«Octubre en Siria es un gran mes para volar», dice la mujer que presenta el pronóstico del tiempo en la televisión pública rusa. Sol, pocos días de nubes y lluvia, viento no muy fuerte. Las condiciones perfectas para subirse a un cazabombardero y lanzar algunas bombas sobre los grupos insurgentes sirios. Antes de empezar con las bromas, hay que anotar que es habitual en ese programa que se hable del pronóstico del tiempo en relación a los acontecimientos informativos.
Russian Ministry of Defence says its Su-30 entered Turkish airspace «for a few seconds» and as «a result of unfavourable weather conditions»
— Daniel Sandford (@BBCDanielS) octubre 5, 2015
Lo que es indudable es que los espectadores habrán quedado más tranquilos al saber que el tiempo es un problema menos para los pilotos rusos (excepto si están jugando al gato y el ratón con aviones turcos en la frontera del norte, donde sí que sirve como excusa para justificar unos incidentes que se están repitiendo de forma peligrosa).
También han tenido la oportunidad de comprobar cómo son las instalaciones prefabricadas en las que viven en Siria, cómo visten y qué comen. De ver helicópteros volando a cámara lenta a ras de suelo o comprobar cómo empiezan a caer las bombas.
El menú televisivo es variado. El Gobierno ruso sabe que suele ser más efectivo condicionar la cobertura de una guerra ofreciendo imágenes y testimonios cuidadosamente seleccionadas antes que prohibirla por completo.
Una encuesta ha revelado que hay un amplio rechazo popular al envío de tropas de tierra a la guerra siria. Ese sentimiento no tiene por qué repetirse en el caso de una campaña aérea si la imagen que se da de ella es de una operación profesional limitada en el tiempo y libre de riesgos y haciendo énfasis más en que está dirigida contra peligrosos terroristas antes que el hecho de que sirva de apoyo a algún Gobierno extranjero.
Como en muchos otros países, la televisión es la principal o única fuente de información de los rusos. El Gobierno de Putin se ocupa de que los espectadores no alberguen excesivas preocupaciones sobre los actos del Gobierno. Por el contrario, presentar en las pantallas el papel clave de Rusia en los grandes conflictos internacional es una misión que los responsables de las televisiones públicas o privadas ejecutan con esmero.
Los informativos no dejan de repetir que se trata de una operación contra ISIS, aunque muchos de los ataques, quizá la mayoría, están dirigidos contra otros grupos insurgentes. En realidad, esa versión es coherente con la política del Gobierno, que no hace distinciones entre esos grupos por considerarlos a todos una amenaza para el Gobierno de Asad y un peligro estratégico para Rusia.
#Antonov: Reconannaissance data of our air group in #SYRIA undergoes multiple checks to engage targets with 100% certainty — Минобороны России (@mod_russia) October 6, 2015
Los medios consignan la versión de los militares, que tantas veces hemos escuchado a los norteamericanos después de 2001. Los objetivos son estudiados en detalle y confirmados para que no haya ningún error. Incluso se cita el porcentaje del 100%, que ya sabemos que es imposible.
Como en la ‘guerra contra el terrorismo’ versión norteamericana, la identidad terrorista se termina adquiriendo al sufrir un ataque. Si has sido atacado significa que eres un terrorista.
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WOHA!!! An unexploded #Russia|n rocket dropped on Atshan #Hama.. #Syria #ISIS pic.twitter.com/khnIXZLEwh
— Rami (@RamiAlLolah) October 6, 2015
Este es un caso en el que la precisión no ha alcanzado el 100%.