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Julio 10, 2011
La última batalla de Murdoch
(Este es el perfil de Murdoch que saco hoy en Público. Algunos acontecimientos del día indican que la incógnita final comienza a estar muy desequilibrada en contra del presidente de News Corporation. Pero de eso habrá que escribir más tarde).
Seis millones de ejemplares del News of the World llevaban en su portada un titular embriagador el 9 de junio de 1963: “Las confesiones de Christine”. Junto a la foto de la joven prostituta Christine Keeler, los lectores podían conocer los mejores detalles de su relación con el ministro de Defensa, John Profumo, y el agregado militar soviético en el escándalo que le costó al político la dimisión.
Cuando Rupert Murdoch compró el dominical seis años más tarde, el matrimonio parecía perfecto. El australiano, un outsider taciturno en la corte de Londres, se hacía con su primera cabecera en el Reino Unido en el comienzo de una carrera que lo convirtió en el empresario más temido e influyente del país.
Un año después, el NOTW volvió a la carga con el caso Profumo –siempre se puede exprimir algo más de un escándalo– y el Consejo de Prensa censuró al periódico por su conducta. “La gente puede burlarse todo lo que quiera”, dijo Murdoch, “pero yo me quedaré con los 150.000 ejemplares de venta extra”.
Esa es la actitud que siempre le ha caracterizado. No le importa lo más mínimo lo que piensen los demás. Su escala de valores tiene la forma de una cuenta de resultados. Por eso, ajustició al NOTW y decidió que el de hoy sea el último de una historia que comenzó en 1843.
Su ideología es profundamente conservadora, pero si tiene que atormentar a un Gobierno de derechas para sacar beneficios de todo tipo, lo hace sin ningún escrúpulo. Sólo con Margaret Thatcher mantenía una relación de respeto. Todos los demás políticos no son más que peones a los que hay que mantener controlados.
Al igual que con los villanos de película, los enemigos de Murdoch exageran su influencia y sus aliados la minimizan. “Como Voldemort, su nombre no debe ser pronunciado”, escribía ayer medio en broma Marina Hyde en The Guardian. También es fácil imaginárselo como el líder de Spectra acariciando un gato blanco en su regazo. La caricatura es exagerada pero hay un dato concluyente: siempre que sus empresas han necesitado la ayuda de los gobiernos británicos la han tenido.
Quizá Murdoch no quite y ponga gobiernos a su antojo, pero los políticos no se arriesgan a confirmar esta premisa.
El cineasta David Puttnam, hoy miembro de la Cámara de los Lores, es de los que consideran que Murdoch es una amenaza para la democracia. “No quiero que Gran Bretaña se parezca en nada a Italia (obviamente por Berlusconi), excepto en el clima”, dijo hace unos meses al explicar por qué se oponía a la OPA de BSkyB.
Hasta hace unos días, Lord Puttnam estaba en el bando de los perdedores. Nadie creía que el Gobierno de David Cameron se fuera a atrever a negar el visto bueno a la OPA sobre el total de las acciones de la mayor empresa televisiva del país. De hecho, ya había dado la aprobación provisional sin remitir el caso a las autoridades de competencia.
Exactamente lo mismo que ocurrió en 1981 cuando Murdoch compró The Times y The Sunday Times. Cinco años después, acabó con el poder de los sindicatos en la prensa con el traslado de las redacciones de sus periódicos a las nuevas instalaciones de Wapping. En los años 90, protagonizó una guerra de precios que dejó exhaustos a sus rivales. La vieja Fleet Street tuvo que rendirse ante su poder.
Nadie niega sin embargo que el cambio tecnológico era imprescindible y que Murdoch lo hizo posible. Ni que el hoy ciudadano norteamericano es de los pocos empresarios de prensa que no ha tirado la toalla. “Me quito el sombrero ante Murdoch”, dijo Joseph Lelyveld, ex director de The New York Times. “Él se toma en serio a la prensa. Es el último hombre que sigue creyendo en ella”. ¿Cómo si no entender que pagara una cantidad astronómica de dinero en la compra de The Wall Street Journal?
The Times pierde cada año decenas de millones de libras –aunque eso le sirve para hacer un buen periódico–, pero eso es un detalle menor para el dueño. Desde el principio, su compra le permitió desdeñar al establishment británico y afirmar su poder.
Pero el futuro de News Corporation no está en esta augusta cabecera ni en la dieta de sexo y crimen que suministraba el NOTW. La apuesta estratégica está en convertirse en proveedor de contenidos en todas las plataformas tecnológicas posibles. El gran cajero automático que financiará todo eso serán BSkyB y sus diez millones de suscriptores a la televisión de pago.
News Corporation necesita desesperadamente comprar el 61% de acciones de BSkyB que aún no están en su poder, aunque tenga que pagar por ellas cerca de 11.000 millones de euros. Los ingresos de la televisión de pago han aumentado un 40% en la última década. Los últimos beneficios anuales de Sky fueron de 960 millones de euros. Los ingresos, 6.600 millones.
Ante esas cifras, ¿qué valor tiene el NOTW por mucho que un antiguo director lo definiera en 1969 como “tan inglés como el roast beef y el pudin de Yorkshire”? El periódico era una víctima propiciatoria y su cierre, una forma de pagar por el hecho de haberse convertido en una organización criminal dedicada a espiar las comunicaciones de miles de personas.
Murdoch tiene ya 80 años y no le queda mucho tiempo para consolidar el futuro de sus dominios y dar el relevo a su hijo James. Ahora necesita que Cameron pague por el apoyo que le dieron The Sun y The Times en las últimas elecciones, después de haber pedido el voto para Tony Blair en las tres anteriores.
Thatcher le facilitó la compra de The Times y permitió que Sky tuviera su primera sede en Luxemburgo para que no le afectaran las leyes británicas. Blair hizo gestiones ante el Gobierno italiano de Prodi en favor de Sky Italia y garantizó a Murdoch un laborismo moderado. Gordon Brown apoyó muchas iniciativas populistas de The Sun. No hay primer ministro que, por miedo o convicción, no haya pasado por caja.
Murdoch llega hoy a Londres para tomar las riendas de la crisis personalmente. Si las revelaciones sobre los delitos cometidos en el NOTW van a más y alcanzan a altos directivos de la empresa, su suerte está echada. Pero si el tema se apaga en otoño, algo poco probable ahora mismo, pocos dudan de que el primer ministro firmará en la línea de puntos. Murdoch no gana elecciones, pero nadie las ha ganado contra él.
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La viñeta es de Steve Bell, de The Guardian.
Posted by Iñigo at Julio 10, 2011 12:50 PM
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