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Julio 24, 2011
Periodistas y políticos: matrimonios y divorcios
La portada del News of the World lo tenía todo para dejar con la boca abierta a sus millones de lectores en un domingo de abril de 2005. “Top Tory, Coke and the Hooker”, decía el titular, un auténtico puñetazo en el estómago de George Osborne, hoy ministro británico de Hacienda. Si ya resulta un tanto embarazoso que te relacionen con el consumo de cocaína y una prostituta, aún más si eres un diputado conservador que dirige la campaña de David Cameron en las primarias del partido.
Todo formaba parte de la guerra sucia –¿la hay de otro tipo en política?– que se estaba produciendo entre los tories. Alguien quería relacionar a Cameron y Osborne con la droga, porque había algunos rumores al respecto, y parecía la única manera de impedir su victoria en la votación. Una foto de 12 años atrás y una historia bastante endeble fueron suficientes para convencer al NOTW.
¿Quién era el director del periódico? Andy Coulson. Dos años después, Coulson tuvo que abandonar el dominical del grupo de Murdoch por la primera irrupción del escándalo de las escuchas. En julio de 2007, se convirtió en director de comunicación de los conservadores. ¿Quién propuso a Cameron el polémico fichaje? George Osborne.
En la política británica, cualquier cosa es posible en las incestuosas y traumáticas relaciones de políticos y periodistas, sobre todo si estos últimos trabajan en la prensa sensacionalista. Un tipo está a punto de destruir tu carrera política antes de que despegue y a los dos años decides que es la persona perfecta para ser una de las piezas claves de tu maquinaria electoral. Maquiavelo habría dado su aprobación.
Los políticos tienen claro que necesitan a su vera a gente implacable en el manejo de los medios de comunicación. Tener a los enemigos lo más cerca posible es otro objetivo básico. Gordon Brown cultivó durante una década la amistad con el director del Daily Mail, un periódico reaccionario y xenófobo, y con Rupert Murdoch, ambos en sus antípodas ideológicas.
Cuando Brown llegó al poder, el Daily Mail y The Sun no tardaron mucho tiempo en atacar al primer ministro laborista en todos los frentes. Brown cortejó su apoyo en vano. No comprendió que sin Blair en Downing Street la prensa de Murdoch volvería a su hábitat natural y recomendaría el voto a los tories. Así lo hizo al final The Sun y, para añadir un kilo de sal a la herida, lo anunció en su primera página durante el congreso anual laborista seis meses antes de las elecciones de 2010.
El valor de esa portada es discutible. Según un estudio posterior, el 43% de los lectores del tabloide votó a los conservadores, que obtuvieron un 37% de los votos. Pero lo más probable es que ya tuvieran decidido su voto, con o sin apoyo del periódico.
Lo que en realidad da más miedo de los tabloides no es el apoyo que den a un partido, sino la demolición constante y obsesiva del contrario. Lo sabe muy bien el ministro de Justicia, el conservador Kenneth Clarke, al que The Sun quiere echar como sea por ser supuestamente blando en la lucha contra el crimen.
En una portada apareció vestido como los personajes de los teletubbies y en la web lo llamaron “colega de los pedófilos”. Clarke, de 71 años, ha estado ya en demasiadas batallas como para impresionarse por estas cosas, pero casi todos los políticos tienen auténtico terror a convertirse en la diana de los tabloides. Pocos han sobrevivido a ese acoso. Es mejor pactar con el diablo.
Tener a la prensa de tu lado soluciona la mitad de los problemas de los políticos. En sus memorias, Tony Blair explica que si la relación es buena, todo va sobre ruedas: “Tus errores se convierten en excentricidades, las torpezas son divertidas, el agónico proceso de toma de decisiones resulta ser un intento responsable de hacer las cosas bien”.
Pero cuando el viento de la prensa sopla en contra “cada error es magnificado, las transgresiones anteriores son recordadas y reiteradas con vigor, y la toma de decisiones es una muestra de incompetencia”.
Los años de Blair inauguraron la época en que los políticos se sumergieron en el “ciclo 24/7”. Durante siete días a la semana y en las 24 horas de cada día, la clase política vive obsesionada por lo que aparezca en prensa y televisión y elabora estrategias con las que llevar la iniciativa frente a los medios. No hay que dejar ningún ataque sin respuesta y aún mejor es adelantarse a las críticas.
El sumo sacerdote de esa religión era Alastair Campbell, algo más que un jefe de prensa. Blair quería para el puesto a un periodista con experiencia en tabloides por las mismas razones por las que Cameron y Osborne eligieron a Coulson. Necesitaba un tipo duro que supiera en cada momento por dónde irían los tiros y que conociera qué es lo que agrada, y sobre todo lo que irrita, al británico medio.
El periodista que se juega la vida con cada titular y que tiene los mínimos escrúpulos, si le queda alguno, es mucho más útil para el líder que el fino analista que no sale de los pasillos del poder en lo que en Londres se llama “la aldea de Westminster”.
Cuando esa obsesión por la comunicación y por controlar el mensaje hace que Cherie Blair filtre la noticia de su embarazo a The Sun, las consecuencias no son graves. Si Campbell presiona a los servicios de inteligencia para que el informe sobre las inexistentes armas iraquíes de destrucción masiva sea la pieza clave para convencer a la opinión pública, el riesgo aumenta de forma exponencial.
Campbell terminó odiando a todos los periodistas y es probable que Coulson esté en camino de acabar igual. La relación de políticos y periodistas británicos es un deporte de contacto físico en el que todos acaban traumatizados, un matrimonio que siempre termina en divorcio.
Posted by Iñigo at Julio 24, 2011 12:45 PM
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