Boris Johnson tenía que pronunciar el discurso principal de una entrega de premios organizada por una asociación financiera británica en 2006. Sólo unas palabras para elogiar a los convocantes, dar algunas ideas y contar algunas bromas. El típico ‘show Boris’ que le había hecho tan popular entre audiencias conservadoras. Por entonces era diputado tory y escribía una muy bien pagada columna semanal en el Telegraph por la que cobraba 250.000 libras anuales. Dos años después, se convirtió en alcalde de Londres.
El actual primer ministro quería entretener a la audiencia y su capacidad de improvisación a veces le llevaba a territorios comprometedores. Nada que no supieran los que le escuchaban. De ahí que terminara elogiando a un personaje bastante patético de una película muy conocida.
«Y por eso, mi héroe político es el alcalde de ‘Tiburón'». Tras las risas del público, continuó: «Sí, porque él mantuvo abiertas las playas», dijo elevando la voz. «Sí, él rechazó, desdeñó y anuló todas esas estúpidas regulaciones sobre salud y seguridad y anunció que la gente debía nadar. ¡NADAR!». Más risas. Una pausa perfecta para plantear los pequeños inconvenientes. «Eso sí, acepto que a resultas de ello el tiburón se comió a algunos niños. ¿Pero cuánto placer obtuvo la MAYORÍA en esas playas gracias a la valentía del alcalde de ‘Tiburón’?».
El alcalde de Amity es uno de los grandes ejemplos de incompetencia de un cargo electo mostrados nunca en el cine. A pesar de las insistentes peticiones del sheriff Brody («¡si abre las playas para el 4 de julio, va a ser como la llamada para la cena, por amor de Dios!»), se niega a cerrar las playas y ofrece algunas frases memorables. Le preocupa más que alguien haya pintado una aleta de tiburón en una valla publicitaria que muestra a una chica sobre una colchoneta en el agua. «Va a ser uno de los mejores veranos de la historia», dice a Brody antes de meterse en el coche. Y lo fue, pero para el tiburón.
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