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Febrero 01, 2009

Maliki y las elecciones iraquíes

Hace un año, las elecciones provinciales en Irak se presentaban como una cita decisiva para la pacificación del país y las expectativas eran algo pesimistas por una serie de factores. Aún no estaba claro que los suníes pudieran obtener una representación política acorde a su peso demográfico. La disputa entre los tres grandes movimientos chiíes en el sur podía desencadenar incidentes violentos. Los partidos que gobiernan en Bagdad contaban con la oposición del grupo de Al Sáder y podrían tener la tentación de falsear los resultados. En algunas zonas, los sectores islamistas más intransigentes estaban cerca de monopolizar el poder.

Las previsiones pesimistas no se han cumplido y en líneas generales eso no ha ocurrido a causa del reforzamiento del Gobierno central y de su primer ministro, Nuri Maliki. Cuando llegó al poder, Maliki parecía una figura débil, casi un candidato de circunstancias, y su primer año en el Gobierno confirmó esas impresiones hasta el punto de que EEUU hizo algunos intentos de propiciar su relevo. Sin embargo, una vez superada la guerra civil de 2006, Maliki se consolidó en el puesto gracias tanto a sus aciertos como a factores que escapaban de su control y que terminaron beneficiándole.

Como se ha visto en estos comicios de ayer, las milicias tribales suníes han completado su incorporación al panorama político presentando candidaturas con las que han hecho frente a los partidos suníes, de ideología islamista. Su presencia en las listas ayuda por un lado a acenturar el carácter sectario de la política iraquí pero las alternativas no son muchas. Al menos, esta vez los suníes tendrán una representación política en las instituciones provinciales de la que hasta ahora carecían. Por lo que le toca a Maliki, el primer ministro ha mantenido a esas milicias la mayor parte de los sueldos que hasta hace unos meses corrían a cargo del Ejército norteamericano. Es un equilibrio inestable que no quedará zanjado hasta que quede claro cuántos de esos milicianos, la mayoría antiguos insurgentes o partidarios de la insurgencia, se integran en las fuerzas de seguridad.

Otro factor que ha beneficiado a la cita electoral es que Moqtada Al Sáder no ha desafiado a los dos grandes partidos chiíes, Dawa (el dirigido por Maliki) y el Consejo Supremo Islámico de Irak (CSII), coaligados en el Gobierno central. Como casi todas las cosas que tienen que ver con Al Sáder, las razones no están del todo claras. Se dice que Al Sáder lleva varios meses fuera del país, probablemente en Irán ampliando sus estudios religiosos, y que continúa en una posición ambigua a caballo entre la religión y la política. En estas votaciones, su movimiento no ha presentado listas propias y se ha limitado a apoyar a una serie de candidaturas.

La aparente desaparición de Al Sáder es un ejemplo de la creciente influencia de Irán en la politica iraquí. Si bien es probable que los servicios de inteligencia iraníes hayan pertrechado en el pasado a sus milicias en algunas zonas de Irak, Teherán apoya decididamente a los dos grandes partidos chiíes y nunca ha visto con buenos ojos los intentos de Al Sáder por desestabilizar al Gobierno.

Lo peor para él es que Maliki le ha robado buena parte del mensaje nacionalista. En los últimos años, Maliki ha ido progresivamente afirmando su poder y marcando distancias con EEUU. La negociación sobre la presencia militar norteamericana en los últimos meses de la Administración Bush confirmó que Maliki estaba ya en condiciones de no obedecer las órdenes de Washington.

El primer ministro ha sido el principal beneficiario del descenso de la violencia. Ahora aspira en las urnas a obtener una ventaja sobre el CSII, aliado y adversario al mismo tiempo. A corto plazo, los únicos puntos oscuros de su estrategia están en la provincia de Diyala, donde aún la violencia es un factor relevante, y su relación con los kurdos. Sobre la relación entre kurdos y el resto de los iraquíes nada se ha hecho en los últimos años. La cuestión de Kirkuk continúa estando presente y nadie se atreve a predecir cuál será el desenlace.

Si ve reforzado su poder en estas elecciones, Maliki mantendrá la presión sobre EEUU para que se inicie la retirada de las tropas norteamericanas y quede culminada en el 2011, un proceso inmensamente popular entre los iraquíes. Si Obama tiene problemas con sus generales, es probable que el primer ministro iraquí sea el que termine echándole una mano.
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Los primeros resultados en el sur indican una victoria clara de las candidaturas de Maliki. Al menos eso reconocen, aún no hay resultados oficiales, los dirigentes del CSII:

"According to initial information, (Maliki's) list has come first in Basra with 50 percent of the vote, (ours) took 20 percent," said Furat al-Sheraa, the head in Basra of the Supreme Islamic Iraqi Council (ISCI), the party that has controlled most southern provinces since the U.S.-led invasion.

Posted by Iñigo at Febrero 1, 2009 06:41 PM

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