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Julio 18, 2011
Cameron, en peligro
No ocurre todos los días en la política británica que un periodista pregunta a David Cameron, elegido primer ministro hace 14 meses, si se ha planteado dimitir por las consecuencias políticas del escándalo de la prensa de Murdoch. O dicho de forma más elegante, “si estaba considerando su posición como primer ministro”.
Cameron debería haberse escandalizado por lo osado de la pregunta. Pero lo que hizo fue detallar en una larga y no demasiado convincente respuesta todos los pasos que ha dado el Gobierno. La rueda de prensa se estaba celebrando en Johanesburgo durante la visita de Cameron a Suráfrica.
Poco después se supo que la inoportuna gira africana había sido acortada por segunda vez. Ya se habían descartado las etapas de Ruanda y Sudán. Ahora tocaba reducir en siete horas la visita a Nigeria para que Cameron esté de vuelta en Londres mañana por la noche.
Incluso así, Cameron no llegará antes de que se produzca el martes la esperada comparecencia de Rupert Murdoch, su hijo James y Rebekah Brooks en una comisión parlamentaria. El Gobierno tiene razones para temer lo que diga Murdoch, al que se supone muy descontento por la rapidez con que los conservadores han hecho causa común con la oposición para denunciar los excesos de sus periódicos tabloides.
Cameron llega antes porque tiene un examen imprevisto el miércoles. Ese era el día en que se iniciaban las vacaciones parlamentarias, pero la tormenta política ha obligado a ampliar un día más el periodo de sesiones.
Lo había pedido el líder laborista, Ed Miliband, y Downing Street tuvo que unirse a la idea. Cameron pronunciará un discurso en la Cámara sobre las futuras investigaciones independientes del escándalo. Luego se someterá a una sesión de control extra no prevista en el calendario.
En medio de toda esta confusión –viajes al exterior que se acortan y periodos de sesiones que se alargan–, apareció una noticia tan anecdótica como reveladora. Ladbroke estaba pagando a sólo 8/1 la apuesta de que Cameron será el próximo miembro del Gobierno que tenga que abandonarlo. Sólo dos ministros, de Energía y Sanidad, cuentan con probabilidades mayores de dimitir. En sólo unas horas, las opciones de la dimisión de Cameron pasaron de 100/1 a 20/1, y luego a 8/1.
El ambiente se caldeó tanto en unas horas que el viceprimer ministro, Nick Clegg, tuvo que responder a la pregunta impensable hace unos días: “Desde luego que no (debe dimitir). Mantengamos un poco la perspectiva”.
Quien no se mostró tan alarmado fue el alcalde de Londres, el tory Boris Johnson, cuando le preguntaron si Cameron debía asumir la responsabilidad por haber contratado como director de comunicación a Andy Coulson, en libertad con cargos por su implicación en el escándalo. Johnson se escabulló y dijo que esa es una pregunta que debería hacerse a Downing Street.
“Boris es Boris”, comentó un portavoz de Cameron con la respuesta de costumbre cuando Downing Street no quiere pisar las trampas que les tiende Johnson.
Más allá del excéntrico alcalde, lo que llamaba la atención era el escaso número de ministros y diputados conservadores que aparecen en los canales de noticias para defender al primer ministro. “¿Dónde están los pretorianos de Cameron?”, se preguntó el corresponsal político de la revista conservadora Spectator. Según James Forsyth, un ministro le dijo que Downing Street está teniendo problemas para convencer a cargos del partido para aparecer en televisión, cosa que no había ocurrido en otras ocasiones.
La situación es tan inaudita que un caso tan grave como el de la corrupción policial en Scotland Yard acudió en ayuda del Gobierno. Permitió que una de sus miembros más populares –la ministra de Interior, Theresa May– tomara la iniciativa en el asunto que ha causado dimisiones pero no aún detenciones: la negligencia de las fuerzas de seguridad ante los delitos cometidos por el News of the World.
May anunció tres investigaciones independientes. La primera, sobre las relaciones entre la policía y los medios de comunicación, la segunda sobre la corrupción policial y la tercera en relación a la Comisión de Quejas de la Policía, un organismo independiente al que se quiere dotar de mayores poderes.
Era el día más adecuado para hacer ese anuncio. El número dos de Scotland Yard y jefe de su unidad antiterrorista, John Yates, presentó la dimisión al saber que iba a ser suspendido temporalmente de sus funciones. Yates fue el mando policial que dirigió la primera investigación de las escuchas del NOTW que se cerró de forma prematura con dos detenciones en 2006. También fue él quien decidió no reabrirla cuando The Guardian reveló en julio de 2009 que el uso de prácticas ilegales había sido generalizado en el periódico.
Al igual que el jefe de Scotland Yard que había dimitido el día anterior, Yates dijo después que su integridad estaba a salvo y su conciencia, tranquila. A los pocos minutos se supo que cuatro ex altos cargos policiales, entre los que está Yates, serán investigados por la comisión de quejas.
En el caso de Yates, se le acusa además de haber ayudado a la hija del periodista Neil Wallis, que es agente de policía, a conseguir un puesto en la Policía Metropolitana. Wallis, exdirector del NOTW, fue contratado por Scotland Yard como asesor de relaciones públicas en 2009.
La cúpula policial de Londres ha quedado descabezada a un año de la celebración de los Juegos Olímpicos. Las relaciones entre el Gobierno y los mandos policiales pasan por su peor momento. La tormenta está lejos de amainar, pero aún no causado un vuelco en los sondeos. Según una encuesta de ICM para The Guardian, conservadores (37%) y laboristas (36%) se encuentran en un empate técnico, mientras que los liberales demócratas han subido unos puntos, del 12% al 16% (otro sondeo de esta noche da números diferentes, peores para los tories).
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Lo último que le faltaba a este escándalo: un cadáver. Esta tarde se ha encontrado en su domicilio el cuerpo sin vida de Sean Hoare, el primer periodista del ‘News of the World’ que denunció que Andy Coulson conocía perfectamente que el tabloide estaba pinchando los buzones de los móviles de forma sistemática. Además dijo que los reporteros pagaban a la policía para conocer la localización exacta de los móviles.
La causa de su muerte es desconocida pero para la policía no hay razones para pensar que sea “sospechosa”.
Posted by Iñigo at Julio 18, 2011 10:25 PM
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Comments
Iñigo,
Gracias por tu blog. Es magnífico.
Hay algo en esto del periodismo y es que esta lleno de desagradecidos. No quiero decir que estemos de continuo reconociendo el mérito, pero no está de más quienes, como yo, entremos a leerte y de paso reconozcamos el trabajo.
De nuevo, gracias.
Un saludo,
Borja
Posted by: Borja at Julio 18, 2011 11:12 PM