008 12:07 AM
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Comments
Lo de Wednesday, la peli de Bollywood, es sintomático y no muy optimista: en los últimos 20 años el cine de bollywood ha sido tradicionalmente bastante intregador, con historias que a veces transmitían un mensaje pacifista y de amistad (vía romance) con Pakistán, a lo que hay que sumar que alguno de los principales actores del star system índio son de etnias pakistanís o que éstos, los paquistaníes, odian a sus vecinos pero consumen su cine compulsivamente (siempre pirateado).
Posted by: absence at Noviembre 29, 2008 07:19 AM