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Febrero 16, 2010
La detención del número dos talibán
La detención en Karachi del número dos de los talibanes, al menos de los que aceptan el liderazgo del mulá Omar, es el golpe más fuerte sufrido por los talibanes desde que fueron expulsados del poder. Abdul Ghani Baradar aparece también identificado como jefe militar de la insurgencia o jefe de la shura de Quetta. En ambos casos, su importancia no puede ser despreciada.
It is Baradar who has managed the day-to-day business of the insurgency, appointing key military commanders and organising the parallel administration shadow that the Taliban has been able to set up across much of the south and south-east of Afghanistan.
Pero además de su identidad, casi más relevante es el protagonismo de los servicios de inteligencia paquistaníes. Con independencia del origen de la información que permitió su captura, está claro que no podría haberse producido sin la colaboración del ISI, cuyo papel en la formación de los talibanes y en su ascenso al poder en Kabul está ampliamente documentado. A lo largo de los años, el ISI ha sido el gran padrino de la insurgencia pastún en Afganistán, por considerarla el principal freno a la influencia india en el país vecino.
En la doctrina militar paquistaní, Afganistán es una especie de patio trasero que hay que mantener controlado con vistas a un posible conflicto bélico con India. Al mismo tiempo, esa colaboración permite crear relaciones de dependencia de los pastunes de ambos lados de la frontera con el Gobierno paquistaní. No existe una insurgencia pastún que quiera cortar lazos con Islamabad, como sí ocurre en Baluchistán, pero eso no quiere decir que la situación pueda cambiar en el futuro.
Por eso y por otras razones, no hay muchos aliados de EEUU en el ISI, las insistentes peticiones norteamericanas para que se persiguiera a los talibanes afganos han sido desoídas durante años. La revuelta de los grupos yihadistas paquistaníes, a los que también suele identificarse como talibanes, contra el Gobierno de Islamadad cambió la percepción de amenaza.
Es probable que Baradar huyera de las zonas fronterizas con Afganistán porque se sentía más seguro en Karachi, donde también fueron atrapados algunos dirigentes de Al Qaeda, como Khaled Sheikh Mohamed. Pero Karachi es un metrópoli con sus propios problemas políticos y de violencia, donde el ISI contará a buen seguro con confidentes que no deben lealtad a los talibanes.
Ya se han hecho algunas reflexiones sobre la diferencia entre los viejos talibanes (Omar, Baradar y otros) frente a los nuevos talibanes (insurgentes pastunes menos relacionados con el periodo de gobierno talibán y en teoría más dispuestos a pactar en el futuro con el Gobierno de Karzai a cambio de una reducción de la presencia militar extranjera). Aún es pronto para llegar tan lejos. Los pocos periodistas que han tenido contacto con los dirigentes locales talibanes no los han encontrado más moderados aunque sí más interesados en un futuro Gobierno islamista menos comprometido con los errores del régimen de Omar.
Posted by Iñigo at Febrero 16, 2010 04:31 PM
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