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Octubre 23, 2010
Wikileaks desvela las mentiras de la guerra de Irak
Los artículos que he escrito hoy sobre los documentos de Wikileaks:
“El secreto es esencial para un imperio”, dijo Daniel Ellsberg. El autor de la filtración de los papeles del Pentágono en 1971 se presentó ayer en Londres para apoyar la publicación por Wikileaks de 400.000 documentos secretos relacionados con la guerra de Irak. Tanto ahora como en la época de la guerra de Vietnam, el Estado tiene razones para ocultar lo que ocurre en la guerra.
El editor de Wikileaks, Julian Assange demostró muy pronto por qué es el hombre más odiado por el Pentágono y la CIA. “La mayoría de las guerras comenzadas por democracias han incluido mentiras”. Los documentos revelan que el Pentágono mintió cuando sostuvo en reiteradas ocasiones que no guardaba un registro de los civiles muertos en la guerra.
También demuestran que el derrocamiento de Sadam Hussein no trajo consigo el fin de la tortura. Las fuerzas de seguridad iraquíes, entrenadas y equipadas por EEUU, protagonizaron numerosos casos de abusos, que los norteamericanos conocían sin hacer nada por impedirlos.
El investigador principal de la ONU sobre la tortura, Manfred Nowak, afirmó ayer que el Gobierno de Obama tiene la obligación “legal y moral” de llevar a cabo una investigación sobre esta complicidad con torturas, ejecuciones extrajudiciales y crímenes de guerra. “Los responsables deben ser llevados ante la justicia y las víctimas, recibir la compensación apropiada”, dijo Nowak.
Amnistía Internacional mantiene una posición similar y recuerda que EEUU no puede evadir su responsabilidad sobre lo que ocurría en las prisiones de Irak. “Estos documentos prueban que las autoridades de EEUU eran conscientes de estos abusos sistemáticos durante años, y sin embargo entregaron a las fuerzas de seguridad iraquíes el control de miles de iraquíes que tenían detenidos”, explicó Malcolm Smart, de Amnistía Internacional.
Los informes dejan patente lo que sabía EEUU. En diciembre de 2009, los militares vieron el vídeo de una ejecución cometida en Tal Afar, en el norte de Irak. “En las imágenes aparecen 12 soldados iraquíes”, dice uno de ellos. “Diez soldados están hablando entre ellos mientras otros dos sujetan a un detenido. El detenido tiene las manos atadas. Las imágenes muestran a los soldados llevando al detenido a la calle, le tiran al suelo, le golpean y le matan a tiros”.
El informe incluye el nombre de uno de los policías implicados. Como era habitual, la única medida que tomaban los norteamericanos era pasar el documento a las mismas unidades iraquíes responsables de los abusos. En estos casos, se repiten las mismas palabras: “No es necesario realizar ninguna investigación”.
Otros papeles revelan la participación de soldados de EEUU en las palizas a detenidos. “El detenido [Wikileaks borró el nombre del preso y de la unidad responsable] denuncia que sufrió abusos durante su detención. Le falta el ojo derecho y tiene heridas en el brazo derecho. El detenido declara que las heridas fueron recibidas durante la detención. En la foto aparece con un vendaje sobre el ojo y la herida del brazo”.
Cuchillos, cables y porras son algunos de los instrumentos utilizados por policías y soldados iraquíes. No era raro que los policías de Bagdad se negaran a dar tratamiento médico a los prisioneros. “Algunos presos han muerto por enfermedades en las últimas semanas”, dice un informe sin que pueda saberse si los fallecimientos son muertes por torturas que quedan así oficialmente ocultas.
La lista de atrocidades es interminable. Un detenido sospechoso de preparar un atentado fue conducido a comisaría donde un agente le disparó un tiro en la pierna. Según un documento, “sufrió abusos, como costillas rotas, múltiples laceraciones y golpes y desgarros tras ser golpeado con cables y tuberías”.
En Mosul un detenido fue golpeado con cables “en la espalda, el pecho y la cara” cuando estaba “colgado por las muñecas”. Otros fueron torturados “con cigarrillos o descargas eléctricas”.
La respuesta de los mandos que leían estos informes siempre era el silencio. Una orden emitida en 2004 ordenaba a las tropas que no investigaran estas violaciones de los derechos humanos, a menos que hubiera soldados extranjeros implicados. Si los autores eran iraquíes, “sólo se hará un informe inicial. No habrá más investigaciones a menos que lo ordene HQ” (siglas en inglés de cuartel general).
El abogado británico Phil Shiner, que lleva 142 casos de abusos cometidos sobre iraquíes, explicó ayer que son varios “los casos de presos muertos bajo custodia británica y que fueron registrados como muertes naturales”.
Los documentos también describen los casos en que soldados norteamericanos dispararon a coches conducidos por civiles por acercarse demasiado a convoyes militares o no respetar la orden de detenerse. En un caso de septiembre de 2004, los marines dispararon a un coche que terminó cayendo a un canal. Sólo una persona salió del agua. “La policía iraquí se presentó en el lugar y sacó los cuerpos de dos mujeres, tres niños de 5 a 8 años de edad y un bebé. Todos se habían ahogado”.
El Pentágono da la espalda a los hechos
El Pentágono no está muy interesado en entrar en ningún debate sobre el contenido de los 400.000 documentos hechos públicos por Wikileaks. Tampoco ha dado muestras en su primera reacción pública de tener la intención de abrir una investigación sobre los crímenes cometidos.
Al igual que cuando Wikileaks colocó en su página web miles de documentos sobre la guerra de Afganistán, EEUU prefiere jugar el papel de fiscal. Acusa a la organización dirigida por Julian Assange de “inducir a algunos individuos a violar la ley” al difundir documentos secretos.
“Al hacer pública esta información sensible, Wikileaks continúa poniendo en peligro las vidas de nuestras soldados, de nuestros aliados y de los iraquíes y afganos que trabajan con nosotros”, dijo el Pentágono en un comunicado.
Es lo mismo que se dijo después de que se conocieran los documentos sobre Afganistán. Sin embargo, tres meses después un portavoz de la OTAN en Kabul afirmó que no conocía ningún caso de personas que hubieran requerido protección o que hubieran tenido que huir a causa de la filtración de esos informes. El jefe del Pentágono, Robert Gates, informó al Congreso de EEUU que esos papeles no habían revelado “ni las fuentes ni los procedimientos de los servicios de inteligencia”.
Assange explicó ayer en Londres que el objetivo de Wikileaks es “corregir los ataques contra la verdad que han ocurrido antes, durante y después del fin oficial de la guerra”. A pesar de los ataques que está recibiendo, no parece que eso vaya a echarle atrás: “Sólo me preocupa que la prensa internacional dé credibilidad a a esas declaraciones del Pentágono”. Assange contó que Wikileaks revisa los documentos y que ha eliminado de forma sistemática nombres de iraquíes, sean policías o prisioneros.
En esta ocasión, Assange no estaba solo cuando se presentó ante unos 200 periodistas. Además de los medios de comunicación con los que ha colaborado (The New York Times, The Guardian, Le Monde o Al Jazeera), Wikileaks se ha ganado el apoyo de otras ONG como Iraq Body Count, que comenzó a hacer un registro de las muertes de civiles en Irak cuando el Pentágono se negó a hacerlo, o de abogados británicos que han investigado violaciones de derechos humanos en Irak y Afganistán.
La estrategia norteamericana, apoyada por algunos medios de comunicación, consiste en pintar a Assange como un personaje sin escrúpulos, amante de la notoriedad, a pesar de que sus apariciones en los medios de comunicación son contadas.
La probable fuente de los documentos secretos es Bradley Manning, el soldado de 22 años que está encarcelado en una prisión de Virginia y que se arriesga a sufrir una condena de varias décadas. Su situación es un recordatorio permanente de lo que le puede ocurrir a Assange si se pone a tiro de las fuerzas de seguridad norteamericanas.
En Irak, resulta difícil que las revelaciones de Wikileaks tengan alguna repercusión. El primer ministro, Riyad Maliki, ha dicho que “las detenciones no se realizan sobre una base sectaria ni sobre la pertenencia del prisionero a un grupo determinado, sino por las pruebas que condenan a la persona, sin discriminación”. El Gobierno, controlado por los partidos chiíes, no tiene ninguna voluntad de investigar.
La larga mano de Teherán en la guerra de Irak
Los documentos de Wikileaks también aportan datos sobre la guerra encubierta que los militares norteamericanos mantuvieron con los servicios de inteligencia iraníes en Irak. Las milicias chiíes que se enfrentaban con las armas a la ocupación recibieron entrenamiento y dinero de la Guardia Revolucionaria iraní. Teherán apoyaba al Gobierno iraquí, pero también se ocupaba de financiar a la insurgencia chií.
Los iraníes llegaron a ordenar a sus partidarios el asesinato de altos cargos y funcionarios del Ministerio de Industria con la intención de que fracasara el plan de EEUU de mejorar la seguridad de Bagdad. Entre los planes de estos grupos, estaba el secuestro de soldados norteamericanos para esconderlos en Ciudad Sáder, una zona habitada por chiíes y baluarte del grupo dirigido por Moqtada Al Sáder.
Los iraníes entregaron a sus aliados iraquíes todo tipo de armamento: lanzagranadas, bombas magnéticas para adosarlas a coches, y hasta un misil SAM para atacar helicópteros.
La matanza de la que sí había cifras oficiales
“No nos dedicamos a hacer recuentos de cadáveres”, dijo en una ocasión el general Tommy Franks. Los papeles de Wikileaks demuestran que mentía. Los militares tenían registros con las muertes de civiles de las que tenían constancia. Los documentos cifran los muertos en unos 109.000 en el periodo que va de 2004 y finales de 2009. Incluyen 66.081 civiles iraquíes, 23.984 clasificados como “enemigos” y 15.195 policías y soldados iraquíes, así como 3.771 militares norteamericanos y extranjeros.
Iraq Body Count, que hizo su propio registro con fuentes periodísticas e independientes, afirma que los documentos revelan que se produjeron unos 15.000 muertos más de los que ellos llevaban contabilizados.
La cifra real, que probablemente nunca se conozca, será mayor. Por ejemplo, en los papeles difundidos por Wikileaks, no hay ninguna referencia a Faluya en 2004, cuando los norteamericanos arrasaron la ciudad para poner fin a su dominio por los insurgentes.
Los nuevos datos, según Iraq Body Count, se refieren a “miles de pequeños incidentes en los que morían una o dos personas, casi cada día, cada uno de ellos una tragedia pequeña pero constante de esta guerra”.
Posted by Iñigo at Octubre 23, 2010 09:43 PM
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Comments
Y lo peor de todo es que este informe no cambiará nada en la forma de actuar del ejército de eeuu...
Posted by: Anonymous at Octubre 25, 2010 10:33 AM