Brexit es Brexit. No pregunten. Todo saldrá bien. Nos espera un futuro maravilloso. Estaremos mejor que nunca. Solos pero volcados hacia el mundo. Confíen en mí.
La política de Theresa May en relación al Brexit no abunda en detalles. Es como un valium con el que tranquilizar y adormecer a los británicos, al menos a los que votaron a favor de la salida de la UE. En términos electorales, no le está yendo mal. Las encuestas predicen para las elecciones de junio una victoria arrolladora de los tories. Para que eso se cumpla, es necesario que las cosas sigan como hasta ahora. Sin grandes revelaciones. Sin sobresaltos.
El Frankfurter Allgemeine ha roto ese estado de relajación. La filtración del desenlace de la última reunión entre May y Jean-Claude Juncker («Das desaströse Brexit-Dinner») hace prever problemas, tantos como para suponer que la opción de que el Brexit se produzca sin acuerdo previo entre Londres y Bruselas es la más probable en estos momentos.
Juncker salió alarmado de la cena del miércoles en Downing Street. Tanto como para llamar al día siguiente, a las siete de la mañana, a Angela Merkel para darle las malas noticias.
Según el Frankfurter, May dijo a Juncker que el Gobierno británico no cree que deba de pagar nada por la factura del Brexit, que la Comisión Europea calcula que son nada menos que 60.000 millones de euros, una cantidad obviamente sujeta a negociación. Se refiere a los compromisos de financiación que Londres aceptó asumir en anteriores presupuestos europeos y que ahora no debería olvidar. Si Londres no paga, ya puede olvidarse de firmar un acuerdo comercial con la UE, que es un objetivo declarado de May. La parte británica recordó también en la cena que no tiene la intención de aceptar la autoridad de los tribunales europeos. La UE nunca firmaría un acuerdo comercial que no esté sujeto a la jurisdicción de sus tribunales.
May dijo que sería conveniente que la negociación comenzara con la discusión del estatus futuro de los ciudadanos de la UE en Reino Unido. Según la impresión que se llevó Juncker, esas personas sólo tendrán los mismos derechos con los que cuentan los que no son ciudadanos británicos.
En resumen, parece que Londres pretende lo que algunos han definido como «have the cake and eat it», quedarse en la negociación con lo que beneficia al Reino Unido y rechazar todo lo perjudicial. Si parece que eso no es realista, no hay que olvidar que Boris Johnson, ministro de Exteriores, ha utilizado esa expresión.
Con independencia de lo que opine alguien como Juncker, lo que los políticos como Johnson, y quizá May, no entienden es que cualquier acuerdo necesita el apoyo de los 27 países de la Unión Europea. Y en primer lugar, querrán estar informados. En la reunión, quedó claro que May quiere que las negociaciones se desarrollen con la máxima discreción hasta el resultado final. Juncker no puede prometer eso, porque tiene que informar a los gobiernos y al Parlamento Europeo. No hay ninguna posibilidad de que los contactos se desarrollen en secreto. Y esta filtración demuestra que Juncker está dispuesto a usar la información de la que disponga, que es toda, en su propio beneficio.
El mensaje es claro: se acabó la fantasía.
Este choque con la realidad era cuestión de tiempo. No es que las negociaciones tengan que ser una guerra, pero cada día que pase empezarán a parecerse a un juego de suma cero. Lo que pierda uno lo ganará el otro. En esa situación, alguien puede llegar a la conclusión de que un Brexit sin acuerdo es la alternativa menos mala.
La esperanza de Londres siempre ha sido conseguir la división de la UE, que algunos países como los de la Europa del Este presionen a Bruselas para que rebaje sus exigencias sobre un acuerdo de libre comercio a cambio de conseguir el mejor trato posible para sus ciudadanos que residen en Gran Bretaña. O que esa presión proceda de Alemania, supuestamente deseosa de que sus productos continúen siendo exportados allí en las mejores condiciones.
Si esa es su estrategia negociadora, no parece que nadie se haya dado por aludido. Mucho menos, Alemania. May no hace más que repetir que quiere que el Brexit sea un éxito para todos. Más allá de que eso sea imposible, es algo que Merkel no puede permitir. Abandonar la UE tiene que suponer un precio, y no pequeño. De lo contrario, el Brexit podría tener imitadores.